14. Parte
!Mi Paraguay, tú sabes que me has hecho tuya! Renée Balansa de Checa
DEL PARAGUAY PROFUNDO El Paraguay, país mestizo
por: Adriano Irala Burgos
El Paraguay es un pueblo mestizo, lo que hoy decimos con precisión, un país pluriétnico y pluricultural. El núcleo campesino de la población paraguaya es preponderantemente mestizo y hay que hacer notar que más que biológico, tal mestizaje es cultural. El guaraní y el español son lenguas que conviven, que se apoyan entre sí, y luchan sin destruirse. Mi patria paraguaya es el único país de América donde una lengua indígena se convirtió también el lengua de la sociedad englobante. Es la creación de un pueblo nuevo, es su afirmación en castellano y guaraní, lo que quiere decir en castellano paraguayo y en guaraní paraguayo. No hablamos el castellano de Madrid ni el guaraní de los indígenas sino las lenguas nuestras construidas con cuatrocientos sesenta y ocho años de mestizaje. Recordemos aquí que en 1580 cuando la Asunción multiplicaba sus fundaciones, los cuatro mil mestizos fundaban pueblos partiendo desde su sede asuncena hacia todas las direcciones de la rosa de los vientos. Un Paraguay raigal Cuando decimos hoy que el Paraguay es un país pluriétnico mencionamos a ese Paraguay raigal, esos campesinos que piensan y hablan castellano del Paraguay y en guaraní del Paraguay. También pienso yo en los indígenas que no se mestizaron, de diecisiete etnias y cinco troncos lingüísticos. Pensamos en todas las otras etnias de origen europeo, asiático, americano o africano, que conviven en esta geografía y en nuestra historia. Paraguay desde su mestizaje, desde su categoría de país pluriétnico y pluricultural es Paraguay para el mundo. Comienza la aventura con la presencia histórica y mítica de Alejo García en 1524 y su muerte trágica. Asunción es fundada en 1537 por Juan de Salazar y pronto comienza a destacarse la presencia de un vasco, Domingo Martínez de Irala, quien funda Cabildo y Casa Fuerte con plaza e iglesia en 1541. El Fuerte de Nuestra Señora de la Asunción fue establecido en 1537 y los otros recaudos para que la fundación fuera efectiva los hizo Irala cinco años después. De ambos acontecimientos históricos nació la relación de cultura y sangre con los carios guaraníes que habitaban la región de la Bahía de Asunción. El mismo Irala tuvo hijos de varias indígenas y las recuerda en su testamento de 1556 cuando se preparaba a morir. Fue Irala un gobernante que favoreció, en el momento del nacimiento del pueblo paraguayo, esta unión de sangre y de cultura. No hay raza paraguaya, no hay raza guaraní, hay un país pluriétnico y pluricultural, que desde la originalidad de su acto creador habla en castellano paraguayo y en guaraní paraguayo. En todo momento nuestra historia fue una lenta y sostenida afirmación de nuestro mestizaje entre amores y odios. La razón de ser de nuestro pueblo paraguayo, su arraigo y su esperanza es el mestizaje. Desgraciadamente esto se ignora cuando se cuenta la leyenda rosa del español que viene de Europa a llevarnos de nuestra condición de salvajes a la civilización. También se la ignora cuando se pregona la existencia de indígenas que vivían en un paraíso, destruido por un invasor, portador de todos los males de la tierra. Esta última visión carece absolutamente de sentido histórico. Hay en 1537 tanto como en 1992 un mestizaje que se afirma en la lengua, transmitida maternalmente, y en la presencia geográfica realizada con enormes dificultades desde Asunción gracias a aquella fundación de pueblos por españoles, mestizos e indígenas. Sabemos construir el mundo Asumamos los paraguayos sin ridículas pretensiones de pureza racial ofendida por dominadores extranjeros, nuestra condición de país pluriétnico y pluricultural, que parte desde la forma como paraguayos sabemos construir el mundo, la afirmación del castellano y del guaraní, los nuestros, que hemos amasado en forma de dos lenguas paraguayas durante más de cuatrocientos años. Nada más extraño entonces a nuestra condición que el reclamar una pureza real tonta, ofendida por los dominadores, y destruida, porque el paraíso de origen se perdió. La historia es más compleja, más rica y más noble en sus múltiples posibilidades. Es tan paraguayo el español que hemos amasado durante este lapso en la paz y en la guerra, como el guaraní de nuestros chamanes o de nuestros periódicos populares que nos sirvieron para construir nuestra calidad de patria abierta al mundo. El racismo se ha constituido en la ideología destructora de la convivencia humana y se ha disfrazado tanto en la prepotencia del que llega como la supuesta pureza racial y bondad de costumbre, del que vivía en esa geografía. No hay raza paraguaya ni raza guaraní porque raza tienen los animales y ahí se quedan. Hablar de raza paraguaya es equiparar a esta nuestra historia con la vida de una vaca o una gallina. En este 12 de octubre pienso en lo mucho que este encuentro de pueblos con sus amores y sus odios nos ha entregado a los paraguayos. Tenemos una patria que construir donde todos nuestros grupos étnicos se realicen humanamente.
por: Mario Halley Mora Reunión de gente selecta, de alta calificación intelectual y cultural. La discusión es sobre bilingüismo. Las posiciones, a veces, extremas... Somos torpes en hablar castellano a causa del guaraní, y viceversa. Pensamos en guaraní y hablamos en castellano. El "yopará" es una ineludible barbaridad idiomática suscitada por nuestra ambigüedad lingüistica. Qué se debe hacer en el campo, si enseñar en guaraní o en castellano. En suma, cuestiones que parecen que nunca van a tener una salida razonable. Hasta que de pronto surge una reflexión reconciliante, de un viejo conocedor de estas cosas. Los dos idiomas tienen SU importancia, en SU esfera de influencia. Yo, paraguayo, me regocijo, me enternezco y me siento sacudido por un hermoso poema en guaraní de Teodoro S. Mongelós, Darío Gómez Serrato, Félix Fernández hasta Ortiz Guerrero. Incluso, con los poemas y canciones de Emiliano E. Fernández en los que intercala versos en guaraní y castellano. Dichos poetas no tienen igual en el manejo de la mágica musicalidad del idioma, su misterio, su parentesco con la naturaleza, su panteismo florido, la onomatopeya y el flujo caudoloso de la palabra-idea. Certifican la riqueza del guaraní y hacen del guaraní una joya cultural que debemos conservar a toda costa, quizás apoyando menos a los académicos artificiosos y más a los poetas espontáneos paridos por las selvas, los caminos y los pueblos. Pero yo, paraguayo, tampoco puedo enseñar a mis hijos qué es el concepto de año de luz en astronomía en guaraní. Ni podré jamás decirle en guaraní qué es una prescripción treintenaria, ni contarle lo que son las ondas hertzianas, ni qué es un precipitante en química, ni qué es el peso atómico en física, ni cómo se dice teorema, o hipótesis, o tabla logaritmica. El vocabulario castellano de la electrónica, de las comunicaciones, está a mil años de luz del guaraní, como también jamás podré explicar qué son los superconductores y las fibras ópticas que están revolucionando la ciencia y la técnica aplicadas. De ahí que lo postulado por aquel juicioso señor es lo sensato. Estar orgulloso de nuestros dos idiomas, y usarlos allí donde prima su riqueza y su poder de comunicación, y hasta si se quiere forzando algunos arcaismos, pasear el alma de la raza sobre vientos guaraníes, pero vivir en lo material de este siglo tecnológico y científico, con el castellano, que en ese aspecto es más rico e incorpora vocablos nuevos sin mucho esfuerzo, porque es un idioma abierto por su universalidad. Un idioma para el sentimiento, otro para la inteligencia, que tanto escasea hoy día en nuestro país, dicho sea de paso. Al final de cuentas. Salvando algunas consideraciones filosóficas, pocos pueblos mestizos como el nuestro tienen la oportunidad de tener un idioma para el espíritu, otro para el cuerpo, o uno para el corazón y otro para la mente; o un idioma que nos tiene sujetos a nuestras raices ancestrales y otro que nos proyecta a la civilización del siglo XXI. La cuestión sería aceptar, ponderar tan rica dualidad, y enarbolar con orgullo un rasgo cultural irrepetido en el mundo entero, donde los idiomas trazan fronteras, certifican castas, dividen en clases, mientras que aquí, conviven, unen, nos dan identidad de la que estamos orgullosos. Y entretanto, aceptar el yopará como inevitable subproducto de nuestra absoluta falta de atención en el bilingüismo paraguayo.
Nacimiento y triunfo de la Guarania (x)
Hagamos un poco de historia sobre este nombre genérico, de no lejana creación en el cielo folklórico del Paraguay, para esclarecer fehacientemente por ser, el que suscribe, testigo de este alumbramiento, que a la sazón pertenecía a una misma entidad musical que el creador de la Guarania, José Asunción Flores. A la vez, que no se tergiverse la verdad de este hecho, porque a la fecha ya comienzan a tejerse falsas leyendas. Corría la década del 20 y la mejor organización musical que existía en Asunción era la Banda de Policía, tanto en comparecencia como en disciplina. Era su director, don Nicolino Pellegrini, un músico italiano que llegó al Paraguay con una compañia lírica; se prendó de este país y se afincó definitivamente en él y fue secundado por varios destacados músicos, también oriundos de Italia, así como el director Salvador Déntice. En los últimos años de vida, el maestro Pelligrini era como un director vitalicio, pues dejaba ya esta responsabilidad al maestro Déntice y compartía con nosotros como una figura patriarcal de la música. LAS RETRETAS. Los Jueves y Domingos en las primeras horas de la noche, se realizaban las retretas en las plazas Uruguaya, Italia, siendo el repertorio de lo más selecto, en su mayoría de grandes maestros italianos y alemanes, pero el broche de oro de los conciertos siempre era una polca paraguaya o una galopa, con gran regocijo del público, pues se le regalaba así un poco de eireté ca´agüí (miel silvestre). Esto llamó la atención del futuro creador y despertó en él la inquietud de lo que sería luego el motivo mismo de su existencia y se acercó al cordial y bondadoso maestro Pellegrini para hablarle sobre el tema, que más tarde fructificó en una composición titulada: "Capricho paraguayo", hermosa obra musical que nos legó el inolvidable maestro italiano. Flores, entre sus compañeros tenía su confidente, con quien cambiaba ideas, pues ponía mucho fuego en su empeño y ya surgían también sus detractores. Nunca se le había ocurrido componer, tampoco había estudiado armonía, pero sí era un buen lector de música y excelente ejecutante de trombón. Quien lo apoyaba con más sinceridad era Rudecindo Lugo, extraordinario ejecutante de bombardino. Un día tomó el tema de Rogelio Recalde "Maerapa reicuaase", dulce melodía paraguaya y lo instrumentó para la Banda de Policía; terminado el trabajo se acercó tímidamente al maestro Déntice para mostrarle la partitura y pedirle si se podia ejecutar como final de las retretas, ya que era habitual el cierre de las mismas con música nativa. Este lo recibió con un poco de recelo y le dijo que consultara con el maestro Pellegrini, quien lo aprobó con simpatía; ya en los ensayos presenta Flores esta melodía nativa muy conocida y siempre ejecutada en tiempo "allegro", ahora con un ritmo más cadencioso, en tiempo "andantino", en un 6 x 8 ternario, con una sustancia nueva en su armonización. Aquí llegó la culminación y se produjo la division de opiniones, ya abiertamente en el seno de la entidad musical, mientras unos lo apoyaban, otros se erigían en detractores. Trasciende los umbrales de la Banda de Policía. NACE EL COMPOSITOR. Después del experimento con"Maerapa reicuaase", Flores se decide a crear su primera composición y la bautiza con el nombre de un hermoso río del Paraguay, "Jejuí". Quedaba un problema que resolver y era que carecía de un nombre genérico; había que encontrar una voz nuestra que estuviera en consonancia con el espíritu paraguayo. Consulta entonces con los amigos y llega a personalidades como Delfín Chamorro, Leopoldo Elizeche, el profesor Morosoli, la pianista Emilia Troche, quien ejecutaba los escritos experimentales del incipiente creador. (En una oportunidad, el que escribe, estuvo presente en el domicilio de esta colabodora de Flores, escuchando esos balbuceos de la Guarania naciente); y recurre a la literatura paraguaya y se encuentra con las palabras del gran poeta Molinas Rolón, donde reza: "Y fue también Guarania, la región prometida como tierra de ensueño, de ilusión y de vida, donde nacieron las flores suntuarias de robustas pasiones y gestas fabularias " y entonces optó optó por la palabra "guarania" como nombre genérico de su creación musical. Pero Flores, desconocía que este vocablo ya lo había empleado el insigne Dr. Moisés Bertoni, en su libro "Civilización Guaraní". Recibió el primer saludo del periodismo paraguayo y nada menos que, de Facundo Recalde, en su periódico llamado "La Palabra"; pero quien tomó su defensa como propia, fue el vehemente Víctor Montórfano y llegó a oídos del querido maestro, nuestro lírico Ortiz Guerrero, la idea "rara" de un joven músico de la Banda de Policía, que estaba creando polémicas entre sus propios compañeros y fuera de ellos. El poeta manifestó su deseo de conocer al protagonista de la polémica y fue Darío Gómez Serrato, también músico de la Banda de Policía y felíz poeta guaraní, el gestor del encuentro entre Flores y Ortiz Guerrero. Desde ese instante, entre músico y poeta nació una perdurable amistad y de allí hasta su muerte, Ortiz Guerrero se erigió en animador y consejero del creador. Estos apoyos que iban respaldando su labor creadora, lo hacían sentirse más seguro en su embestida y en realidad podemos señalar que no fue una mera ocurrencia la determinación de Flores de tomar como base de su creación musical, una expresión nativa más cadenciosa de la llamada "polca paraguaya" y más pura por la fuente de su origen, o sea que se halla menos expuesta a las contaminaciones foráneas, como el "purajhei asy" (que la gente de la ciudad llama despectivamente "purajhei coyguá"), que es la madre de la GUARANIA. El hallazgo de Flores fue muy acertado, porque representa el acento más autóctono del Paraguay, pues hijo de este país, por temperamento sentimental, hallo con exactitud la expresión de su espíritu, pero con ropaje nuevo. Al darle un marco más desarrollado le da oportunidad a sus sentimientos a explayarse con más profundidad. Así salieron a luz las composiciones que dieron lumbre y jerarquía a la música paraguaya. La primera, como dijimos fue "Jejuí" y le dedicó al diario "Crítica" de Buenos Aires; esta composición no tenía letra y la escribió para trío. Luego "Arribeño resay" y "Ka´aty" ambas con letra de Fontao Meza. Después nació "India" cuya primera letra también fue de Fontao Meza, pero en una serenata que Flores llevó a Ortíz Guerrero, este poeta quedó prendado de la melodía y formuló una nueva letra, que es la que se canta en la actualidad. Mientras ésto ocurría, las orquestas populares de Asunción empezaban a ejecutar "Arribeño resay" y el pueblo a entonar sus versos. Después continuaron apareciendo otras composiciones y así conocimos "Kerasy", "Mburicaó", "Nde rendápe ayú", "Ñasaindype", "Ajhendú nde sapucai", "Pyjharé pyté" , con la aprobación del pueblo paraguayo. EN SÍNTESIS: Flores, al crear la Guarania desarrrolló el ritmo de los acentos autóctonos, dándole una extensa variedad de acentuaciones rítmicas, que ofician de base brindando oportunidad a la línea melódica de remontar un vuelo lírico de mayor amplitud. Detrás de Flores surgieron nuevos valores y siguiendo la ruta señalada, contribuyeron y contribuyen a enriquecer el acervo musical. La GUARANIA trascendió sus fronteras y a la fecha, como un cordial y fraterno mensaje de armonías de la nación guaraní, llega a todos los rincones de la tierra.
Más información sobre los maestros J.A. Flores y M.C. Ocampo,
haga click sobre lo subrayado. Muere el creador de la guarania
Nuestra edición del miércoles 17 de mayo (1972) incluyó la triste noticia del fallecmiento del maestro José Asunción Flores, ocurrido en la víspera en la ciudad de Buenos Aires, donde vivía exiliado y donde le llegaba la ignominia politiquera desde Asunción, con la que se pretendía manchar su nombre y su talento.Pero igualmente le llegaban la admiración y la gratitud del auténtico pueblo paraguayo que supo valorarlo en su exacta dimensión.
Darío Gómez Serrato, uno de los mejores poetas en lengua nativa de todos los tiempos, memoró a Flores en artículo publicado por ABC Color el jueves 18 de mayo. Extraemos estos párrafos: "Ya en la banda de músicos de la Policía de la Capital, iniciamos nuestras correrías por los barrios orilleros, José Asunción Flores al frente, con Manuel Rivas Ortellado, Gerardo Fernández Moreno, Donato R. López, Félix Fernández y Samuel Aguayo, dominando Punta Karapa, en la Chacarita, donde bebíamos de manos de la embrujadora mujer payagua la agridulce chicha. De ahí, José Asunción Flores llevaría en su privilegiada memoria el pasaje más auténticamente folclórico con mayor felicidad logrado en su poderosa creación "Punta Karapa me Serrato ndive". Lllevaría en el diapasón de su espíritu dilecto, hasta Buenos Aires, para darle cuerpo, vida y alas, con la colaboración de Carlos Miguel Giménez, Emilio Bobadilla Cáceres, Agustín Barboza, Félix Pérez Cardozo, Agustín Larramendia, Luis A. Velilla, todos autores de primera fila. Inseparables éramos con José Asunción Flores para salir en serenata cantando a dúo con la guitarra. Cantaba Flores y era capaz de pagar para que nos llevasen a cantar. Pero adolecía del saludable mal de la risa. Nunca podía terminar una estrofa sin interrumpir con la incontenible carcajada. Y vuelta a empezar para volver a tropezarse con la risa eterna. Hasta que perdida la paciencia del que lo llevaba hasta la incauta novia, salíamos corriendo como almas que lleva el diablo", Las travesuras de maestro "Si salíamos a corrtear de día -recuerda Gómez Serrato-, Flores golpeaba en los zaguanes más lujosos para preguntar por la casa de Gustavo Adolfo Bécquer, de José Santos Chocano, de Víctor Hugo, etc. Y ante la negativa de la persona que nos atendía, seguíamos andando al compás de su risa juguetona. Pero a pesar de su ánimo bromista y externamente alegre, en el fondo, era una gruta de recónditas angustias. Cuántas veces a la medianoche de nuestras serenatas nos llegabamos a la Plaza Uruguaya a descansar y allí, rememorando su origen y derivaciones, dejaba caer las lágrimas que le quemaban ya prematuramente el corazón. En la última carta que nos escribió no hace mucho, nos hablaba de su desvelador deseo de volver a la patria querida para escribir su último poema heroico-musical en el mismo escenario de Cerro Corá y volver a corretear por los lugares de nuestra confidente mocedad". (Hasta aquí las palabras de Gómez Serrato). Nuestro diario, a más de las entrevistas con quienes conocieron a Flores, le dedicó una columna de la que transcribimos estos conceptos: (El nombre de Flores) está inmortalmente unido a esa forma cultivada de la música popular -la guarania- que hoy tiene renombre universal. Sus creaciones musicales han impuesto carácter a posteriores expresiones de ese arte en nuestro país. El compositor, al crear esa forma que él mismo denominara "nuevo horizonte extendido al desarrollo de la música paraguaya", desarrolló el ritmo de los acentos autóctonos.
Gente
Quién pensaría, un siglo atrás, que un rústico hijo de vecino podría llegar a ser uno de los más grandes de la ejecución y composición guitarrística de los últimos tiempos. En un apacible pueblito de las onduladas praderas misioneras, vino al mundo Agustín Barrios, uno de los músicos más importantes que conoció el Paraguay. Sorprendió un día a un forastero de afinado y sensible oído y espíritu generoso que lo arrancó del calor hogareño, le abrió las puertas del mundo del arte y le dio alas. !Para qué! No paró hasta que un día de agosto de 1944 su corazón enfermo y cansado le arrebató la vida. Y a la humanidad, el deleite de la belleza de su arte. Tanta era su genialidad que se llegó a compararle a Segovia como intérprete, a Chopin como compositor y a Paganini como virtuoso. Su muerte, hace 50 años, fue el fin de su vida, pero el principio de su leyenda. Cada día, desde entonces, su figura, su recuerdo y el reconocimiento a su calidad artística crecen a pasos agigantados. Su arte ganó fama y seguidores, no solo en su país, sino también en los más dispares confines del mundo. Artistas de la talla de Alirio Díaz, Abel Carlevaro, John Williams, Sharon Isbin, Liona Boyd y el japonés Suzuki le dedicaron su arte. En poder de Agustín Barrios, la guitarra se redimió de su fama de bohemia y pendenciera. Dejó de ser, dice con Viriato Díaz Pérez, "auxiliar protervo de la mala aventura amorosa..". De las cualidades del instrumento, dice: "No hallaremos en ella la sonoridad brillante que impresiona; no tampoco los recursos admirables - y fáciles- que han hecho universales a otros instrumentos privilegiados; no la extensión pentagramática, que apenas pasa de tres octavas ( ). Pero, a la manera de Soneto en la literatura, que dentro de su restricción y concisión puede ser perfecto, y que siendo inmodificable, puede cristalizar en un canon las más elevadas ideas y emociones, la caja sonora ( ), puede sintomizar en sus cuerdas tensas, todo un mundo de sentimientos desde lo refinado romántico hasta lo puramente popular y folklórico". Tan desprestigiada andaba la guitarra, que el nombre de "guitarrero" vino a ser un estigma para quien lo poseía. Pero un día apareció en el firmamento americano un "bohemio" pregonando "llevo en mí el plasma de una vida inquieta,/ y en mi vagar, incierto peregrino/ !el arte va alumbrando mi camino! ". Era Barrios, el "artista admirable, el más grande de su género", como dijo el gran literato brasileño Coelho Netto cuando le escuchó tocar la guitarra. Y escribió: "Cuando Agustín Barrios acercó al pecho el pérfido instrumento, como si quisiera hacer pasar a él su corazón, esperé las voces anatematizadas, los sonidos lascivos de la serenata, las melodías lánguidas que embriagaban a las víctimas de los antiguos raptadores de honra "Y, he aquí, que las cuerdas no vibraban sino rumorosas y suaves
y yo sentí que algo me afectaba como la revelación de una nueva
armonía
Más información sobre Agustín Pío Barrios; haga click sobre subrayado.
Acerca del maestro Herminio Giménez El pétalo de un recuerdo (x)
por: Juan Manuel Fretes -Papote- Hermino Giménez, inolvidable artesano de la musa, será recordado con actos especiales al cumplirse dos años de su desaparición física. Este sábado, a las 18.30, se oficiará una misa en su memoria en el templo de San Roque González de Santa Cruz. Asimismo, está anunciado para este viernes un calificado recital de música en el restaurante La Curva, donde los artistas nacionales dejarán un vivo testimonio de que el autor de "Cerro Corá" es eterno en el alma del pueblo. Nos confesamos como fervorosos partidarios de este ídolo popular a quien lo vimos actuar por primera vez en el escenario del Boxing Club Paraguayo, dirigiendo una gigante orquesta folclórica, cuyos integrantes estaban vestidos de ponchos y pañuelos azules. Fue allá en la primavera política de 1946. Allí estrenaba una composición que tituló "Chovy purahéi", un canto esperanzado por el retorno de añejas tradiciones. El paso del tiempo nos llevó a estar de cerca en un formidable concierto registrado en el Teatro Municipal, en el año 1953. Entonces tuvo un permiso precario para entrar al país, y ese ídolo popular regalaba a la patria una jornada memorable. Se incorporaba por primera vez el arpa paraguaya a la orquesta sinfónica. Fue entonces, Luis Bordón, ese fenómeno del legendario instrumento nativo, el que se integraba al destacado plantel para sumar su aporte de sentimiento a la composición "El canto de mi selva", toda una selección de paisajes de las tierras de Amambay. Aída Lara, infatigable difusora de nuestro acervo cultural, desde su puesto de trabajo en Radio Nacional nos acercó a la intimidad del maestro. Señálese la tarea de la locutora que anuló presiones de todo tipo, en épocas difíciles para desconocer órdenes de arriba por las cuales existían prohibiciones de difundir temas de autores que estaban en listas negras, como Herminio, José Asunción Flores, Francisco Alvarenga, Carlos Lara Bareiro y otros. Sin duda, todo esto posibilitó que conociéramos a un hombre excepcional, no solo por su ilustración en el plano musical sino su versación intelectual, y específicamente valoramos su notable estatura humana. Su casa, en uno de los puntos féricos de la capital argentina, Sarandí 666, constituyó el epicentro de reunión de todos los compatriotas residentes en ese país (una rara especie de embajada "karape"), donde Hemrinio y su inseparable María Victoria resolvían grandes y tremendos problemas. Una alquería nativa librada a peñas interminables, carpinteria de ensueños, y hasta llamaradas incontenibles por el retorno al cauce institucional del país. Un anecdotario de novela desperdigado con inocultable simpatía por el hijo de Caballero. Pisó escenarios de todo el mundo, y cuenta su esposa que en sus recorridos por ciudades de la "Cortina de hiero", al hacer gala de su carísma interpretando guaranias y polkas a bordo de un tren, le confundieron con un cura romano. Fue notable su entendimiento con hombres de diversas culturas. No eligió el destierro, lo desterró su dignidad de artista, diría Germán Arciniegas. Herminio en verdad tuvo presencia de dignidad en el arte paraguayo. En la noche interminable de su proscripción dejó afirmaciones valientes de paraguayidad, con dos temas que ya están entre los clásicos de nuestra música: "Renacerá el Paraguay" y "Marcha de la libertad", ambos con letras de Néstor Romero Valdovinos.
Más información sobre Herminio Giménez, haga click sobre lo subrayado
Emiliano R. Fernández, lopista
por: Mario Rubén Álvarez
Tras la Guerra de 1864-70, el espíritu de los paraguayos quedó dividido en dos. Los vencedores fueron los buenos, los derrotados los malos. Los que llegaron con las tropas invasoras y establecieron un Gobierno títere de los que seguían humillando a los sobrevivientes, eran los buenos. Quienes por convicción o por temor -terror más bien- siguieron al Mariscal López en su penuria infinita, eran los malos. Una vez más, para que se cumpliesen los invariables ritos ded cada postguerra -en cualquier parte del mundo donde la barbarie derrama sangre- los triunfadores impusieron sus hombres y sus condiciones. Con el correr de los años, las actitudes con respecto a López se plasmaron en dos bandos concretos e irreconciliables: lopistas y antilopistas. Juan E. (Emiliano, no Emilio) O´Leary, en las décadas del 900, fue una de las cabezas visibles de los que buscaban la reivindicación del Mcal. López. La prensa y los púlpitos habilitados para la oratoria eran los escenarios donde la flama del debate se encendía. En medio de esta polémica nacía, el 8 de agosto de 1894, Emiliano R. Fernández. En la década de 1920, cuando su postura en favor de la defensa del Chaco era bien difinida, apuesta por la figura del Mcal. López y ensalza el heroísmo de los combatientes de la triste Guerra Guasu, calvario y tumba de nuestro pueblo. ¿De qué - o fuentes- Emiliano bebió el agua de sus convicciones? ¿De su simple adhesión a la causa militarista o de la influencia externa de alguien? Es difícil hallar una respuesta en un terreno donde solo se puede caminar a tientas, en el karugua incierto de la oralidad. Se podría, sin embargo, conjeturar que la influencia de su tocayo -de quien era muy amigo- O´Leary tuvo que haber sido relevante. Las batallas en favor de López pronto tuvieron dos frentes: en la prensa y en los espacio públicos de exposición del pensamiento, en el mundo intelectual -por decir de alguna manera- , con O´Leary; y en el ámbito de la cultura popular, con Emiliano R. Fernández. La producción poética del vate, oriundo de Yvy Sunu, Guarambaré, da fehaciente testimonio de su adhesión a López: "Cerro Corá", "Marzo ko´ëme", "Huella histórica", "Tuyami", "Soldados del 70", "Lomas Valentinas", "lro. de Marzo" y "Tetã rembe´ype". Obra suya, sobre el mismo tema, es "Mariscal kurusúpe". El atento y cordial amigo concepcionero Teófilo Javier Medina Valiente -sobrino del mayor Lorenzo Medina, autor de la poesía "Reikuaa nga´u ra´e", musicalizada en su homenaje por José Asunción Flores- nos hizo llegar detalles del nacimiento de esa composición. En 1930 se formó una comisión para visitar al año siguiente Cerro Corá. El objetivo era continuar la lucha por la reindicación del López, que se daría unos años después, en efímero gobierno del coronel Rafael Franco. La comisión pro peregrinación -así se llamaban- estuvo integrada por Romualdo Irigoyen, el pa´i Pérez (Ernesto Pérez Acosta, salesiano), Natalicio Olmedo, Félix Cáceres, Juan A. Caballero, Lorenzo Medina -el poeta y militar que para entonces había regresado del exilio tras la revolución entre liberales sáko mbyky y sáko puku, entre 1922 y 1923-, mayor Paulino Ántola, mayor Francisco Caballero Álvarez -"Pancholo", hijo del general Bernardino Caballero- y otros, cuyas firmas obran en el documento que posee el Museo de Concepción. Medina Valiente accedió al mismo a través del director del Museo e historiador concepcionero Pedro Alvarenga Caballero. De la marcha a Cerro Corá tomaron parte 1.200 personas provenientes de toda la República. Estaba también un periodista uruguayo de apellido Valparda, quien habló en el acto, realizado a orillas del Aquidabán-nigüí. Emiliano, quien se sumó a la delegación en Concepción,
escribió para esa oportunidad y recitó Mariscal kurusúpe.
Una vez más el poeta ratificaba su pensamiento lopista.
Postales de la épocal colonial del Paraguay (x) Nada que temer
Sacábanse y se alineaban a lo largo de él las camas de estos dignos ciudadanos y, si uno pasara hacia las diez de la noche, era una vida singular y primitiva verlos prepararse para el reposo nocturno, o ya gozando de él. Podía verse a algunos, sentados al lado de sus camas, bostezando o fumando sus cigarros; otros, desvitiéndose con la máxima sangre fría; aquí uno roncando, el otro conversando con su vecino y todos sin la menor idea de lo insólito con que la escena se ofrecía a ojos extranjeros. Prevalecía la misma costumbre, más o menos, en toda la ciudad. Camas y gente dormida obstaculizando el camino por todas partes. Yo dormía en el corredor de mi patio, pero estaba cerrado a la vista pública por un murallón externo". Guilllermo Robertson. Cartas del Paraguay
"Las mujeres hacen casi un arte del caminar garbosamente, lo mismo que del bailar " Costumbres y caracteres sociológicos. "Antes de la revolución, el Paraguay estaba gobernado muy suavemente por los españoles y jamás fue destruido por guerras. Por eso los naturales no guardan ningún rencor contra los españoles, como es el caso en otras provincias de Sudamérica. Si se persigue a un español, ello sucede tan solo a instigación de gente mala. Los niños respetan mucho a sus padres y, en general, la juventud respeta a los mayores; así, por ejemplo, ningún niño fuma en presencia de su padre ni se sienta. La educación de los hijos es bastante descuidada y los muchachos, a decir verdad, no reciben ninguna. Las mujeres están poco acostumbradas a aparecer en sociedad y son, por eso, tímidas por desconfianza con respecto a sí mismas. Sin embargo, demuestran más aplomo y ánimo en su comportamiento que los hombres y tienen en el trato una decencia innata. A pesar de ello no encuentran molestia alguna en meterse en hamacas en presencia de hombres que pertenecen al círculo de sus amistades, columpiarse y continuar la conversación. Las mujeres hacen casi un arte del caminar garbosamente, lo mismo que del bailar. ( ) En las tertulias están de costumbre sentadas en filas y hablan poco, pero son harto diligentes con el bastidor, con el cual saben hacer finos trabajos, especialmente cierta hermosa clase de puntillas. En la ciudad las mujeres tratan de imitar la moda europea, pero en la campaña andan descalzas y vestidas con una camisa y una batilla que están fijadas en la cintura por un cinturón. La camisa lleva un escote cuadrado, bordada con hilo negro y no sin gusto en los bordes superiores e inferiores, lo mismo que en los de de las mangas cortas, pese a que ellas no entienden nada de dibujos y que sus diseños, como los de los indios en las antiguas Misiones, prueban que no tienen ninguna idea de la perspectiva". De Juan R. Rangger. Viaje al Paraguay
La visión del gran naturalista sobre las repúblicas del cono sur Darwin, el viajero (x)
Según sus biógrafos, fue esa célebre expedición del Beagle la que inspiró su teoría sobre la evolución. Charles Darwin (1809-1882) contaba con 22 años al arribar -provisto de una gran erudición en ciencias entomológicas, botánicas, zoológicas y geológicas- a tierras americanas. Como buen viajero decimonónico, el naturalista no se limita a recoger fósiles, describir cuadrúpedos o tomar muestras pétreas: los países recién independizados ofrecían políticas y costumbres bien llamativas a la curiosidad del joven inglés. Apenas llegado, visita cerca de Río de Janeiro una colina que albergó un tiempo a un grupo de esclavos cimarrones. Los soldados pudieron capturarlos a todos, " a excepción de una anciana, quien, antes de retomar las cadenas de la esclavitud, prefirió lanzarse al precipicio". El hombre cuya teoría, deformada en el darwinismo social, sería usada por el pensamiento racista, observa con dolor: "Realizado por una matrona romana, este acto sería celebrado, diciendo que fue motivado por el noble amor a la libertad; realizado por una pobre negra, se contentan con atribuirlo a la más brutal terquedad". De la esclavitud al genocidio Tiempo después, Darwin se entrevista con el general Rosas, quien a inicios de la década del 30 dirigía una campaña de exterminio de "indios bravos". Y queda horrorizado ante "el hecho cierto de que se masacra a sangre fría a las mujeres indígenas que parecen tener más de veinte años. Ante mi indignación en nombre de la humanidad, me respondieron: "¿Qué podemos hacer? !Estos salvajes tienen tantos hijos!". Su periplo por el Brasil, la Argentina y el Uruguay le permite presenciar no solo la esclavitud y el genocidio, sino también la "barbarie" de los pobladores del interior. Muchos consideran su brújula o su caja de fósforos como elementos de hechicería. "Me preguntan si es la Tierra o el Sol el que se mueve; si hace más calor o más frío en el Norte. ( ) Casi todos tienen una vaga idea de que Inglaterra, Londres o Norteamérica son tres nombres diferentes dados a un mismo lugar". Al joven estudiante de Cambridge le cuesta entender esta ignorancia en ricos propietarios "de ganado por millares y de estancias muy extensas". De quienes alaba, sin embargo, la generosa hospitalidad ya proverbial en estas tierras. Políticos y jueces Las clases "más altas, más educadas" de las ciudades tienen otras carencias: allí reinan "la sensualidad, la irreligiosidad, la corrupción más desvergonzada. ( ) Puede comprarse a casi todos los funcionarios: el director del correo vende estampillas falsas, el gobernante y el primer ministro se entienden para robar al Estado. Y no se puede confiar en la Justicia, desde que el oro se mezcla en el asunto". O acota, con pesimismo: "Hoy el pueblo espera todavía llegar a establecer una república democrática, pese a la ausencia total de principios en los hombres públicos, mientras el país rebosa de militares turbolentos y mal pagados". A diferencia de los golpes de Estado y revoluciones frecuentes en le Confederación argentina, el naturalista percibe a los uruguayos interesados en unas elecciones próximas, aunque no muy exigentes respecto a sus políticos. Escucha "a algunas personas discutir sobre las cualidades de los diputados de Colonia, diciendo que, pese a no ser negociantes, todos sabían firmar, y que no había razón para pedirles más conocimiento que ése". El Paraguay visto por Darwin Remontando un Paraná bien escaso de embarcaciones, Darwin observa: "Aquí parecen desdeñar uno de los dones más preciosos de la naturaleza, un río que podría unir a dos países: el uno, Argentina, de clima templado, donde algunos productos abundan y otros escasean; y el otro, Paraguay, que posee clima tropical y un suelo que, según el mejor de los jueces, A. Bonpland, es único en el mundo por su fertilidad. ( ) Hasta la muerte del Dr. Francia, estos dos países deberán permanecer tan distintos entre sí como si estuvieran situados en las antípodas de la Tierra". Aquí el naturalista repite, quizá, versiones corrientes en esos años: "Pero violentas revoluciones -violentas en comparación a la calma tan poco natural que hoy reina allí- desgarrán ese país cuando el viejo tirano desaparezca. Ese país deberá aprender, como todos los Estados de América del Sur, que una república no puede subsistir mientras no se base en hombres que respeten los principios de la justicia y el honor".
Un amigo de la cultura guaraní Juan María Gutiérrez (x) por:Luciano Pablo Grasso
Juan María Gutiérrez nació en Buenos Aires el 6 de mayo de 1809. Se recibió de ingeniero agrimensor, dedicándose, en su juventud, a esa profesión. Fue un notable participante del Salón Literario de 1837, junto a Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría. En el discurso que pronunció durante el mismo, señaló su programa de estudios americanos. Exiliado, a partir de 1840, realizó investigaciones documentales en archivos de Chile, Ecuador y Perú, entre 1846 y 1852. Descubrió así la literatura colonial y conoció sobre el terreno las grandes culturas aborígenes. De retorno a la Argentina, luego de la caída de Rosas, como veremos, realizó una importante tarea como Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación. Retirado de la política, ejerció el rectorado de la Universidad de Buenos Aires de 1861 a 1873 y continuó su tarea cultural hasta su fallecimiento en 1878. Gutiérrez es reconocido como el primer crítico e historiador de la literatura continental. Sobre todo por su América Poética (Valparaíso, 1846), donde presenta a cincuenta y tres poetas de once países y, para realizarla, estableció una red de correspondencias con escritores de Chile, Ecuador, Perú y otros países. Esta obra constituye la primera antología de los poetas líricos sudamericanos y fue el origen, por imitación, de las antologías que aparecieron posteriormente. Aunque aquí no trate el tema, el pasado de la literatura colonial le debe mucho a Gutiérrez, porque, investigando en los archivos mencionados, dio a conocer a escritores americanos de los siglos XVII y XVIII. Guitérrez, investigador infatigable, de una integridad intelectual intachable, tuvo, sin embargo, la oportunidad de ejercer funciones diplomáticas. Fue, como dijimos, Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, entre 1854 y 1856. Actividad poco conocida, aun en la Argentina, posiblemente porque enfrentó a la política mitrista. A principios de 1855 el ejercito imperial brasileño ocupa la República Oriental del Uruguay y la flota remonta el río Paraná amenazando a la República del Paraguay. Con motivo de esos sucesos, Juan María Gutiérrez, el 30 de enero de ese año, dirige una circular a los ministros plenipotenciarios de Francia, Inglaterra, los Estados Unidos y el encargado de Negocios de Portugal. Advierte que la Confederación se muestra respetuosa del principio de autodeterminación de los pueblos y está llamada a representar un papel destacado "en favorecer especialmente la independencia de los Estados Americanos que le son vecinos". Finalmente, Juan María Gutiérrez culmina su tarea como director de la política exterior confederal; el 7 de mayo de 1856 suscribe, en su carácter de Ministro, un tratado con el Brasil. Por el mismo, ambos gobiernos ratifican y aseguran la independencia de las Repúblicas del Paraguay y del Uruguay. Gutiérrez rescata y revaloriza el pasado indígena, la América Antigua. Actitud muy diferente a la de Sarmiento, para quien los indígenas eran "primitivos y bárbaros". El argentino, en "De la poesía y la elocuencia de las tribus de América" (Revista de Buenos Aires, 1869), descubre que las tradiciones de orígenes, religión y mitos "no pueden considerarse sino como resultado de la inventiva de sus naturales humanamente inspirados". Por esas manifestaciones, los indígenas, lejos de "bárbaros", son "varones inspirados, elocuentes e inteligentes". Gutiérrez, en su trabajo "Mitología de las naciones de raza guaraní" (Revista del Río de la Plata, 1872), menciona cierto mito de los guaraníes y concluye: "No es menos cierto que la labor intelectual y manual de los indígenas contribuyó, a la par de la del europeo, a la realización de esas gloriosas adquisiciones de que con razón se atribuye a los pueblos civilizados". El argentino reconoce en los guaranties un saber civilizatorio. Juan María Gutiérrez, en el trabajo nombrado en primer término, menciona la flora de la región guaranítica, saber que había aprendido leyendo al padre Antonio Ruiz de Montoya, Félix de Azara y M. Dorbigny. Recuerda la embarcación realizada en el amplio seno del tronco del timbó, del agua que utilizaba para calmar la sed, contenida en el centro del caraguatá, y de las entrañas del ysypó. En "Algunas observaciones sobre la lenguas guaraní y araucana" (Revista del Río de la Plata, 1871), comenta el Tesoro, el Vocabulario y la Gramática del padre Montoya. Destaca el carácter polisintético o de lengua aglutinante del idioma. Y critica "el grave defecto de las gramáticas compuestas por los misioneros, debido a que las expresaron en los moldes de las de origen latino y griego, no respetando las leyes peculiares de formación del guaraní. También juzga profundamente erróneo el injerto, en el tronco de los idiomas americanos de "un lenguaje teológico y matafísico" que distorsiona la intelectualidad y las costumbres de los indígenas. Adelanta, pues, cuestiones que volverán a plantearse en el siglo XX. Finalmente, en ese trabajo, proporciona una lista de palabras y verbos guaraníes y su traducción a nuestro idioma. El investigador, en carta a Esteban Renis, de 1862, hace una propuesta novedosa para la época. Sugiere la entrega de semillas de algodón a los indígenas del Chaco. Luego de cosecharlo, propone que lo vendan a los pobladores criollos por dinero. Así se evitará, en ciertas estaciones del año, lleguen a Salta y Tucumán para cortar y moler la caña de azúcar. Tarea, señala, que los envilece "porque no producen nada que los saque de la miseria". Gutiérrez sugiere convertirlos en pequeños agricultores, dueños de su producción realizada en su propia tierra. De esta manera se sustraerían a la esclavitud ejercida sobre ellos por la oligarquía azucarera de esas provincias. Juan María Gutiérrez fue, en su época, el primer historiador de la literatura continental, unánimemente reconocido. Pero aquí he destacado su poco conocida defensa del Paraguay y la afición por la cultura guaraní. Siempre recodaremos a Gutiérrez, hombre fraterno con los pueblos hermanos de Sudamérica.
Un amor imposible Jasy morotï por: Mario Rubén Álvarez El amor es una canción compartida, un beso deseado y dado por dos, un sueño en pareja. Cuando ello no ocurre es, sencillamente, un imposible. Y es lo que le sucedió a Darío Gómez Serrato -hijo del cónsul de Corrientes, Florencio Gómez, y de doña Ángela Serrato; nacido el 18 de enero de 1900 en Trinidad y fallecido el 13 de diciembre de 1985 en el mismo barrio de la Capital-, músico de la Banda de Policía, pero sobre todo poeta. "Él es maestro de maestros. Está por encima de todos nosotros", admitió Emiliano R. Fernández, avaro en calificativos de admiración. Su hermano Florencio -que llevaba el nombre de su papá- visitaba
como novio a Pabla Denis Roa, con quien se casaría y tendría
10 hijos. Martes, jueves, sábado y domingo era para él sagrados,
porque en esos días caminaba desde Trinidad hasta Recoleta para llegar
a la casa de su amada. Cuando caminaba hacia la casa de Rosa - a veces, con la esperanza de que cambiara el trayecto de las circunstancias-, la luna le acompañaba. En febrero de 1927 -según está fechado en el poemario Yasyyateré, de Gómez Serrato, cuya primera edición se hizo en la imprenta Zurucu´a, de Manuel Ortiz Guerrero, en 1929, y se reeditó 50 años después -convirtió en vocablos lo que probablemente habitaba ya en su mente mucho antes. Así nació el poema que tituló Ñasaindy jave, que, luego, ya con música de Herminio Giménez, el pueblo titularía de manera defintiva Jasy morotï. En los versos el poeta narraba su desgracia amorosa. Allí confesaba que como un mba´asy po´i -tuberculosis- le va minando ese amor sin futuro. La obra está concebida como una serenata en la ventana de la amada. "Papá le hizo escuchar a Rosa en una serenata la obra que había escrito para ella, cantando el propio José Asunción Flores. Aun así, sus padres se mantuvieron intransigentes", relata Nabuco. Como el noviazgo no se concretó, papa tomó luego un rumbo diferente. Rosa Denis Roa se casaría después con otro", comenta Nabuco. La canción cobró alas y construyó -independientemente de sus autores- su destino. "Se decía, antes de la Guerra contra Bolivia, que al que cantaba se le aparecía el espíritu de la luna y se enfermaba de mba´asy po´i. Después de la Guerra vino una epidemia de tuberculosis y se comentaba que todos los enfermos habían cantado Jasy morotï, por lo cual contrajeron el mal", rememora Nabuco, partiendo de testimonios recogidos de boca de su padre. "Como en una parte dice: Che tavy haguéma reikuaava´erã, se creía también que el autor era un loco. Papá se reía cuando me contaba eso", concluye Nabuco Gómez Serrato.
Figuras de ayer y de hoy Renée Balansa de Checa El imperio de la tierra
En este caso hablaremos de una escritora que escribió en su mayoría en francés, pese a haber nacido en Villarrica. Si no fuese por el interés que su obra despertó en el poeta Natalicio González, poco podríamos haber conocido de sus encendidos versos. Parabras que se referían desde lejos: !Mi Paraguay, tú sabes que me has hecho tuya! Se llamaba Renée Balansa de Checa (1896-1963). Murió lejos del terruño natal, en la localidad del Mentón, en los Alpes Marítimos Franceses. Pudimos conocer un poco de su biografía en el libro El Parnaso Guaireño, de Romualdo Alarcón Martínez, editado por Editorial Intento, allá por 1987. El autor señala que la autora de tiempo en tiempo regresaba a su tierra natal para sumergirse en la vida campesina, y advierte que su obra ha pasado casi desapercibida en la vida cultural de Asunción. Escribía en francés, y en ese idioma publicó su primer libro, que tituló Sillages, que salió de la imprenta en 1933. Apunta el investigador Alarcón Martínez que cantaba a la vida del mar, la melancolía de los viajes, las islas herméticas, cuya visión generan los ensueños. Allí celebra las ciudades legendarias que blanquean sobre el sol africano como Magreb, Tetuán o Tánger. Señala asimismo que la autora se impregnaba de las tristezas de las ruinas de los palacios milenarios. Pero el autor de la biografía de Renée Balansa de Checa señala que su voz de pronto se tornaba más profunda, más emocionda cuando se alzaba para evocar su tierra guaraní, que estaba siempre presente en su corazón. Tal es así que publica un libro, siempre en francés, que se titular Ma terre guaraní. Allí, siempre al decir del cronista, logra revelar, con una intensidad casi trágica, el imperio impetuoso que la tierra ejerce sobre los seres a los que sirvió de cuna. Cabe señalar que en la bibliografía mencionada se transcribe íntegramente la versión en catellano de Ma terre guaraní. Allí podemos sentir todavía el aroma de su inspiración. Belleza y soledad en tu seno moran O: Si es cierto que se va descalzo
Ésta es la punta de un ovillo, que habla de una vida que ya pasó pero que tiene una fuerza literaria que aún hoy conmueve, como esto escrito por ella y que parece ser su epitafio: Sin lápida sea mi fosa,
|