9NA. PARTE
De acuerdo
a los indígenas Guaraníes,
su tierra es su tekoha; ´ un lugar donde
somos los que somos´.
Citado por el antropólogo B. Meliá, S.J.
VIRTUDES DEL ANONIMATO (x)
por: ELVIO ROMERO
(Poeta y escritor)
García Márquez le preguntó un día a Fidel Castro qué es lo que más le gustaría hacer en el mundo, éste le respondió: “Pararme en una esquina”. No lo podría hacer, pues se rodearía de miles de personas que querrían ver tocar al legendario personaje.
Jorge Amado, el gran novelista brasileño, para poder escribir tiene que salir de Bahía, buscando un recoleto refugio, ya que su casa está asediada por importunos visitantes.
Stefan Zweig, el biógrafo austríaco, lamentó no haber firmado con seudónimo sus libros, ya que, cuando le llegó la fama, le era absolutamente imposible llegar a sitio alguno y pasar desaparcibidido: no solamente lo cercaban los amigos, sino también los periodistas.
Todo creador tiene como divisa defender su soledad y su aislamiento. Para llegar a Picasso, el pintor del siglo, había que pasar por innumerables cercos y por bastiones difíciles de derribar.
Un joven crítico me preguntó una vez cómo accedera a la casa de Louis Aragón, en París. “Sería como estrechar la mano de Víctor Hugo”, me dijo.
Neruda nos contó que se ponía una máscara de carnaval para pasear, sosegado, por Valparaíso, donde se lo idolatraba, como en otras partes. Acaso fuese una exageración o una humorada del poeta; tendría que recurrir, seguramente, a alguna superchería para pasear sin ser molestado. Le tocaba vivir más o menos en penumbras al llegar donde llegaba y había que recurrir a fondines recónditos para cenar con él sin que lo interrumpieran los lectores.
El caso de Bruno Traven es ilustrativo; de origen alemán y norteamericano, no se sabe, escribió una de las grandes novelas de México: El tesoro de la Sierra Madre, aunque nunca se reveló la identidad real del autor. Lo que sí, en todos los bares de México se dice: ”Ayer pasó por aquí Traven...”.
También nosotros soñamos con el anonimato en los tiempos del dictador. Por emplear nuestros nombres, nos convertimos en veneno. Si hubiésemos escogido, allá en nuestros inicios, un seudónimo, nos habríamos salvado de muchísimas peripecias.
Por lo pronto, dispondríamos de los documentos indispensables para pisar la tierra con seguridad. En 1946, durante ese mínimo alborear democrático que nos tocó, publicamos cuanto quisimos. Y ya entonces recibimos el sello indeleble, acusativo, como novillos marcados a fuego, y que nos acompañó siempre.
En el destierro vivimos, con José Asunción Flores, Lara Bareiro, Severo Rodas y otros tantos, las penurias de la acusación y de la denostación. Miles son las anécdotas que podría contar sobre ese ostracismo físico y moral.
En 1960 regresábamos José Asunción y yo de un largo viaje por los países socialistas. Decidimos visitar España y hacia allá marchamos. Con el cónsul del Paraguay em Barcelona, Luis Mesquita Chavarri, me unía una vieja y fuerte amistad; yo trabajé, bajo su dirección, en la revista Noticias allá por 1943, y allí conocí a los intelectuales más notables de la época. Y José Asunción Flores ejercía sobre él una completa fasacinación. Nos invitó a viajar a Cataluña y nos alojó donde vivía, en el Consulado. Tomamos todas las precauciones para pasar despercibidos. Pero siempre hay una sombra artera que se desliza y espía por el ojo de la cerradura. Hecha la delación, supimos que Luis fue llamado y destituido por albergar a esos “demoños”. El dictador, mañoso y fiero, no admitía esos deslices. Nuestro amigo pagó caro por aquella lealtad.
Otro suceso que no puedo pasar por por alto. Visité Suecia, dando lecturas y conociendo universidades, cuando aún estaba el dictador. Cometí el error de viajar en LAP, y al llegar a Bélgica sufrí la primera agresión: la Policía me rodeó, como un criminal, apenas desembarcado. Mi equipaje fue revisado meticulosamente. Sufrí humillantes interrogatorios. Para qué iba yo a Suecia ? Por qué esto ? Por qué aquello ? Me pusieron, más o menos, patas hacia arriba, como para que cayeran monedas de mis bolsillos. Sentí desprecio por aquellos policías con aliento perruno. Quise telefonear a algunos amigos de Bruselas, pero no me permitieron. Fui, por unas horas, prisionero de la más alta seguridad. Y deseé cambiar de persona.
Pero fue en el retorno donde siguió la pesadilla. Al descender la nave en Asunción y haciendo fila para entrar a la sala de tránsito, me sentí rodeado de sabuesos que me indicaban seguirlos. Les expliqué que estaba de paso y que se violaba la ley. Cuatro tenazas me arrastraron al sitio de control de documentos. Llevaron mi pasaporte no sé adónde. Cuando, pasados los minutos de espera, los pasajeros se dirigieron al avión para seguir viaje, regresó un esbirro y me dejó pasar.
En que país estamos ? me pregunté, y como nunca en mi vida, como nunca, deseé el anonimato, el ser una sombra sin nombre, y poder así desaparecer entre la gente.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 16 de abril de 1994 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI Rendimos nuestro homenaje al ilustre compatriota, un paraguayo de ley, como lo fue don Luis Mesquita Chavarri, que se menciona en este escrito. Ayudó a cuantos compatriotas llegaban a España, e hizo lo indecible para hacer conocer nuestro país en todo el territorio ibérico. No dió preferencia a nadie, pero como también había caído en el embrujo de la música paraguaya, los artistas eran su preferido. Fue compadre de Luis Alberto del Paraná. Según una fuerte versión que corrió entre los artistas paraguayos en Europa, en aquel entonces, la persona que „yaguareó“ (delató; o como lo llama tan magistralmente Elvio Romero, ”una sombra artera…”), enseguida ocupó su lugar. Su nombre, sin embargo, no sera recordado por la historia grande, ningún soplón artero lo fué, sino la de don Luis Mesquita Chavarri, un paraguayo de ley! |
por: Alcibiades González Delvalle
Siempre nos llamó la atención que el guyra pu, guyra tupin o guyra campana no tuviese su leyenda como lo tienen las otras aves de nuestros bosques, como el urutaú, kavure´i, karãu, jeruti, ynambú, ypekü, akã´ë, etc. León Cadogan nos relata que un amigo –“amante también de estas cosas intrascendentes”- le había dicho que el hermetismo de los indios referente al origen del guyra campana se debía a la leyenda cristiana, según la cual este pájaro habría cantado por primea vez al exhalar su ultimo suspiro el santo varón Roque González de Santa Cruz, martirizado por los indios guaraníes a las órdenes del Cacique Ñesú.
“Esta leyenda exótica –continúa el amigo de Cadogan- afrentosa para los indios, habrá llegado a sus oídos y, siendo en extremo delicados en estos asuntos, para ellos sagrados, habrá sido motivo para que nunca divulgaran la tradición guaraní del guyra campana”.
“El guyra campana,sin embargo –sigue el amigo de Cadogan- aunque ignoremos el lugar asignádole en las tradiciones guaraníes por anónimos poetas, filósofos y legisladores de la raza autóctona, vivirá eternamente en el folklore paraguayo”.
Hay muchas versiones sobre el origen de la música inspirada en el canto del guyra campana. La más antigua –entre las que conocíamos nos la da León Cadogan, que atribuye a un tal Don Evaristo- seudónimo del amigo referido más arriba- la siguiente version:
“Cuando nuestro país se asemejaba a un enorme camposanto después de la hecatombe del ´70, me tocó , siendo aún criatura, hacer un viaje al Brasil en compañia de mi padre, veterano de la guerra. Un día, al ponerse el sol, llegamos a las cercanías de Cerro Corá, en donde pernoctamos. Lo único que interrumpía el silencio imponente de la noche, fue el lamento del urutaú, cargado de desesperación; y aunque yo era, como he dicho, criatura a la sazón, pasé la noche en vela, pensando en el reciente martirio de la patria.
“Pero por fin llegó el alba; callaron las notas del ave fatídica y, tras breve intervalo, al herir los primeros rayos del sol la cúspide de los montes disipando la niebla en los valles, llenaron el ámbito las argentinas notas del guyra campana, anunciando las resonancias de sus acordes optimistas que la noche de agonía había pasado y presagiando días más felices.
“La piezas que tocaba mi padre, arpista, eran, en su mayoría, semejantes a las tres piezas escuchadas, tristes, lamentos de un pueblo sin esperanzas; pero, poco después de nuestro regreso del Brasil, escuché por primera vez los acordes de guyra campana cargados de euforia, de optimismo en el porvenir. De dónde surgió no lo sé; podrán averiguarlo los eruditos, pero estoy íntimanente convencido de que algún genial músico criollo anónimo, bebiendo inspiración en las notas del guyra campana, lo ha compuesto como expresion de su fe en la resurrección de la patria aniquilada..”.
Don Félix Fernández nos había dicho en varias ocasiones que en el año 1927, viajó a Villarrica como componente de la banda de músicos de la Policía. Al término de una de las funciones, se presentó el recordado guitarrista caazapeño Carlos Talavera, e hizo escuchar a los visitantes una polka titulada “guyra campana”, de su autoría, que reproducía el canto de esa ave. Según don Félix, se trataba de la misma música que adquirió popularidad internacional en el arpa de Félix PérezCardozo.
Mauricio Cardozo Ocampo, en su libro “Mis bodas de oro con el folklore paraguayo”, nos cuenta que “escuchamos por primera vez el Guyra campana en el año 1917, allá en el pueblo de Ybycuí, por un bohemio del Guairá, el flautista Eloy Martín Pérez, quien decía ser el autor de aquella versión.
„ En el año 1925 –prosigue don Mauricio- en ocasión de la fiesta patronal del pueblo de Acahay, pintoresca población campesina, tuvimos la oportunidad de escuchar otra versión de Guyra campana, esta vez, a cargo de la orquesta conducida por Bernardo Mosqueira, músico de Carapeguá.
„Ya en 1930 –sigue diciendo don Mauricio- compartiendo momentos líricos con el desaparecido guitarrista Carlos Talavera, de Caazapá, que ejecutaba una versión diferente y muy personal, el preguntársele sobre la misma, nos dijo textualmente: en el año 1928 (o sea dos años atrás) la compuse en el trayecto del cruce del río Paraná de Posadas a Encarnación, al regresar de una breve gira artística“.
„La cuarta versión –nos dice don Mauricio- que fue muy difundida por el desaparecido arpista Félix Pérez Cardozo y no obstante los merecimientos de todos los artistas recordados, hacemos honor al afirmar que este músico consiguió darle jerarquía elevándola a la categoría que podríamos llamar de concierto, en su arpa paraguaya“.
Recordemos que don Mauricio Cardozo Ocampo, con su orquesta Perú Rima, grabó las tres versiones que dice haber escuchado en Ybycuí, Acahay y en la versión de Carlos Talavera (xx).
Tenemos que lamentar que León Cadogan no haya conocido música, o no dispusiese de grabadora, de forma de registrar el „guyra campana“, que él escuchó a través del arpista Karaí Pulé, que habría sido compuesta poco después de la guerra del ´70.
El guyra pu, guyra tupín o guyra campana no tiene leyendas pero está adherido igualmente al espíritu creador del hombre paraguayo a través de la briosa polka „Guyra Campana“ recopilada por Fèlix Pérez Cardozo.
(x) De la Revista
del Diario ABC COLOR (Asunción, Paraguay).
(xx) Más información sobre
el Pájaro Campana, haga click sobre lo subrayado.
ALFONSO LOMA;
Una obra de autor conocido (x)
por:
Mario Rubén Álvarez
(Poeta y periodista)
Mario Godoy afirma que el autor de Alfonso Loma fue su abuelo, el guitarrista Pedro Godoy Ortellado, y pudo haberlo compuesto alrededor de 1900.
Su abuelo era un asunceno, concertista de guitarra, que un buen día, actuando en la zona de Alfonso Loma, había conocido a quién sería su esposa y se quedo con ella.
No siempre es fácil seguir el rastro de las canciones. Como pertenecen al mundo de la oralidad, se pierden las pistas, se borran los caminos que hubieran podido conducir a la reconstrucción de los hechos para llegar a la orilla de la verdad. O, al menos, permitir que uno se aproxime lo suficiente a ella, que no pocas veces se muestra esquiva.
A veces, sin embargo –manteniendo los oídos y los ojos alertas-, es posible encontrar las huellas que llevan a conocer los probables orígenes de una composición poético musical. Es lo que ocurrió con Alfonso Loma, tradicionalmente conocida como de autor anónimo. Todas las grabaciones llevan simplemente este sello aparentemente inconfundible: motivo popular.
„Eso no es cierto“, dijo un día Mario Godoy, el dúo de Quemil Yambay. „Mi abuelo fue el autor de esa polca“, agregó en un tono rotundo.
La puerta estaba ya abierta. La afirmación del músico y compositor nacido el 18 de junio de 1940 en Alfonso Loma –Departamento de la Cordillera- era categórica.
Entonces era cuestión de escuchar su relato.
„Resulta que mi papá –Agustín Godoy- contaba que su padre Pedro Godoy Ortellado había sido el autor de esa composición que se suele grabar como un motivo popular y nada más. Él escuchó esa afirmación de boca de su mamá, de nombre Mercedes, y de las personas que le conocieron. Lo que se le dijo mi padre volvió a contarme, y es lo que yo puedo decir: la letra y la música de Alfonso Loma pertenecen a mi abuelo Pedro Godoy Ortellado, quien murió en 1912, cuando papá tenía cinco años apenas. En aquella época no había un lugar donde registrar las obras, de modo que su creación se salvó a través de los músicos que la tocaban. Se llegó a grabar un día y por necesidad del disco –donde las canciones no podían ser muy largas- se le suprimieron las tres estrofas finales“, cuenta con entusiasmo Mario Godoy.
Su abuelo era un asunceno, concertista de guitarra, que un buen día, actuando en la zona de Alfonso Loma, había conocido a quien sería su esposa –Mercedes- y se quedó con ella. No abandonó, sin embargo, la música y siguió actuando en la comarca y en lugares alejados. Mario Godoy cree que su abuelo compuso Alfonso Loma alrededor de 1900. Un poco antes, un poco después. „La copia completa de esta obra, con sus sietes estrofas, están en el archivo de monseñor Demetrio Aquino, quien es también de la zona. Allí hay también otras poesías de mi abuelo, lo cual lleva a pensar que efectivamente pudo él haber sido el creador de la composición“.
Al indicársele que existen afirmaciones que sostienen que la Alfonso Loma de la canción está en las proximidades de Villeta y no en las cercanías de Caraguatay y 1o. de Marzo, asegura con énfasis que el lugar cantado es la tierra donde él nació: „Umi he´íva guive pe purahéi oïmbaite upe jerére. No puede ser, pues, tanta coincidencia, aje. Oï la laguna hérava Tapirakuãi. Oï avei la Ykua Porã ha la Isla Yryvu. Ha la guyra kuéra katu henyhë, opaichagua. (Todo lo que nombra la canción existe en el entorno. Allí están la laguna Tapiracuãi, el Ykua Porã y la Isla Yryvu, además de los pájaros de todas clases.)
Dos versos de la cuarta estrofa, probablemente, se perdieron para siempre. Ocurre que para acortar la música –para que cupiese en un disco de vinilo que exigía que cada una de las composiciones grabadas no fuera tan extensa, ya que su capacidad era limitada-, y concluir en la cuarta estrofa alguien –quién sabe quién-, suprimió dos versos y saltó a los dos versos finales que dicen ya (y) me despido desconsolado che ja aháma che vidami/ adiós paloma encantadora nere´ëtéva guavirami. Por eso ahora que Mario Godoy desempolvó las tres estrofas finales se observa que los finales de las estrofas cuarta y séptima son iguales.
En cuanto a lo que dicen esos versos, Godoy interpreta que era una canción de despedida dedicada a su abuela.
Alfonso Loma pudo haber pertenecido incialmente a los Alfonso del lugar. Siendo la propiedad grande, una parte se denominó Alfonso Tranquera y otra Alfonso Central, para ubicar los sitios. Con el tiempo se conviertieron en poblaciones. Como Pedro Godoy Ortellado vivía en Alfonso Loma, le dio este nombre a su obra, especula Mario Godoy.
ALFONSO LOMAAlfonso Loma así se llama aquel paraje javy´aha En el cercado y la enramada se va criando chesyhasy El chiricote que alegra el alba acompañado del kogoe Las piriritas también se quejan y tristes dejan el mbokaja En la madrugada que alegre canta pajarillo guyra tata (x) Allá en los bosques y en los prados se oye el silbido del ynambu En alta loma muy reluciente como la estrella ohesape (x) Estas son las tres estrofas que no suelen cantarse |
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 3-4 de febrero de 200l (Asunción, Paraguay)
A propósito de “La Guerra de la Triple Alianza”: El “Teatro de operaciones” (x)
por: Luis Verón
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La publicación de los fascículos de “La Guerra de la Triple Alianza”, escritos por Jorge Rubiani, es un buen pretexto para sugerir un paseo de conocimiento in situ de los escenarios de aquel sangriento conflicto, cuyas heridas aún no están del todo cicatrizadas. La cercanía de los campos de batalla invitan a conocerlos y palpar de primera mano los lugares que conocieron actos de heroísmo inmarcesibles
A apenas media hora de viaje en automóvil desde la capital paraguaya se encuentran los escenarios de las últimas grandes batallas que se libraron durante la guerra contra la Tríplice conformada por el Brasil, la Argentina y el Uruguay. Una moderna ruta –el Acceso Sur- es la vía por la que uno puede llegar hasta los diversos puntos que, desde Asunción, empieza en un risueño paraje, donde un sólido monumento señala uno de los puntos donde el heroísmo paraguayo opuso brava resistencia a las fuerzas enemigas: Ytororö.
Uno de los tantos libros publicados sobre aquel conflicto que encendió esta parte de Sudamérica, en la segunda mitad del siglo XIX, es La Guerra del Paraguay, del militar argentino José Ignacio Garmendia.
En dicha obra, el general Garmendia hace una descripción minuciosa de los escenarios de las diversas batallas: Sauce, Yayaity Corá, Tuyutí, etc. Por cuestiones de cercanía, y como invitación a conocer la zona, tan cercana a la capital, hoy contamos su descripción del escenario en que transcurrió la Campaña de Pikysyry:
De ella, dice Garmendia:
“El territorio que media entre los ríos Tebicuary y Paraguay hasta Angostura es enteramente llano y pantanoso, poblado en la costa del segundo por una faja de bosques y manteniendo como un gran pantamo en su centro, el gran estero llamado lago Ypoá, de donde nacen entre otras corrientes de agua, dos arroyos que se prolongan al noroeste y corren paralelos a cierta distancia de uno de otro. Estos desaguan en el río Paraguay y se denomina el primero Surubiy y el segundo que está más al norte, Pikysyry.
Grandes carrizales que se extiernden hasta más allá de Angostura, a la altura de Villeta, hacen intransitable este terreno por una parte del este, y solo existe el camino real que aproximado a la costa se dirige a la Asunción, haciendo escala en todas las aldeas que están a orillas del río Paraguay.
Sobre las márgenes del arroyo Pikysyry derraman un ancho estero, que cuando llueve con exceso en algunas partes, se confunde con sus aguas y costea la parte sud del terreno firme, donde López construyó sus nuevas líneas: esta posición apoya su derecha en el río Paraguay y su izquierda en un estero intransitable, afluente de la laguna Ypoá.
A la orilla izquierda de este arroyo se levantan algunos bosques en dirección a la costa del río Paraguay y se prolongan al sud, hasta un lugar denominado Palmas; punto que fue elegido para el acampe del ejercito aliado en el transcurso de las operaciones de esta campaña.
López iba a tomar posición del terreno al norte del Pikysyry, de modo que apoyaría su izquierda en los grandes pantamos del este y su derecha en la posición de Angostura. Era, pues, esta línea de acceso imposible por su frente, inabordable por su flanco izquierdo, y por su flanco derecho defendida por las baterías de la Angostura, que estaban situadas en una barranca cóncava en forma de herradura, único terreno firme que en una extensión de algunas leguas fuera utilizable en la costa para el establecimiento de una batería. En este punto del río Paraguay tenía 650 metros de ancho, pudiendo desde allí al mismo tiempo flanquearse las obras de tierra que se unieran a ese punto.
De manera que el único flanco vulnerable era el derecho; pues por el Chaco se podía tantear la atrevida empresa de envolver la retaguardia de la línea enemiga (paraguaya); es decir, contando con la debilidad del adversario, en razón de que la fuerza que operase el movimiento estratégico debiera encontrarse bastante fuerte para luchar por sí sola contra todo el ejército de López.
El terreno al norte de esta línea es completamente accidentado, y se empiezan a notar las primeras colinas que son, puede decirse, una ramificación raquítica de unas sierras de poca elevación que se alejan al interior del país, y las denominan cordilleras.
Las principales, entre otras, y que interesan a este relato, son: Cumbarity, colina de regular altura, situada a dos millas al norte del arroyo Pikysyry; su configuración es prolongada, extendiéndose de norte a sud y ensanchándose en la forma de la cabeza de un reptil ofidiano al aproximarse al Pikysyry.
Itayvaté es otra colina bastante elevada, de forma oblonga; aproximada en una dirección de sudeste a noroeste a la de Cumbarity, de manera que un estrecho valle separa en la parte sud a estas dos elevaciones de terreno, aumentándose este espacio en forma de inmenso ángulo cuando se extiende al norte, cuyo vértice lo forma el estrecho valle que divide a las dos colinas.
A espaldas de Itayvaté, en la parte sud, existe otra colina poblada de espesos bosques, caminos y picadas y al espacio llano comprendido entre estas dos alturas se denomina Potrero Mármol, punto estratégico, que vino a ser más tarde de una grande importancia relativa a la situación de los ejércitos beligerantes. Por este punto, entre otros, pasa el camino que conduce a Cerro Léon y que comunica con el interior del país.
Estas elevaciones de terreno estaban pobladas en aquel tiempo de isletas, naranjales, poblaciones, pequeñas abras, caminos y picadas que comunicaban con el espeso bosque que contornaba al Potrero Mármol.
Como posición militar, tenía la ventaja que siempre presenta una altura arbolada, en donde se pueden construir defensas, o guarecerse las tropas en los bosques, si estas no existen. Además, presentaba otra ventaja no menor consideración; y era que de la elevada meseta podíase fácilmente dominar todo el terreno circundante.
Seis kilómetros hacia el noroeste, sobre la costa del río Paraguay, como sonriendo, se eleva el villorio de Villeta, de encantador aspecto por sus jardínes, hermosos naranjales. Desde allí hasta el arroyo Avay en dirección este, hasta una distancia de tres kilómetros, se destacan paralelas una sucesión de colinas, que se prolongan de norte a sud.
Pasando el arroyo Avay sobresale otra gran colina y enseguida un bañado denominado Potrero Baldovinos.
El arroyo Avay derrama sus aguas en el río Paraguay, a nueve kilómetros al norte de Villeta. Aproximado de la costa se divide en otro brazo que se extiende hacia el noroeste con la denominación de Santa Rosa. Este arroyo bifurca en la entrada de Potrero Baldovinos, tomando su mismo nombre el brazo que desciende al sud, y el de Ypané el otro que serpenteando va al oeste y enseguida corre al norte. El espacio comprendido entre Santa Rosa y Avay era el de casi un inmenso triángulo de bosques y alturas, existiendo próximo al vértice norte una gran laguna; al sud no permitía esa figura geométrica la separación de los dos arroyos.
Pasando el arroyo Santa Rosa existe otra corriente de agua que cae a un bañado, cuyo nombre no está señalado en los planos que he consultado, y el terreno al norte hasta el arroyo de Ytororõ y más allá hasta San Antonio se presenta montuoso y de caminos difíciles.
Desde la embocadura del Avay en el río Paraguay hasta la del arroyo Ytororõ habrá tres kilómetros y desde allí a San Antonio en la costa del río Paraguay 10, aproximadamente.
Todo el terreno al oeste y noroeste cada vez se destaca más accidentado, hasta alcanzar lass serranías llamadas cordilleras.
El territorio del Chaco desde frente a Palmas hasta San Antonio se presenta enteramente pantanoso, cruzado por una multitud de arroyos y poblado de espesos bosques”.
(...)
La comarca que acabo de describir tan ligeramente fue el teatro de operaciones en el que debían tener lugar las últimas batallas de mayor importancia de la guerra del Paraguay...”.
YTORORÕ
( Fragmento)
Amombe´úta, guaranietépe,
Upe kampáña, Pikysyry...
Mbohapy ára San Fernándogui
Ojehupytyma Kumbarity.
Veintiséis ára, jasy agosto,
Pe jehekyije oñepyru.
Ro´y ochosiénto sesentaiócho...
Te´õ poyvínte tetã omohu...
Artillería ipohyivéva
Ñande eskuadrilla ogueraha,
Jepe korása Vrasil mba´éva
Yete ysyryre ipu´aka
Osë ipaháva. Angel Moreno;
Tapykuerére oñangareko.
Péina bagáxe oñemondóma,
Mbohapy piésa ha ivatallo.
Ita Yvatépe oñepyruma
Infantería ñembo´yvykua;
Mbohapy milla frénte ipukúva.
Ita meméje ha yvyatã
Angostúrape opu´ambãma
Oñehenóiva Reduyto Kora,
Ha treintainuéve mbokavusúpe,
Ja´e voita Humaitá.
Seis tata juru, sesentaichova;
Kaño Criollo siénto sincuénta;
Vrasil kaño Whitworth, ha mokõive piésa
Atreintaidósva.., ha impedimenta.
Mboka hembyva oñembo´ysyije
Tai puku ári, Pikysyry;
Doce mil hombres de las tres armas,
Tuja meméje, mitã kangy.
Ro´y irundy rire hembyva,
Ojejapiva ha ojekutu;
Ambue kuéra opytapãva
Bellaco ykuére ha Itapirú.
Ikangue kuéra ohechaukánte
Oñepia´ãva rapykuere,
Mamoipiétépa ohasa oúvo
Te´õ ro´y ha tyguy yete.
Jakare Páso, Tevikuarype,
Surubiype, oñeñorairõ,
Kapi Romero kavallería,
Florentín Oviedo re´yi ñarõ.
Número Siete ha Veintitréspe
Umi tendaré oñemondo,
Mbohapykuépe omombytávo
Katupyriva umi vatalló.
Plomo akúpe, José Romero
Haimetetéje ojejyva´o,
Ha´e kombate opariréma
Ita Yvatépe oñepohãno.
VOCABULARIO: Ambue: otros; Jasy: mes; Jehekyi: retirada;
Kuãirurendy: círculo de fuego; Mbohapykue: Triple Alianza; Mbocavusu:
Cañón; Mombe´u: relato;
Ñembo´yykua: atrincherado; Poyvi: bandera; Oñepia´ava: que se esfuerzan;
Oñombohapyva: Triple (Alianza); Ro´y: año; Tapykuere: retaguardia;
Tatajuru: Bocas de fuego; Ysyry: río.
(x) Del diario ABC COLOR, 20 de mayo de 200l -Edición Dominical- (Asunción, Paraguay).
Nota de FA-RE-MI: Los tres escritos siguientes pertenecen al mismo autor.
LOS HOMBRES DE CRÓNICA (x)
por: Elvio Romero
(Poeta y escritor)
En 1913 cuatro jóvenes, con 20 años a cuestas, sacuden el aire amodorrado de Asunción editando una revista: Crónica, con la utopia de redimir la sociedad, sobre la que aún soplaba la polvareda de la postguerra. Rafael Barret había muerto tres años antes. El vacío que dejó no estaba cubierto, las denuncias que formuló estaban olvidadas o semiolvidadas.
El decaimiento moral de la República parecía incontenible; la corrupción minaba el organismo público; la clase política hacía burlas de una ciudadanía indefensa y abúlica. Por el designio infame de los vencedores, el país quedó dividido en dos regiones, la postetad de los más fuertes: La Mate Laranjeira, bajo posesión brasileña, dominaba el Alto Paraná, con su secuela de esclavitud del trabajador paraguayo, un antro de bandidaje patronal cuyas sucias entrañas denunció el maestro Barret; y en el oeste, la zona del quebracho regida por La Forestal, propiedad del otro socio vencedor, la Argentina; ambos fomentaban la esclavitud como método de trabajo.
Era necesario estimular el flamante entusiasmo de los jóvenes idealistas que crecían en el páramo. Creyeron, y con razón, los cuatro adelantados de los que vamos a hablar, que solamente la cultura podia zafarnos del grillete de la mediocridad y atroz pacatería de esa sociedad enferma. El fervor por el arte estaba por encima de cualquier proyecto político, ya que de la política la gente sentía un hartazgo merecido. Y estaba ávida de cultura. Tanto es así que el mismo año de la fundación de Crónica apareció, también, el Gimnasio Paraguayo, así como su revista: Anales del Gimnasio Paraguayo, dirigida por Manuel Peña y donde colaboraron Tomás Ozuna, Anselmo Jover Peralta, Juan Francisco Recalde, Juan Stefanich y otros, que dejaron huellas memorables en el quehacer cultural del Paraguay.
Pero el hito fundamental del renacimiento fue Crónica (en 1913). Sus cuatro personajes serían hombres de leyenda, si entre nosotros la amnesia no fuera tan fuerte, es decir ”que todo caiga en el olvido”.
Trataremos de revivirlos, aunque sea en la evocación, si eso fuera posible.
Los ha unido la pasion por el arte y también la forma en que fueron destruidos, en que se anubló su cerebro, matando su creación.
A los cuatro los aniquiló la droga, a la que entonces llamaban “paraísos artificiales”, ahora en desuso. La droga no destruía entonces, masivamente; elegía a unos pocos para aniquilarlos. Desgraciadamente, en nuestro país, y en aquel momento, eligió a los mejores, a quienes columbraron el porvenir, divisando un futuro imaginario para la Nación. El edén utópico de los señadores. Los que, sin embargo, al ser triturados por la espesa mediocridad del medio, se refugiaron en la droga mortífera, que a algunos arrastró hasta la locura.
Leopoldo Centurión fue uno de los fundadores. Pronto estuvieron a su lado Pablo M. Insfrán, Leopoldo Ramos Giménez, Pedro Pérez Acosta, Agustín Barrios, Manuel Domínguez, Fidel Maíz, Juan O´Leary, que dieron el puntapié a nuestras letras.
Leopoldo Centurión nació en Concepción en 1893, teniendo entonces 20 años cuando fundó Crónica. Trabó fuerte amistad con Capece Faraone. Ambos se inclinaron a las andanzas nocturnas. Ambos se formaron leyendo a Barret. Leo-Cen, como firmaba, dejó cuentos y crónicas estupendas en prosa afilada e irónica. Leo-Cen fue el precursor del teatro nacional. Tres piezas subieron a escena: ”El Huracán”, “Final de un cuento” y “La cena de los románticos”. Satirizó fieramente a los politicos de la hora. No tuvo respuesta en sus diatribas. Y recurrió, en compañia de su amigo Capece Faraone, al consuelo mortal de la morfina.
Falleció en 1922.
(x)
Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 16-17 de diciembre de 2000
(Asunción, Paraguay).
Hablamos la semana pasada de la generación de Crónica, de los pioneros que abrieron un ancho surco de fecundidad en nuestras letras. De esos adelantados que desafiaron la quietud de una sociedad de politicos logreros y militares impúdicos, hechos a imagen y semejanza de los ocupantes brasileños y argentinos, corruptos y ávidos de ganancia y poder, Mencioné ya a Leopoldo Centurión, a su pasion por las letras.
Un día de 1913 apareció, como salido de un torbellino, Guillermo Molinas Rolón, poeta floripondioso y de sonoridades jamás oídas en nuestro ambiente. Venía de San Miguel de las Misiones, donde nació en 1889, y se dirigió a la dirección de Crónica, que se aprestaba a dirigir su amigo Leo-Cen, es decir, Leopoldo Centurión. Era de estampa fornida, con músculos de hierro, cabello crespo y tez oscura, donde parecieron mezclarse sangre aborigen y sangre negra, para ofrecer un cuerpo de sólida textura.
Pero Molinas Rolón no era hombre de tertulias ni de diálogos ilustrados. Llegaba a la dirección y luego desaparecía no se sabe hacia qué arrabales de la ciudad, en cuyos aledaños, crecían los pueblitos del interior, tapados por la selva. Leía con fervor a Rafael Barret y asistió a sus conferencias en el Teatro Nacional y en los sindicatos. Su ideología era como aquel se definió: la de un anarquista moral, de raíz tolstoiana. Por eso su inclinación hacia los marginados, los pobres, los desamparados, cuya compañia buscaba. Conocida es su convivencia con Manuel Ortiz Guerrero, llegado de Villarrica, impelido por el destino a ser el primer bardo nacional, y con quien robó las velas del cementerio para alumbrarse en una fría noche de invierno. Transcurría el año 1914, en que publica Ortiz Guerrero sus primeros poemas en los centros estudiantiles, y dos años después, en 1916, en la revista Letras aparece “!Loca!”, para admiración de la ciudadanía.
Es que había aparecido el primer gran poeta de nuestra tierra.
Hubieron que separarse. Molinas Rolón sentía desprecio por la sociedad en que vivía. Deseos tenía de redimir a los caídos. Y con la resistencia de titán que le caracterizaba, se arrojó al alcohol y a la morfina. Así siguió las huellas de Leopoldo Centurión, quien también cayó bajo el rayo de los estupefacientes.
Y ya sujeto al grillete atroz de los “paraísos artificiales” se vuelve más retraído, desdeñando la fama que su pluma le ofrecía. Aparecía de tarde en tarde, sin asistir a las reuniones, de las que se aleja definitivamente.
Alguien lo encontró años después por Arroyos y Esteros, solitario y errante. Se lo vio también por las regiones del Monday. Habitaba los ranchos derruidos de los campesinos. Era el gran solitario del grupo y pronto se llamó a silencio.
En 1940, la generación de ese año lo ignoró por completo. Pero él, una reliquia viva, seguía de pie. Hasta que, fuerte ayer como el quebracho arrasado por el viento, cayó en la tierra como una débil rama.
(x) Del diario ÚLTIMA
HORA (El Correo Semanal), 23-24 de diciembre de 2000 (Asunción, Paraguay)
ROQUE CAPECE FARAONE (xxx)
Un cura afortunado (nunca se sabrá cómo había en Paraguay, por esas fechas, hombre de tal riqueza ni de qué origen provenían sus bienes) protegió al niño que llegó de Italia, nacido en 1894, y que pasó bajo los cuidados del sacerdote una holgada adolescencia, estudiando en el Colegio Nacional. Precoz fue su vocación por las letras. El cura protector anunciaba su llegada al son de las campanas de la Iglesia de San José, cuando él llegaba. Chispeante y dicharachero, bello y cautivador, la fortuna parecía sonreírle. Pero el destino suele troncar, como en este caso, los sueños más prometedores.
Faraone, el cura dadivoso, falleció en un accidente dramático y el joven Roque siente que el vacío se abre bajo sus pies. La fortuna del difunto se diluye en manos inescrupulosas y nuestro escritor desciende, del día de la noche, al pavoroso infierno de la indigencia. La miseria aprieta con manos de hierro su garganta indefensa.
Era un hombre malancólico Capece Faraone, y nunca conseguirá mitigar sus melancolías.
Escribía cuentos breves y concisos. Su invención reproducía imágenes de las mujeres que su imaginación engendraba, “esas musas de carne y hueso” que deslumbraron a Ruben Darío. Empleaba una fina ironía al retratarlas.
El romanticismo de los hombres de Crónica era un romanticismo anacrónico, sin huella alguna del modernismo que revolucionaba en esos momentos la desfallecida prosa española.
Capece Faraone es envuelto por un suave descreimiento de las cosas y pronto el escepticismo pone un rictus amargo a su sonrisa.
El ambiente político de la época no era propicio para ninguno de los ensueños ni del idealismo. Y el fastidio se apodera de las almas y pone a poco, como ya lo dijimos otra vez, esa realidad los aplastó.
En el descreimiento y la amargura, recurrieron a la droga y terminaron, como ya se sabe, en la telaraña que no les dejó escapar.
Capece Faraone, aturdido por la morfina, padeció un mal extraño: se le arrugó la piel y encaneció súbitamente, aunque su imaginación no se agotó del todo.
A Natalicio González, a quien entregó sus últimos cuentos, le confesó:
-Centurión fue más afortunado que yo, porque murió a tiempo: yo me sobrevivo.
Y sobreviviendo fue quedando fuera del tiempo. La literatura paraguaya no es de ficción; el tema de la historia ocupa todo; así como se vindica a Solano López, así también se lo denuesta. Ya se presiente la Guerra del Chaco; el patriotismo nacional se enardece. Los cuentos de Capece escapan de esa problemática; pareciera que los problemas sociales no existieran en el Paraguay. El destino cinceló su alma para la melancolía; sus personajes son mujeres frágiles con el corazón marchito; en un mundo gris las cubre el tul de la tristeza.
Era ya un fantasma que se arrastraba por las Redacciones entregando sus cuartillas; su voz había decaído como sus cuentos, que tenían la decadencia del crepúsculo. La capacidad de invención de su juventud se había volatilizado; su pluma permaneció al margen de los acontecimientos de la época; su estilo caducaba en un romanticismo muerto. Ya los sucesos del litigio chaqueño estaban al rojo vivo; el pleito con Bolivia enardecía los ánimos. Capece, a medias lúcido, a medias loco, se sumergió inevitablemente en la penunmbra. Allí desapareció en 1928 hecho un pingajo. Y su obra, sin reunirse en volumen, desapareció con él.
(xxx) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 6-7 de enero de 2001 (Asunción, Paraguay).
LA CHIPA PARAGUAYA
Algunas recetas (x)
por: Margarita Miró
Chipa kavure kesu
Ingredientes: typyraty, agua, queso fresco, un poco de grasa y huevos.
Preparación: se baten con las manos la grasa, el queso y los huevos, junto al agua salada. Se agrega el typyraty que tenga buena consistencia, se soba y se coloca la masa en un palo asador. Se cocina a fuego directo.
Ka´i´ ku´a
Ingredientes: maíz choclo, queso y sal.
Preparación: se ralla o se pisa el choclo. Se le agregan el queso y la sal. Se forma como una croqueta. Se envuelve con chala (cobertura de las semillas del maíz).Se ata en forma alargada en tres partes y se cocina bajo las cenizas o se hierve en agua. Era comida para avío (para viajes). Es receta guaraní.
Chipa kandói yma guare
Ingredientes: maíz frangollado (maíz muy triturado y cocinado) y maní pisado, en partes iguales, queso, agua o leche y sal.
Preparación: se mezclan los ingredientes y se humedecen con el agua o la leche hasta formar una masa sólida. Se amasa bastante para unir y sobar al tiempo los ingredientes. Se puede cocinar tanto al horno como en ñaypyu
Observación: hay también chipa kandoi con azúcar. Se usan harina de maíz y no se requiere queso.
Chipa jakavere
Ingredientes: maíz tupi (el usado para locro), tostado y pisado, grasa, queso, agua y sal.
Preparación; se bate la grasa con el queso y se agrega la harina de maíz. Se va humedeciendo de a poco. Se amasa bastante. Se preparan los panes y se cocina en horno o ñaypu sobre hojas de banana o jaguarundi.
Comentario: el nombre deriva del color de las plumas del jakavere.
Chipa de arroz (época de don Carlos Antonio López)
Ingredientes: dos kilos de arroz, leche, un cuarto de kilo de grasa, seis huevos y harina de maíz.
Preparación: se cocina el arroz con la leche. Una vez bien blando y seco se retira del fuego para que se enfrie. Se bate la grasa de vaca con los huevos y una vez bien batido se mezcla con la pasta de arroz. Se agrega harina de maíz hasta formar como para armar las rosquitas. Se mete al horno.
Comentario: en Quiindy se fabrica una chipa con arroz hervido y se le agregan harina de maíz, un poco de grasa, huevo y queso. Se amasa muy bien y se cocina como las otras chipas. Está vigente.
Chipa asador mandi´o mbokajáre
Ingredientes: mandioca cocinada y pisada, coco triturado o pisado y sal.
Preparación: se mezclan muy bien los ingredientes, se amasa y se cocina colocando la masa en el extremo de un palo. Se cocina sobre fuego directo.
Comentario: esta variedad hacía una anciana que vivió 106 años en Ndavarú, compañia de Carapeguá, de nombre Maria Ursula Ojeda. La familia casi no comía carne en aquella época.
(x) De la revista VIDA (Diario ÚLTIMA HORA),
Asunción, Paraguay. Se cita aquí a la experta en esta materia, Margarita
Miró, a quien se la hace una entrevista: “cuyos hallagos- según la revista-
están ya escritos en un libro que pronto estará en circulación a través de
la Editorial Servilibro. El texto incluirá las 70 recetas”. Enero 200l.