Plaza Uruguaya, selva aromada, Oh pajarera de mi canción, orgullo mío, cúpula amada, el oratorio de la Asunción.” |
Manuel Ortiz Guerrero, quien con el maestro José
Asunción Flores crearon la guarania: Paraguaýpe, dedicado
a la capital de la República del Paraguay, Asunción.
Del Paraguay Profundo
La ciudad en que vivimos
Los lugares de José Asunción Flores
Asunción como nombre
por: Juan Manuel Prieto
(Fotógrafo)
Que el verdadero nombre de José Asunción Flores era José Agustín es uno de los datos que menos se conocen del gran compositor paraguayo. ¿En qué momento adoptó el nombre de la ciudad que lo vio nacer? No importa: lo que sí nos emociona es que lo hizo por amor a esta capital que tantas veces negó el regreso.
Flores vivió la mitad de su vida fuera de Asunción, y no por voluntad propia, sino por la intolerancia política que en más de una ocasión le condenó al exilio. La mayor parte de esa larga ausencia le pasó en Buenos Aires, donde desarrolló una parte sustancial de su obra y desde donde se proyectó al mundo musical internacional. Muy querido y respetado como músico y compositor, en las décadas vividas en la capital argentina tuvo un corazón abierto a los compatriotas residentes o simples visitantes.
A nadie sorprende que en la distancia haya llevado recuerdos muy vivos de su ciudad natal, y cuentan que estaba siempre ávido de recibir noticias de Asunción. “Hablábamos de la Chacarita. Del famoso Ycuá Cuímbae, que estaba antes en el Pasito, el Chorro..”, contaba el popular músico Alejandro Cubilla en una entrevista.
Y es que, en la misma proporción en que el ritmo por él creado, la guarania, tiene toda la cadencia de la ciudad de naranjos y jazmines, también en estas calles quedan huellas de los pasos del maestro, cuya niñez y juventud transcurrieron un tanto en el atrio de la iglesia de San Roque, otro tanto en las casas del modesto vecindario y tantas veces en la policía como precoz raterito primero, como integrante de la banda después.
Las partes de un rompecabezas
Un libro recientemente editado bajo la coordinación de nuestro colega Antonio Pecci, Tributo a Flores, se nos ofrece ahora como un maravilloso mosaico para descubrir y conocer un poco más de su vida y nos lleva de paseo por los lugares que para él fueron tan entrañables en la Asunción de la primera mitad del siglo XX. Se trata de 38 entrevistas a importantes personalidades que lo conocieron, más una sinopsis biográfica y una bibliografía. Así, de los recuerdos de gente como Elvio Romero, Augusto Roa Bastos, Raquel Chaves, Carlos Federico Abente, y tantos otros grandes de la cultura, revivimos la vida del maestro y los escenarios más importantes de sus vivencias.
No hace falta nombrar que ya el tema Paraguaype, con letra de Manuel Ortiz Guerrero, nos habla con emoción profunda de su amor a la ciudad y- qué ironía- esa despedida escrita por el poeta quien la enfermedad incurable arrancaba de los suyos y de los lugares amados, sería también una despedida simbólica, pero por razones políticas, de Flores.
En ese recorrido no podemos dejar de lado a Punta Karapá, el barrio donde pasó tantos momentos con Darío Gómez Serrato y al que dedicó un conocidísimo tema. Hoy allí se encuentra el museo que con justicia lleva su nombre. Y a un costado de Punta Karapá estaba el hotel Cosmos conocido después como Terraza Caballero, donde en 1925 se estrenó Jejuí, su primera guarania.
Muchos son los lugares de Asunción que reviven en las apasionantes entrevistas que componen Tributo a Flores, por ejemplo, el Café Polo Norte, donde Flores actuó como músico, y la Farmacia Americana (en Chile y Manduvirá), donde se reunían tantos intelectuales y artistas paraguayos. Por eso es difícil extraer un capítulo como el más representativo, pero no nos resistimos a reproducir las palabras de Osvaldo Momper, quien cuenta que “una madrugada, José Asunción volvía de una farra, cansado y con sueño. Hacía calor. Era verano tal vez. Cerca de la Recoleta se detuvo junto al arroyo Mburicaó…y en medio de esa maravilla que su sensibilidad de artista captaba, se quedó profundamente dormido. En sueños, Flores tuvo lo que llamó una anunciación”.
Y fue así como ya al día siguiente nacía otra guarania: nada menos que Mburicaó.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 22-23 de junio de 2002 (Asunción, Paraguay)
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre el libro Tributo a Flores, escribir a: vidaliasanchez@highway.com.py, y : pecciv@uhora.com.py
La ciudad en que vivimos
Los lugares de José Asunción Flores
Pero la música no murió (x)
por: Juan Manuel Prieto
(Fotógrafo)
No puede decirse si lo que José Asunción Flores contaba del origen de Mburicaó era verdad o simple fantasía. Para componer, Flores no necesitaba mucho, aparte de una gran creatividad y disciplina…¿Quién puede decir ahora si para componer Jejuí el maestro visitó realmente el río que dio nombre y cadencia a la obra? Aparte de eso, aparentemente, Flores no era hombre de mucha bohemia ni mucho menos un vagabundo, aunque la vida lo llevó a lugares bien definidos, como por ejemplo Boquerón, donde participó enla famosa batalla.
El ámbito del gran creador de la guarania nunca fue el suburbio, sino el centro. Por eso, inclusive, llama la atención de que en una celebración de Semana Santa haya estado en Trinidad. En cambio, pertenecía al centro y durante sus primeros años de vida deambuló bastante por lugares no lejanos de la Chacarita. El atrio de la demolida iglesia de San Roque, Punta Karapã y el cuartel de policía, ubicado entonces al lado de lo que es hoy el Colegio de la Providencia, fueron algunos de los lugares más frecuentados por él y otros niños del barrio.
Ya su trato con la Plaza Uruguaya fue menos equilibrado. Dicen que allí, en un momento de rabia, enterró su guitarra.
De adulto vivió en la calle Amambay –hoy Rodríguez de Francia- y muchas de sus actividades se desarrollaban en las cercanías. Sobre la calle Antequera, a un paso de Teniente Fariña, se encontraba la imprenta Zurucuá de Manuel Ortiz Guerrero, y allí habría de nacer una de las asociaciones más fecundas de la cultura paraguaya, digamos de paso en perjuicio de otro grande, Rigoberto Fontao Meza, quien fue el primer letrista de guaranias.
Un recorrido por la ciudad
Esa fuerte integración del guaireño Ortiz Guerrero con el asunceno Flores y la ciudad de Asunción daría como fruto una de las más hermosas y perfectas composiciones: Paraguaype, un conmovedor recorrido por la ciudad, que, como dice Olga Blinder, “emociona a todo paraguayo que se encuentra lejos de su patria”. La obra es de 1929 y en ella ya nos hablan de la “cúpula amada, el oratorio de Asunción”, aun antes de que el bello templo estuviera terminado.
En la dimensión en que Flores conocía el centro, este espacio que muchos no quieren que muera le recompensó con aplausos: de niño..¿acaso soñaría Flores con que su obra Jejuí fuera estrenada precisamente en el Cosmos, en las puertas de Punta Karapã, un establecimiento muy elegante y de moda en la década del 20, y que después pasó a llamarse Hotel Terraza, para convertirse en discoteca Alcatraz poco antes de su demolición.
Después vendrían otros estrenos. Así, por ejemplo, Gallito cantor y otros temas del prolifíco compositor serían estrenados ya en el Café Polo Norte, lugar donde Flores ya actuaba como músico. Y a propósito de este café, contemporáneo de otros como el Felsina, el Central y el de la Bolsa, aunque muchos sostienen que se encontraba en Montevideo y Palma, otros insisten en que era el que se encontraba en un bello edificio en Chile y Manduvirá. Si no, ¿cómo se llamaba este elegante café bien ubicado frente al tribunal y en diagonal con la Farmacia Americana de Arturo Alsina, un con mesas de mármol y sillas vienesas, donde ya a media cuadra de distancia se sentía el atractivo del café?.
La década del setenta fue demoledora en varios aspectos: moría Flores y al mismo tiempo morían varios escenarios característicos de Asunción. Se sucedieron ininterrumpidamente las demoliciones, se construyeron altos edificios, San Roque adquirió un nuevo templo, muy diferente al de la época de López. Y así murieron también varios recuerdos, no así la música de Flores, que sigue siendo uno de los más grandes patrimonios que tiene nuestra ciudad.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 29-30 de junio de 2002 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Amplia información sobre José Asunción Flores. Haga click sobre lo subrayado.
(x)
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"...ha
ñasaindýro |
PARAGUAÝPE es un tributo emocionado a la
capital de nuestro país y pertenece a diarios, a las inquietudes y angustias, a
la actividad tesonera y a las esperanzas de la gran mayoría de los pobladores
de los barrios de Asunción. Es un canto de homenaje a los barrios de esta
ciudad capital".
El poema constituye una emocionante declaración de amor magistralmente llevada
al pentagrama por el creador de la Guarania.
PARAGUAÝPE, antaño |
Manuel Ortíz Guerrero José Asunción Flores |
PARAGUAÝPE Plaza Uruguaya, selva
aromada, Che amomorãva ku umi
burrera, Puerto Sajonia mi
desvarío, Purahéi pópe ko che
amokãva, Es la bahía joya
amatista, |
(x) Del Calendario 2000/01 editado por la rama paraguaya de Itaipú Binacional (Asunción). Agradecemos la autorización de la Asesoría
de Comunicación Social de dicha entidad. Más información en esta Página Digital: Flores
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Barrio con nombre de poesía
Che mandu´ávo Loma Clavel-re
El poeta busca un espacio de gloria de la música paraguaya,
pero su búsqueda resulta infructuosa y lo expresa en una obra que habla de ausencias
por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta)
¿Puede alguien nacer en lugar con mayor poesía en el nombre que Loma Clavel? Casi con toda certeza, quienes hayan visto la luz de la vida en este barrio asunceno –que hoy, lastimosamete, ya no se llama así-, traían ya en la sangre el beso candente de la poesía y en los labios el agua fresca de la música.
Allí nacieron o vivieron alguna vez –según lo que consigna Miguel Ángel Rodríguez en sus Semblanzas biográficas de creadores e intérpretes paraguayos- ”Emilio Bigi, Fortú Barrios, Agustín Barboza, el Dúo Riveros-Echague, Juan Galeano Morel, los hermanos Cáceres (Emilio Bobadilla Cáceres y Cristóbal Duré Cáceres) y Carlos Ramírez”.
Loma Clavel. !Oh, Loma Clavel! ¿En qué recodo del viento estaba situado este lugar con tan poética identidad? ¿Qué permanece en pie de este pedazo capitalino ubicado casi a orillas del río Paraguay? ¿Dónde están sus emblemas y sus hijos, artistas que leventaron vuelo desde su breve territorio?
Éstas y otras preguntas tuvo que haberse hecho el poeta –también juez durante la dictadura stronista- Antonio Escobar Cantero para escribir Che mandu´ávo Loma Clavel-re en relación a ese barrio ubicado en las inmediaciones de lo que hoy es la Plaza Rodríguez de Francia, cerca del Hospital de Clínicas y frente al Cuerpo de Defensa Fluvial de la Marina.
Agustín Barboza –que, en realidad, había nacido en el barrio San Gerónimo, en las barbas de Loma Clavel- le confirmó al Dr. Stilver Cardozo, investigador de nuestro folclore, que ése era el dominio del tan mentado Loma Clavel. Escobar Cantero plantea en su letra que busca una Loma Clavel que siempre escuchó en las canciones, pero que ya no encuentra –igual a la evidencia con la que se enfrenta el poeta español Francisco de Quevedo cuando dice: Buscas en Roma a Roma, !oh peregrino!/ y en Roma a Roma no la hallas- en su búsqueda.
En vano pretende ubicar el sitio en el que el caazapeño Carlos Talavera y Manuel Ortiz Guerrero compartieron una noche de canciones y el recordado Bar ”Juanchi”. Tampoco logra dar con el Bar “El Suspiro”, al que el bandoneista Emilio Bigi dedicó una obra con ese nombre. (El Dr. Stilver Cardozo asegura que la empresa de transporte colectivo La Chaqueña ocupa el local que antes era ese bar, en el ángulo oeste de la Plaza Rodríguez de Francia.)
El poeta menciona también al autor de la música de Vy´a´ÿ jave, Carlos ”Pechito” Ramírez, y a Emilio Bobadilla Cáceres, quien visitaba a su madre Isabel Cáceres en ese lugar.
-Ehendumína tokájo ko poesía ajapo va´ekue. Hetáitema niko ahendu oñeñe´ërö Loma Clavel-re, pero che ndajuhúi mamópa oime (Tocayo, te pido que escuches esta obra mía. Ya mucho escuché hablar de Loma Clavel, pero no la encontré todavía) –cuenta el músico y compositor AntonioOvelar, nacido el 22 de marzo de 1947 en el barrio Pinozá de Asunción, al recordar lo que Antonio Escobar Cantero le dijo al llegar a su casa del barrio San Vicente con la letra en la mano, en1983.
Ovelar escuchó los versos y prometió a su amigo componerle la música. El artista –que había integrado los conjuntos “Los Rutilantes”, “Cuatro par el Mundo” y “Los Guaireños”, así como el “Trío Asunción” y el cuarteto “Los Troveros de América”, fundando finalmente el grupo vocal “Los Cumbreños”- comenzó a trabajar inmediatamente.
“No me fue difícil hacer la música porque me gustaba la letra”, comentó Antonio Ovelar. Tras hacerle escuchar a su coautor, un tiempo después, “Los Cumbreños” grabó la composición en memoria del perdido barrio con nombre de poesía.
Ha Loma Clavel
hetáitema purahéipe
che nde réra ahendu
ha asë akokuehe
ahekávo jahechápa rojuhu.
Aguatárö aguatave
ha maymáva ohasávape aporandu
mamoitépa opyta
oho haguépe opurahéivo
Talaverandi Manú.
Ndaiporivéima pe Bar Juanchi
opaite ára vy´a hague
mbarakapúpe vy´apavë
omanombáma ko´ë mboyve.
El suspiro oñatoï Emilio Bigi
mborayhu ha ikorasö apyterë
ahenduvaicha che képe
Carlos Ramírez violín pu ko´ë mboyve.
Hendague mante opyta Bobadilla
oho haguépe ohecha isy Isabel
che purahéi tane´añua
ko pyhare vevuimi Loma Clavel.
Letra: Antonio Escobar Cantero
Música: Antonio Ovelar
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 24-25 de agosto de 2002 (Asunción, Paraguay).
Es la Loma Clavel
Un barrio de mi Asunción
Que siempre olvida al dolor
Porque rie su alegría.
Sus mujeres están
Brindándonos con su amor
Suspiros hechos de luz
De canción y de armonía.
Entretanto en “Juanchi”
Un bar alegre y feliz
Naciendo ya una canción
Para aquella a quien admiro.
Y entregarle, al pasar,
La flor de mi inspiración
Que luego en su corazón
Se abrirá con un suspiro.
Son así confidentes de nuestro cantar
La discreta mesita y el vino del bar
Y ese claro arroyuelo que lleva en su andar
Al amante susurro de nuestro soñar.
-Armonía-
Hay un suspiro que suele llevar
Ecos lejanos de nuestro cantar.
Letra: C. Martínez y Emilio Bigi
Música: Emilio Bigi
Un pueblo al cobijo de la cruz y el esfuerzo (x)
por: Luis Verón
Vinieron bajo el auspicio de su fe, con la esperanza en un futuro apoyado
en el trabajo. Y mucha fe y mucho trabajo mediante, luego de décadas en las que
la constante fue el esfuerzo y el tesón, los eslavos del Paraguay forman parte
del país que ayudaron a construir.
Recorrer el sur del país nos lleva a enfrentarnos con
un Paraguay tan diferente a otras regiones de la geografía nacional. De hecho
que, allende el Tebicuary, uno ya se enfrenta con ese otro país. Una suerte de
amortiguamiento ante una realidad tan dispar.
No sólo el paisaje cambia: las serranías y collados son sustituidos por las
suaves ondulaciones de la campiña franca y casi ilimitada, y cuanto más meridional,
el paisaje gana en consistencia, por la roja tierra del Paraná.
Como ninguna otra, desde siempre, toda la región recibió una continua presencia
exótica. En los primeros años de la colonización fue asiento de las célebres
reducciones de indígenas, dirigidos por evangelizadores europeos. En tiempos
más cercanos, recibió el aporte de la inmigración masiva de diversas
nacionalidades, fenómeno que le dio su impronta y acrisoló su carácter.
Entre las muchas culturas que se asentaron en esa parte del país, en la
mesopotamia entre el Tebicuary y el caudaloso Paraná -aunque más cerca de éste
que del otro- está la eslava, una colonia que se estableció en la zona y de
donde irradió su cultura a parte de esa amplia comarca y a otros puntos del
país.
La historia -o las historias- de las diversas colectividades que vinieron a
hacer el Paraguay -porque gran parte de lo que somos como país, se lo debemos a
nuestros compatriotas provenientes de la inmigración-, con el transcurso del
tiempo se va desdibujando y diluyendo en la historia grande de toda la nación.
Pero, de tanto en tanto, aparecen "arqueólogos" que buscan y rescatan
de las garras del olvido o de la ignorancia, aspectos fundamentales de la
memoria de tal o cual colectividad.
Roberto Zub Kurylowicz es uno de esos "arqueólogos". Con su obra
"Tierra, trabajo y religión", minuciosamente va armando el rompecabezas,
escarbando, escardando, desmenuzando los mil y un detalles que hacen a la
presencia eslava en el Paraguay, especialmente en la región meridional, tomando
el compromiso de llevar adelante el estudio de un tema que "aún no ha
sido abordado por la historiografía paraguaya", con el propósito de visualizar
las influencias del aporte eslavo en diversos aspectos de la realidad paraguaya.
El libro de Roberto Zub, es un buen instrumento para conocer las causas de la
"diáspora" de aquellos pueblos que, en su momento, por las razones
más disímiles, se vieron ante la alternativa de migrar o perecer.
Y muchas y variadas fueron aquellas razones: la crisis rural, los movimientos
sociales, las tragedias políticas y otros factores, hicieron que en diversas
épocas Europa volcara sus excedentes humanos a otras regiones menos pobladas y
con recursos casi ilimitados, que acogieron a aquellos trashumantes, donde, a
lo largo de más de un siglo, se fueron formando "nuevas europas".
Con respecto de la migración eslava, tema del libro de Zub, éste dice que
"la voluminosa migración de eslavos está asociada a cuestiones sociales,
económicas y políticas", a las que se sumaron la propaganda propiciatoria
de las agencias de colonización, que incentivaban a las gentes a abandonar sus
tierras de origen, en procura de una vida mejor.
Hacia nuestro país, según Zub, la presencia de inmigrantes eslavos se produjo
entre los años 1925 y 1953, aunque movidos por causas diferentes. En una primera
etapa, impulsados por cuestiones económicas y en la otra, huyendo de los horrores
de la segunda guerra mundial y sus consecuencias.
Estos inmigrantes se
establecieron en el sur del país, en los alrededores de la ciudad de Carmen del
Paraná, donde con sumo esfuerzo, iniciaron su vida paraguaya:
"Es
difícil explicarles todo, cuando no se tiene la menor idea de la realidad
paraguaya. A primera vista, todo parece bien: el país es lindo, la gente
simpática, tierra buenísima. Pero intente limpiar el área para sembrar. Usted
toma una franja de bosque impenetrable, trenzado con bejucos y espinas, donde
sin un hacha no puede dar un paso. Si cortas un árbol, se queda colgado sin
caer (...) El bosque es húmedo y no se quema, por lo que hay que repetir la
quema. Los troncos que quedan se pueden cortar con serrucho; hay que sacarlos,
pero eso es como hacer un trabajo forzado, porque los árboles son duros y
pesados como el hierro (...); los campesinos paraguayos, mal que bien, mueven
la tierra con azada y plantan entre los troncos la mandioca y el maíz. Sus
exigencias no son muchas: tener un techo y comer mandioca hervida, eso les
basta. Ahora, nosotros tenemos más exigencias, y lograrlas con semejante
agricultura no se puede..."
Son las expresiones de un inmigrante reproducidas en "Tierra, trabajo
y religión" y que plasman cabalmente los duros inicios de un pueblo en
tierra extraña, y que refleja, como dice Zub, "cómo se destiñeron los
colores del paraíso prometido", además de emitir una opinión realista
respecto a las diferencias étnicas entre inmigrantes y campesinos paraguayos.
En fin, "Tierra, trabajo y religión", de Roberto Zub, es una obra
como pocas. Busca rescatar los aspectos más notorios de la inmigración eslava
en el Paraguay, y ofrece al lector, una suma importante de informaciones sobre
compatriotas que conforman la pluralidad etnocultural de nuestro país.
Un autor
Roberto Zub Kurylowicz nació en la localidad itapuense de Carmen del Paraná, en
1952. Tiene varios títulos universitarios otorgados por centros de estudios
superiores del extranjero (Brasil, Nicaragua, Costa Rica). Se dedica a la
cátedra universitaria, y autor de varios libros publicados en el extranjero.
Un libro, una radiografía
La obra de Roberto Zub Kurylowicz permite conocer las causas sociohistóricas
que generaron la emigración eslava al Paraguay, en la primera mitad del siglo
XX. A lo largo de las páginas de "Tierra, trabajo, religión" , Zub
trata "el contradictorio proceso de formación de las colonias, donde se
han desarrollado las más variadas formas de vida: social, económica, cultural,
política y religiosa", pero, también, señalando cómo las sucesivas
generaciones "van produciendo un mestizaje e identidad diferenciada"
y cómo "al situarse en un modelo de producción capitalista, la tradición y
religión han perdido su primacía", aunque reconociendo la existencia de
"una continuidad y cambios en la construcción de las viviendas, la
culinaria, la familia y la lengua, variables que expresan las relaciones
sociales cotidianas y, en última instancia, la apropiación de las estructuras
del ser, pensar y sentir de los individuos".
(x) Del diario ABC COLOR (Revista dominical), 29 de septiembre de 2002 (Asunción, Paraguay)
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Desde el arpa guaraní (x)
Cuando el sonar de un arpa hechiza algún rincón del
mundo, es casi seguro que el provocador es un paraguayo. Pero detrás de esta
imagen creada para turistas que imaginan un país melómano y tropical, la
verdad dice que no celebramos con el entusiasmo de antaño nuestra música, y
que otros estilos conquistaron los medios y el corazón de los paraguayos. Si
los grandes escenarios populares hablaran, recordarían décadas pasadas, donde
las fiestas folclóricas elevaban la música paraguaya, dentro y fuera del país,
convocando y resumiendo al Paraguay en un sentimiento eufórico de
identificación. Dentro del contexto actual, Alfredo Colmán, musicólogo, basa
su tesis doctoral en el arpa paraguaya: "He pensado en el arpa diatónica
como un instrumento musical o símbolo que los paraguayos usamos y cómo nos
identifica o cómo nos aglutina a segmentos de la sociedad para construir
identidad. Estoy haciendo mi tesis acerca del arpa paraguaya. Me interesa
nuestra arpa desde el punto de vista histórico, su desarrollo como instrumento,
los géneros que se interpretan, la figura del arpa en su relación con el
músico que la toca, cómo el pueblo percibe el instrumento y lo convierte en
un símbolo de identidad. El enfoque de mi estudio toma el punto de vista
antropológico, musical, sociológico e histórico".
(x) Del diario ABC COLOR (Revista Dominical), 18 de agosto de 2002 (Asunción, Paraguay). |
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Interesante la entrevista de la periodista Lourdes Peralta, aunque hubieramos querido que el título sea: Desde el Arpa Paraguaya, y no; Desde el arpa guaraní, respetando, desde luego, el tono algo poético que le dio al mismo.
En el libro “Música y Músicos del Paraguay”, del Dr. Juan Max Boettner (3ra. Edición, 1997; reeditado por la Revista FA-RE-MI), señala lo sgte. (págs.250-251): ” Los indígenas y el arpa. Nuestro nativos no han conocido nada que se asemeje a un arpa. El único cordófono usado por ellos era el arco musical, monocorde. La expresión “arpa nativa” o “arpa india” no tiene pues justificativo. Debemos hablar del “arpa paraguaya”, pues si bien es un instrumento introducido por los españoles, ha ido adquiriendo características propias tanto en su construcción, como en la ejecución”.
Una investigación del historiador Alberto Duarte de Vargas revela que bajo la advocación de la Virgen de la Asunción se construyeron en nuestra capital varias iglesias. La actual Catedral, construida por Carlos A. López, es la sétima. Las anteriores han desaparecido por diversas causas: Una fue vendida y sirvió de prisión, otra se quemó y las demás, borradas por el tiempo, en nombre del progreso.
A la memoria de
Pusineri
Fulgencio R. Moreno, sin citar su fuente, afirma que Juan de Salazar construyó
la primera iglesia de la Asunción. Señala que ‘‘fue erigida en la casa fuerte
por el mismo fundador de la ciudad, siendo poco después ampliada por Ruiz
Galán, cuando pretendía el gobierno del Río de la Plata’’. Sin embargo, en
ningún documento de la época se menciona que conozcamos que al construirse la
casa fuerte se haya edificado una iglesia.
La primera: Ruiz Galán (1538)
La primera iglesia de Asunción fue mandada construir por orden de Ruiz Galán,
en 1538. En su Información de méritos y servicios, hecha en el real de Buenos
Aires, el 3 de junio de 1538, afirma: ‘‘Se vino a la dicha casa (la fortaleza
de Salazar), donde hizo una iglesia y dejó en ella, para que sirviesen a Dios,
al padre Francisco de Andrada y al racionero Gabriel de Lazcano y a los padres
fray Juan de Salazar...’’. Agrega que también ‘‘dejó en la dicha casa al dicho
capitán Juan de Salazar con cincuenta hombres con el bastimento que pudo, para
que se sostuviesen él, los dichos clérigos y religiosos, y dejóles asimismo
fragua, rescates y hierro’’.
El capitán don Carlos Dubrín refiere como testigo: ‘‘Y al tiempo que el señor
teniente de gobernador partió del dicho puerto de Corpus Christi al puerto de
la Asunción, que es en el río del Paraguay, este testigo fue con su merced y
estuvo presente a todo lo contenido en la dicha relación y vio que mandó hacer
la dicha iglesia en el dicho puerto’’ .
La segunda: Irala (1539)
La primera iglesia (de Ruiz Galán) tuvo un curioso destino. El escribano Pedro
Hernández, en su relación al rey fechada en Asunción el 28 de enero de 1545,
dice: ‘‘Una iglesia que hizo de madera en el río del Paraguay Francisco Ruiz
Galán, Domingo de Irala la vendió a los oficiales Cabrera y García Venegas por
cierto precio y otorgóles carta de venta de ella’’.
Esta venta debió ser entre junio de 1539 -cuando Irala se recibe de teniente de
gobernador- y marzo de 1542, pues consta que cuando apresaron a Cabeza de Vaca
esa casa (la ex iglesia vendida) le sirvió de prisión. Por lo tanto, tuvo que
construirse otra, o ya estaba en ejecución, cuando llega Alvar Nuñez a
Asunción, en marzo de 1542. Por un bando del 5 de abril de ese mismo año,
aplicó los dos tercios de las multas a quienes jugaban o deshacían armas para
las ‘‘obras de la iglesia de esta ciudad’’.
De madera y barro
Según Aguirre: ‘‘La primera iglesia del Paraguay fue una casa de madera y
barro que costó a Su Magestad 15 quintales de harina de mandioca, y 10 fanegas
de maíz, los que se pagaron de los diezmos del puerto, el día 28 de noviembre
de 1539, al capitán Domingo Martínez de Irala’’. Comprobantes de marzo de
1542 indican que Hernando de Breciaños hizo un facistol y una silleta para
el altar de la iglesia, y le pagaron 500 maravedíes. Además, se pagó ‘‘por
una plancha de cobre con el cual se compró un candelero para la iglesia de
la Asunción, medio ducado, y por una bandera azul para el altar, un ducado
y medio’’. De ahí el color azul se proyectó a la bandera municipal y al escudo
rescatado recientemente.
!Fuego!
En 1543, Asunción sufrió un devastador incendio. Un testigo presencial describe:
‘‘A 4 días del mes de febrero del año 1543, un domingo de madrugada, tres
horas antes que amaneciese, se puso fuego a una casa pajiza dentro de la ciudad
de la Asunción, y de allí saltó a otras muchas casas. Como había viento fresco,
andaba el fuego con tanta fuerza que era espanto de lo ver. El gobernador
hizo dar alarma para que acudiesen a ella y sacasen sus armas y quedasen armados
para se defender y sustentar en la tierra... quemóseles toda su ropa, y más
de doscientas casas, y no les quedaron más de cincuenta casas, las cuales
escaparon por estar en medio un arroyo. Quemáronseles más de cuatro mil fanegas
de maíz en grano, mucha harina y muchos otros mantenimientos, gallinas y puercos
en gran cantidad. Quedaron los españoles perdidos y destruidos, y tan desnudos
que no les quedó con qué se cubrir las carnes. Y fue tan grande el fuego que
duró cuatro días; hasta una braza debajo de la tierra se quemó, y las paredes
de las casas, con la fortaleza de él se cayeron’’.
También agrega Aguirre que ‘‘se quemó la iglesia y casi todo el pueblo’’.
Ante semejante desastre, solo cabía reponerse y reconstruir. El gobernador
y los oficiales reales acordaron al día siguiente: ’’Se haga iglesia nueva
y otros gastos’’. Esta será la tercera
La tercera iglesia de Asunción ocupó el lugar de la fundación
Siguiendo con la investigación del historiador Alberto Duarte de Vargas, concluimos hoy el ‘‘recorrido’’ por las siete iglesias que tuvo la capital: Inmediatamente después del incendio de Asunción, que quemó su iglesia en 1543, comenzaron los trabajos de reconstrucción. Se eligió un nuevo sitio para el templo, sobre la barranca del río Paraguay, en el lugar del antiguo fuerte fundado por Juan de Salazar.
El adelantado Alvar Núñez
Cabeza de Vaca afirma que poco antes de ir de expedición al norte, en 1543:
‘‘... y día de Nuestra Señora, de setiembre, dejó hecho la iglesia, muy buena,
que el gobernador trabajó con su persona en ella siempre, que se había quemado’’. Esta iglesia no estaba totalmente terminada.
El factor Pedro Dorantes se quejaba de que Juan de Camargo, teniente de contador,
se entremetía en cobrar los diezmos, con el pretexto de: ‘‘gastar por su mano
en la obra de la iglesia que se hace en esta ciudad, y que libra y paga de
los dichos diezmos, fuera de la orden que Su Majestad manda’’.
Al regreso de la expedición, los oficiales reales le tomaron cuenta de los
gastos, resultando poco más de 350 cuñas, gastadas ‘‘en la manutención de
los indios y pagas de otros artífices’’. El contador Felipe de Cáceres ordenó
a Dorantes, el 4 de noviembre de 1544, pagar ‘‘a maestre Miguel, carpintero,
valor de quince cuñas del ayunque que se le deben por lo que trabajó en el
edificio de la iglesia mayor de esta dicha ciudad’’. Esta es la mención más
antigua, donde se la nombra como Iglesia mayor.
El 15 de febrero
de 1547 se ordenó pagar el costo de una tribuna para la iglesia y en noviembre
de ese año se ordena devolver al factor Dorantes lo que gastó en una reja
y en el sagrario.
La estructura de madera del nuevo templo se inició por abril de 1543, bajo
la dirección de maestre Miguel, carpintero. El padre Martín González prestó
recursos para que Simón Méndez y otros indios fueran a cortar madera, pero
‘‘viniendo por el río se anegó la balsa de la madera y se perdió’’. Las paredes
eran de tapias.
El techo era de paja, por lo que el capellán Lazcano solicitó al Rey, el 1º
de marzo de 1545, que a la iglesia ‘‘... la cobijen de teja pues hay aquí
quien la haga’’. Para que esté presentable, se la blanqueó con cal.
Era pobre en ornamentos y los curas se quejaban al Rey de que no tenían capas
para las procesiones. El ara del altar, una campanilla, el cáliz, la patena
y un misal se adquirieron del racionero Gabriel de Lazcano. En marzo de 1546
se compró una caja para guardar los ornamentos sagrados y en noviembre del
mismo año se ordenó devolver a Dorantes lo que gastó en ‘‘un candelero para
las Tinieblas y en otras menudencias para el servicio de la dicha iglesia’’.
A principios de 1556, continuaba la obra. En su testamento, Irala solicitó
que se le entierre en la iglesia mayor; e hizo mandar a todas las iglesias,
monasterios y ermitas; especialmente una ‘‘a la fábrica de la iglesia mayor
de esta ciudad’’. Poco
después, en abril de 1556, en este templo tomó posesión de su obispado, fray
Fernández de la Torre. Esta fue la primera Catedral.
Unos meses después, Irala ‘‘se dedicó a la fábrica de una nueva y hermosa
capilla de Sagrario’’. Para ello fue en persona a dirigir el corte y labrado
de la madera. Pero se enfermó mortalmente y fue traído a Asunción donde falleció
en octubre de 1556. En julio del año siguiente, se pagó una suma muy elevada
por unos ‘‘cañones de fierro’’, con los que se hicieron las puertas de este
Sagrario.
Primer cura
El primer cura de la iglesia de la Asunción fue Francisco de Andrada, desde
el 7 de abril de 1538. Posteriormente le acompañaron Juan Gabriel de Lazcano,
Luis de Miranda Villafañe, Martín Armencia, Juan López de Fonseca, Francisco
González Paniagua y el bachiller Diego Martínez. Primer sacristán
fue Simón de Dios y le suplantó Juan García. Francisco Rodríguez fue el primer
mayordomo.
Los oficios religiosos los amenizaban los ministriles que eran músicos-cantores. Por julio de 1546,
se pagó dos ‘‘cochinas’’ a un tal Torres, por apuntar un libro de canto.
(x) Del diario ABC COLOR, 15-16 de agosto de 2002 (Asunción, Paraguay).
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A los 97 años a Herminia la vida le ha secado el habla pero no la sonrisa,
la que se enciende, desdentada y ya algo cansada, cuando se le recuerda
su peculiar linaje: es la única indígena chamacoca con sangre checa. Ésta es su historia. No creían
Visitas
Comunicación Espera
. En
sus Memorias, escritas en 1918, Alberto Vojtech Fric relató su historia
de amor:
Alberto
Vojtech Fric fue un importante viajero, etnógrafo, botánico y autor
de varios libros sobre los indios, con grandes méritos y aportes a
la ciencia mundial y al descubrimiento y el conocimiento de la raza
india y su cultura, señala una biografía publicada por Radio Praga
y divulgada a través de internet. |
(x) De la revista VIDA, del diario ÚLTIMA HORA, 10 de agosto de 2002 (Asunción, Parraguay).
Historia
Los balbuceos de la prensa paraguaya
Un semanario que marcó el inicio
del periodismo independiente en nuestro país
por: Margarita Durán Estragó
(Historiadora)
El periodismo paraguayo se inició en 1844 con la aparición de El Repertorio Nacional, editado en la imprenta Nacional recién fundada. A éste le siguió El Paraguayo Independiente, reemplazada luego por el Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles (1853), bajo la dirección de Juan Andrés Gelly. Durante más de una década estos periódicos, de carácter oficial, fueron los únicos medios de comunicación.
Los primeros intentos de libertad de prensa los estableció don Carlos Antonio López por decreto del 1 de agosto de 1855, aunque con ciertas limitaciones impuestas por su Gobierno paternalista, tendientes a ”mantener el respeto debido al orden público, a la moral y al honor y fama de los particulares”.
Bajo estas restricciones surgió Eco del Paraguay, “Periódico Político, Industrial, Comercial y Literario”, fundado y dirigido por Ildefonso Antonio Bermejo. El primer ejemplar apareció el jueves 19 de abril de 1855, siendo su único redactor el citado Bermejo. La administración general del periódico se hallaba ubicada en la calle Atajo (Alberdi), y en setiembre de 1856 se trasladó a la calle Del Sol (Presidente Franco).
El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles dio amplio destaque a su aparición: “Eco del Paraguay. Con este título se anuncia un nuevo periódico, cuyo prospecto se ha publicado y hemos leído con particular satisfacción; saludamos con el más sincero placer la aparición de este periódico, porque creemos que será un agente y promotor ilustrado y poderoso de los adelantamientos del país…Vemos con gusto que el redactor del Eco del Paraguay es hombre que conoce el país en que se halla: y esto hace esperar que sus trabajos serán presentados en el punto de vista, en los términos y en las proporciones convenientes a la inocente ignorancia, como dice Eco, de las masas: que el ilustrado redactor del Eco sabrá ponerse al nivel de la inteligencia de sus lectores, sin hacerse pueril o demasiado familiar. Lo que a nuestro juicio hace muy recomedable al nuevo periódico es que su redactor no se presenta como hombre de ideas preconcebidas: como uno de esos reformadores atropellados, que piensan que si el mundo no se arregla y conforma a sus ideas, el mundo va mal: con tales antecedentes es de esperar que el Eco del Paraguay tendrá larga vida, como sinceramente lo deseamos”. (Ejemplar No. 96 del 21 de abril de 1855).
Poco o nada ayudaron los esfuerzos de Bermejo y los augurios del Semanario, porque Eco del Paraguay no pudo celebrar su segundo año de fundación. Aun con el decreto de Libertad de Imprenta sancionado el 1 de agosto de 1855, el Eco del Paraguay no ha podido aventar opiniones políticas susceptibles de discusión, aun en el caso de que ellas favorecieran a los hombres principales del régimen (Efraím Cardozo).
Poco antes de la celebración del Congreso de 1857, el Eco del Paraguay propició la candidatura presidencial de Francisco Solano López, por la que el Semanario le asestó una dura recriminación al señalar cuanto sigue: “Creemos un mal ejemplo en la República el anuncio y discusión de una candidatura. El Honorable Congreso Nacional no necesitará de apuntamientos de ningún periodista para hacer su elección en la persona que hallare a propósito”. El 9 de abril de 1857 se publicó el ejemplar No. 108, y tras él sobrevino el cierre forzoso.
Ildefonso Antonio Bermejo Barrientos. fundador, director y único redactor del Eco del Paraguay, nació en Cádiz el 20 de diciembre de 1820. Cursó estudios de Filosofía y Derecho en Sevilla y en 1846 se trasladó a Madrid, donde estrenó y publicó algunas piezas teatrales, entre ellas: ”La Resurrección de un hombre”, drama en cuatro actos y en verso –1846-; ”El poder de un falso amigo” –1848-y ”Cenar a tambor batiente”–1850-.
Contratado por Francisco Solano López en Europa, Ildefonso llegó al Paraguay junto con su esposa Purificación Jiménez, en marzo de 1855. Don Carlos le encomendó, entre otras actividades, la fundación y dirección de la Escuela Nacional, convertida luego en Aula de Filosofía; la apertura del Eco del Paraguay y la creación del Teatro Nacional, hoy Teatro Municipal. Todas estas obras lo inició al mismo año de su arribo a la capital paraguaya.
Tras el cierre del Eco del Paraguay, don Carlos le confío la dirección del Semanario, reabierto en 1857; tres años después, fundó la revista La Aurora con la colaboración de Natalicio Talavera, Marcelina Almeida y Mateo Cuéllar, entre otros.
Regresó a España en 1863, donde siguió publicando piezas literarias y libros históricos. En 1875 se desempeñaba como archivero de la Biblioteca Nacional de Madrid, hecho que explica la existencia en ella de una colección completa del Eco del Paraguay. Murió en Madrid el 18 de diciembre de 1892.
No se guarda buen recuerdo de Ildefonso Antonio Bermejo en el Paraguay debido a que años despuésde su regreso a España publicó Episodios de la vida privada, política y social de la República del Paraguay, libro en el que se mofa del país, de sus costumbres y gobernantes. Sin embargo, los años que permaneció en el país –1855-1863- los dedicó por entero a la instrucción pública, al periodismo, al teatro y a la promoción de diversas actividades culturales, todo lo cual compensa ampliamente lo negativo de su actuación y arroja, al decir de Rafael Eladio Velázquez, ”un saldo a su favor”.
Con esta edición se viene a llenar un gran vacío histórico y periodístico, puesto que no existe en el Paraguay ninguna institución pública o privada, ni persona alguna que cuente con una colección completa; a lo sumo se conservan algunos ejemplares sueltos.
Esta publicación facsimilar del Eco del Paraguay se la debemos al ex primer secretario de la Embajada de España, don Alberto Virella Gomes, y su esposa, Carmen Arpal, quienes tramitaron desde Asunción, la microfilmación del mismo en la Biblioteca Nacional de Madrid, a pedido de la suscrita. Agradecemos también a la dirección del Archivo Nacional de Asunción, que nos facilitó su microlectura e impresión, y muy particularmente al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fondec) y al diario Útima Hora por haber apoyado su edición, y con ella su promoción y difusión.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 30-31 de marzo de 2002 (Asunción, Paraguay).
Uno de los más sensibles poetas en lengua española
hubiese cumplido esta semana 100 años.
Sus poemas son el testimonio de su arte y compromiso social
por: César González Páez
(Periodista)
“Tráiganme todas las manos,/ los negros sus manos negras,/ los blancos sus manos blancas”. Así escribe Nicolás Guillén en su poema “La muralla”, un claro indicativo de un corazón solidario. Celebramos esta semana el centenario del nacimiento de este noble, bohemio e idealista escritor cubano.
Para hablar de este hombre se deben decir cantando las cosas comprometidas, hurgar en el eficiente instinto del que encuentra las palabras como faros en la noche, sencillas como son las verdades más importantes de cualquier ser humano. Es por eso que leer a Guillén es jugar con el pensamiento, asumir convicciones de igualdad. Es sentir un lejano sonido de tambores, es entrar en la noche de la larga injusticia de los negros. Es tener en la cabeza consonantes bailando, pero no a la ligera sino sosteniendo ideas.
Tejía urdimbres de melodías, sus versos se cantaban solos como se entonan todavía. Los escribía como si no los hubiera escrito él sino como un mensajero que trae urgente correspondencia de una raza, hacia la poesía de lo que pocos hablaban, pero que se hacía escuchar con la prepotencia de la alegría, con la insistencia que tiene la música silvestre. Se debe leer a Guillén con la pasión de un niño idealista a ese hombre atrevido que cerraba sus murallas al sable del coronel, al veneno, al puñal, al diente de la serpiente, pero las abría a la paloma, al laurel, al mirto y a la yerbabuena, al corazón del amigo. A dos de sus amigos paraguayos les escribió un poema en el que revela sus ganas de conocer Paraguay: a don Elvio Romero y a José Asunción Flores.
Las convicciones, las ideas
Nació el 10 de julio de 1902 en Camagüey, Cuba. Cursó estudios de Derecho, que abandonó en primer año de carrera. En 1930 trabaja como tipógrafo y posteriormente se dedica al periodismo y se da a conocer como escritor. Participó intensamente en la política cubana, lo que le costó el exilio en varias ocasiones. En 1937 ingresó en el Partido Comunista, y tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, desempeñó cargos y misiones diplomáticas de relieve. Su producción literaria se inició en el ámbito del posmodernismo y la afianzó en el de las experiencias vanguardistas de los años veinte, convirtiéndose en el representante más destacado de la poesía afroantillana. En Motivos de son (1930), Poemas mulatos (1931), West Indies Ltd. (1934) y poemas dispersos en libros posteriores, quiso una expresión auténtica, propia de un país mulato como él mismo, manifestando una preucupación social que se fue acentuando con el paso de los años. Evolucionó hacia esas preocupaciones políticas y sociales en Cantos para soldados y sones para turistas (1937), El son entero (1947) y La paloma de vuelo popular (1958). Y estos son apenas trazos de una vida muy rica en poesía.
A Elvio Romero, poeta, y
a José Asunción Flores, músico,
paraguayos en el exilio
Elvio Romero, mi hermano yo partiría en un vuelo de avión o de ave marina, mar a mar y cielo a cielo, hacia el Paraguay lejano, de lumbre sangrienta y fina. Le llevaría mi mano derecha y aprendería de ti gota a gota el guaraní. Le llevaría mi piel cubana y le pediría que a mí, ay, me fuera concedido su corazón ver un día, que nunca vi. Que sí (me respondió Elvio Romero), que no, hermano, será primero que pueda ir yo. |
Maestro José Asunción, Flores lleva tu apellido Y Flores tu corazón. ¿No me será permitido volar, volar y volar el territorio encendido donde subiste a nacer, volar y ver? Verte el gran río, vestido de selvas, volar y ver; y verte el pueblo, teñido de sangre, volar y ver, y tu guitarra que besa como una novia en la noche, volar y ver. Que sí, que no, quiero, no quiero (José Asunción respondió) hemano. Será primero que pueda ir yo. Nicolás Guillén (1958) |
Madrugador Lo recuerda García Márquez en París: “..Lo recuerdo en una circunstancia en que no lo he visto nunca: abanicándose en un mecedor de mimbre, a la hora de la siesta, en la terraza de uno de esos caserones de ingenio azucarero de la espléndida pintura cubana del siglo XIX. En todo caso, y aun en los tiempos más crueles del invierno, Nicolás Guillén conservaba en París la costumbre muy cubana de despertarse (sin gallo) con los primeros gallos y de leer los periódicos junto a la lumbre del café arrullado por el viento de maleza de los trapiches y el punteo de guitarras de los amaneceres fragosos de Camagüey. Luego abría la ventana de su balcón, también como en Camagüey, y despertaba la calle entera gritando las nuevas noticias de la América Latina traducidas del francés en jerga cubana.” (Extraído de la página 116 de Por libre, en el capítulo titulado “No se me ocurre ningún título”, de Editorial Sudamericana.) |
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 13-14 de julio de 2002 (Asunción, Paraguay).
Memoria viva
Polca Colorado (x)
El poeta Teodoro S. Mongelós desterrado por Stroessner,
escribió en Foz de Yguazú una letra en la que expresa su dolor, pero también su esperanza
por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta)
No hay mayor dolor que el de soportar la injusticia del exilio. Los tiranos, en la historia de la humanidad, han des-terrado (quitarle a alguien su tierra, despojarlo de su entorno físico y social) a su enemigos. Suelen alegar que este castigo es un mal menor en comparación a la muerte en los calabozos. Olvidan los que afirman esto que vivir fuera de su patria es nada más que otra manera –acaso más cruel y sanguinaria- de morir.
Teodoro S. (Salvador) Mongelós –nacido en Ypacaraí el 9 de noviembre de 1914 y fallecido en San Pablo, Brasil, el 20 de mayo de 1966- sintió en alma propia el ardor ocasionado por el fuego maldito del ostracismo. Ferviente epifanista (colorado adscripto a la línea política de Epifanio Méndez Fleitas, expulsado del país por Stroessner), sufre en 1955, como tantos otros de su idéntica manera de pensar, el ramalazo de un Gobierno que empezaba a afirmarse en el ejercicio del poder despótico y arbitrario.
Te´o –como los llamaban sus amigos- amaba encendidamente al Paraguay y a los hijos de su pueblo, sobre todo a los menos favorecidos. Muchas de sus obras testimonian este afecto entrañable hacia los desposeídos. Su verbo poderoso hallaba en el listado de palabras los adjetivos más rotundos para hablar de la causa de los pobres. Lejos de los destinatarios de sus afectos más hondos, el techaga´u le carcomía el espíritu. En Che ka´aru ndavy´ái derrama en versos vigorosos toda su angustia y su anhelo de libertad.
El poeta, que había llegado a ser diputado durante el Gobierno de Federico Chaves, con el sueño de retornar pronto junto a los suyos, se instaló en Foz de Yguazú.
La doctora Gladys Meilinger de Sannemann –que lo cuidó hasta el último instante de su vida-, también exiliada, recuerda que ante el deseo vehemente de volver a pisar su añorada nación, su marido, Rodolfo Sannemann, lo acompañó a Teodoro a un viaje clandestino al Alto Paraná. De aquí el escritor llevó –como diría su colega Hérib Campos Cervera en su poema dedicado al Dr. Carlos Federico Abente- un puñado de tierra paraguaya. La tendría siempre consigo como una reliquia sacrosanta.
Entre 1963 y 1964 Teodoro S. Mongelós escribió Polca Colorado. “No recuerdo exactamente la fecha, pero un día, estando los que éramos sus amigos reunidos con él en su casa de Foz de Yguazú, escribió ese poema frente a nosotros”, recuerda la Dra. Gladys.
En esa obra, tomando como punto de partida la polca de su partido, lamenta su instrumentalización por parte “de viles piratas”, aludiendo obviamente a la camarilla del dictador que se había apoderado de todos los signos vitales del coloradismo.
No se queda, sin embargo, en la orilla de un lamento sin redención posible. Por eso cree que ”en lugar de yugo, / cadena y mordaza, / tornará el lucero/ de la libertad”.
Partido Colorado (x)
Polca Colorado de mis años mozos bendita mil veces tu nombre inmortal. Gusté de tu ritmo desde muy pequeño y ahora me duele sentirte llorar. Retazos de gloria de un pasado hermoso, tan lleno de patria de Justicia y Paz. Gallarda bandera de mi gran partido y emblema sagrado de la libertad. Hoy, hecha juguete de papel al viento, parodia de gente canalla y cruel. Caballo de Troya de viles piratas, aborto de Judas y de Lucifer. Mis viejos abuelos un día comentaron que estaba prevista tu inmortalidad. Y hoy yo lamento tu cruel destino que nunca previeron, oh fatalidad. No llores más, polca, que al pueblo entristeces y ya llega el alba de un amanecer. |
La justicia avanza sobre las trincheras de aquellos cobardes verdugos de ayer. Temores, maltratos, asaltos y robos, y un país sin brazos en la soledad. Miles de sus hijos sufriendo el destierro por la causa santa de la libertad. Polca Colorado yo te rindo culto y lloro tus penas al igual que tú. Pero está presente tu futuro cierto en los verbos patrios de una juventud. Y entonces muy pronto, como en tiempos idos…, tú serás de nuevo la canción de paz. Y en lugar de yugo, cadena y mordaza, tornará el lucero de la libertad. Letra: Teodoro S. Mongelós (x) La obra pertenece al archivo de la Dra. Gladys Meilinger de Sannemann |
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 27-28 de julio de 2002 (Asunción, Paraguay).
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