Jhi´ante! (x) |
Quisiera! (x) |
(x) Mauricio Cardozo Ocampo. De Chococué Purajhei, canción popular del Paraguay.
DEL PARAGUAY PROFUNDO
Una alta proporción de los intelectuales retornados de exilios (voluntarios o forzosos) luego del ´89, están saliendo una vez más del país.
por: Milda Rivarola
(Historiadora y politóloga)
Uno de los muchos precandidatos a intendente fue acusado de malversar grandes candidades de dinero durante su pasada gestión ministerial. La imputación fue desmentida en un programa radial con un argumento de hierro: de tener consigo ese monto, ciertamente él no estaría viviendo en el Paraguay. No se crea que el hombre sale de carpas liberales, usualmente acusadas de legionarismo. Pertenece a la fracción más tradicional y nacionalista de la mismísima Asociación Nacional Republicana.
Si la anécdota parece trivial, el lapsus se revela inquietante. Llevando semejante argumentación al absurdo, resultaría que nuestros dirigentes politicos no viven hoy en su propio país por opción personal, sentido de pertenencia nacional o patriotismo: permanecen aquí forzados por su lamentable pobreza. De haberse capitalizado lo suficiente, hace tiempo hubieran elegido otra nación para vivir. Si solo se tratara de ellos, vaye y pase.
Pero el agresivo rechazo al Paraguay –por parte de sus propios hijos- está generalizándose en los últimos años. Lo del país de joda, o del carnaval permanente, son frases reiteradas de titulares de corporaciones patronales, mientras la ”vergüenza de ser paraguayos” reaparece con facilidad en el discurso ciudadano. La percepción de una irrefrenable decadencia, de ausencia de futuro patrio, obsesiona a muchos observadores de nuestro presente.
Si solo se tratara de discursos, no sería demasiado grave. Hay mucho de rechazo o indiferencia al país en esa carrera de todos contra todos por talar los últimos bosques, poluir el aire y las aguas, importar basura tóxica o convertir las calles y rutas en inmensos basurales. Para no mencionar lo de robarse los bienes públicos, prostituir niños o corromper a los electores.
Una suerte de diáspora silenciosa –jóvenes y adultos, obreros y profesionales universitarios- también traduce en la práctica ese rechazo hacia el Paraguay. El fenómeno no obedece, como antes, solo a la crisis económica o a la inestabilidad política. Una alta proporción de los intelectuales retornados de exilios (voluntarios o forzosos), luego del ´89, están saliendo una vez más del país. Benefician quizá de mejores condiciones de vida y trabajo, pero portan una nueva e insoportable desesperanza.
Del “no es éste país que queríamos” pasamos a desquerer lisa y llanamente el país. Como se desquiere algo ajeno, extraño a nosotros. Los autoritarios sostienen que todo obedece a carencia de nacionalismo. Ya no se celebran con entusiasmo sus grandes fechas, el 1º. de Marzo o el 23 de Octubre; la frustración de pérdidas territoriales ni el odio a los países limítrofes. Ya no se hace apología de valores guerreros ni hagiografías de mariscales déspotas. La hueca batería de rituales y símbolos xenófobos cayó irremediablemente en desuso.
Y, sin embargo, ese nacionalismo impuesto por decreto desde la pos-Guerra del Chaco es probablemente una de las causas de nuestra actual carencia de sentimiento nacional. Paraguay es uno de los últimos países donde se identifica nacionalismo con patriotismo. En el que se desconcen –ingenua o aviesamente- las estrechas relaciones de esa ideología con los regímenes totalitarios europeos, su pesada contribucción al fascismo o al comunismo. Donde liberales y socialistas –si los hay- compiten en ostentar blasones “nacionalista” con colorados y militares.
Durante décadas, el nacionalismo fungió de ideología estatal. Cuanto más derechos cívicos las dictaduras militares o militar-colorada negaban a la población, cuanto más cruelmente se despojaba a la nación de su soberanía política, mayor era el adoctrinamiento nacionalista. Se atiborró a la nación de monumentos, mitos y símbolos, para despojarlas de sus derechos.
Poco importó la esquizofrenia del discurso con la realidad. Mientras se hacía apología de nuestras raíces aborígenes, pueblos indígenas enteros eran reducidos al exterminio. Mientras se exacerbaban rencores “irredentistas” contra la Triple Alianza, el usufructo de un río internacional y las tierras de los departamentos limítrofes eran entregados a los brasileños. Mientras era obligatoria la transmisión radial de música nativa, el guaraní seguía expulsado de la educación pública, como una lengua de segunda.
Guy Hermet describe la carencia de sentido nacional que impera hoy en varios países Este-europeos, medio siglo después del sometimiento politico y del ultranacionalismo cultural forzado desde el Kremlin. La caída de los regímenes totalitarios dejó –allá como en el Paraguay- un vacío que está llenándose de anomia, de ausencia de normas y valores aceptados colectivamente. Lastres pesados para sociedades en difícil transición democrática, que intentan reaprender a vivir en libertades políticas y económicas.
”Las antiguas democracias populares se caracterizan hoy mucho más por su anomia cívica que por una exacerbación de identidades xenófobas. Esta anomia domina en todos los casos, expresada por la deserción ante toda solidaridad colectiva, las dudas sobre las virtudes de una libertad recientemente adquirida, una mentalidad hecha de plagueo permanente y de esquivar responsabilidades; en resumen, por un escepticismo paralizante frente a las nociones del Bien Común, de Estado y, finalmente, de nacionalidad cívica”.
Sentido de nación, de pertenencia a una colectividad nacional. Más que odio al extranjero, reacciones tribales o rencores chauvinistas, nos falta una ligazón afectiva con esa entidad hecha de población y territorio, sistema politico, memoria colectiva, cultura y lengua común que es una patria. Ese sentido de pertenencia y de co-responsabilidad con los otros paraguayos, para reconstituir entre todos una colectividad política capaz de sustentar el ejercicio de la democracia. En una nación cuya soberanía nos pertenece, cuyo futuro nos concierne.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 10-11 de febrero de 2001 (Asunción, Paraguay).
En realidad, la sociedad paraguaya todavía parece responder a los atractivos de una ética que cristalizó en lo rural
y en la lengua guaraní
¿Quo vadis, Paraguay ?
¿Mamópa reho, Paraguái ? (x)
por: Bartomeu Melià, S.J.
(Antropológo)
El mestizaje es una ideología que trabaja con la hipótesis de una homogeneización biológica que de hecho es negada rotundamente en la vida de cada día.
La identidad positiva nos muestra que la sociedad paraguaya, por lo menos en su imaginario socioeconómico, es pensada por sus miembros como una comunidad.
Me han pedido que presente una reflexión sobre los caminos posibles, principios y valores de la sociedad paraguaya, una flecha dirigida a un futuro de esperanza, un adonde podamos ir, teniendo en cuenta de dónde venimos. Para ello dejaré de lado, en primer lugar, los periódicos de los últimos cincuenta años; en el largo período de la dictadura se daba un encubrimiento sistemático de la realidad del país, en que se exaltaba lo vituperable y se sofocaba el más leve susurro de verdad; después, siguió una engañosa libertad de prensa que sólo nos trae inútiles gritos de denuncia y plagueos de impotentes.
Lo que es la idiosincrasia del pueblo, el destino del Paraguay, su voluntad de ser –puestos de lado los periódicos- tal vez lo podríamos pesquisar en algún que otro libro, como en En busca del hueso perdido, de Helio Vera, o en El Paraguayo; un hombre fuera de su mundo, de Mons. Saro Vera, o en el Arriero porte, de Miguel Angel Pangrazio, o en los caricaturescos Más paraguayo que la mandioca, o en Ya da…Ya!! Reingeniería del paraguayito, de Aníbal Romero Sanabria; es decir en la carcajada sin piedad, en la compasión sin compromiso. Tal vez por mi condición de extranjero siempre me he resistido a encontrarle gracia a este tipo de gracejos.
Pero, lo peor es que aun en los proverbios de la lengua –incluso cuando éstos los escuchemos en la lengua guaraní, donde hay siempre una especie de arqueología del saber y del sentir popular auténtico-, tampoco se refleja, por lo general, un ideal de hombre y mujer que espere en el futuro. Irricorã, irricopáma; isantorã, isantopáma.
“Éste es el país que hace todo para autodestruirse. Sin pensamiento es apenas unas pálidas cifras. Peor aún, una masa social sin horizonte, sin rumbo abierto. Es fundamental construir un destino diferente. Otro país. El de todos, en primer lugar. El que no abandone a nadie en el desamparo ni sentencie a la mayoría a la pobreza…El atraso en que hemos situado es en gran medida la consecuencia de unas élites ignorantes y corruptas.” (Juan Andrés Cardozo, “Carlos Pastore, el ejemplo de la inteligencia marginada”, en: Correo Semanal, Última Hora, Asunción, 6 de julio de 1996.)
Desde entonces parece que nada ha mejorado, si no es la ignorancia y la corrupción.
Y, sin embargo, este futuro ha sido vivido de varios modos y es por ello que somos y esperamos ser. Más aún, ha actuado en los momentos de mayores crisis. ¿Cuáles habrán sido pues, y aún son, los principios y valores de la sociedad paraguaya?
El paraguayo ¿ese desconocido?
No buscaré los principios y valores en una indemostrable mestizaje, que si me puede dar la hipotética suma de los valores, también me puede dar la desagradable suma de los vicios. El mestizaje es una ideología que trabaja con la hipótesis de una homogeneización biológica que de hecho se negada rotundamente en la vida de cada día, con las grandes diferencias sociales y económicas, traducidas en culturas discriminatorias.
Cuando se trata de sociedades indígenas los antropólogos e historiadores no tienen demasiada dificultad en detectar lo que sería la fuerza de esas sociedades, que si bien están muy maltrechas, han mostrado y muestran notables capacidades para enfrentar el futuro, aun en las peores condiciones.
Uno no tiene más remedio que recordar que en estas tierras hubo una sociedad como la guaraní, ampliamente expansiva, que a lo largo de los siglos consiguió extender su territorio, que viniendo del centro de la selva de Bolivia llegó al río Paraguay y a la costa Atlántica, y ocupó finalmente desde el río Paranapanema hasta las Islas del Delta frente a Buenos Aires. Eso lo testimonia la arqueología. A ese Mercosur avant la lettre estaríamos tentados a denominarlos un teko-sur, valga ese neologismo híbrido. Nunca otro Paraguay he tenido horizontes más extensos que los de las naciones guaraníes. Algunos atribuyen esta expansión a un hipotético mito o ideología de la tierra-sin-mal, que permitía al mismo tiempo altos índices de producción agrícola –lo que llamó la atención de todos los europeos que aquí llegaron por primera vez-, y un generoso y extendido sistema de distribucción equitativa de esos mismos bienes. Se atribuye la quiebra de este sistema de la abundancia a la aparición del Estado colonial y a la economía mercantil. Dentro de ese colonismo las Misiones guaraní-jesuíticas representaron una versión mitigada que al parecer mantuvo pragmáticamente muchos de los principios de la sociedad guaraní.
Reconozco que es muy problemático querer reactualizar este tipo de principios: una sociedad sin Estado –contra el Estado, dirán algunos-, o con poco Estado; una economía de reciprocidad (de solidaridad y sin mercado) y un fundamento ético firmemente enraizado en la experiencia religiosa y expresado en un imaginario simbólico de gran belleza poética.
A quienes les parezca extemporánea e ilusoria esta clase de fundamentación, quisiera recordarles la considerable influencia que en la renovación de los sistemas educativos de Estados Unidos de América tuvieron los trabajos de Ruth Benedict, Patterns of Culture –Patrones de la cultura- (New York, 1934), o los más incisivos todavía de Margaret Mead, Coming of Age in Samoa –Adolescencia en Samoa –(New York, 1928) o Sex and Temperament in three primitives Societies –Sexo y tempramento en tres sociedades primitivas- (New York, 1935). No se olvide que el evolucionismo de Lewis L. Morgan, con su Ancient Society –Sociedad antigua- (New York, 1877), sustentó las teorías de Carlos Marx y Friedrich Engels, divulgadas en Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado (orig. 1884).
¿Las vaguedades con que tratamos las cuestiones rurales del Paraguay no serán debidas a la falta de una antropología de la sociedad campesina? Algunos artículos de León Cadogan y el paradigmático El Valle y la Loma (Asunción, 1996), de Ramiro Domínguez, presentan puntos de vista y señalan caminos que merecen más consideración de la que gozan.
En realidad, la sociedad paraguaya todavía parece responder a los atractivos de una ética que cristalizó en lo rural y en lengua guaraní. Y de cuyo imaginario se alimenta gran parte de la sociedad suburbana, cuya ascendencia mayoritaria piensa ruralmente en guaraní.
Los políticos que buscan afanosamente los votos se aprovechan de esa especie de identidad negativa –lo que el paraguayo ya no es, porque se lo han quitado-, que no es sino los sucedáneos de una identidad positiva.
¿Cuáles son esos sucedáneos? La resignación satisfecha con un modo de vida simple y poco onerosa –ore poriahu-, la expectiva de una distribucción generosa de los recursos –jopói-, sea quien sea el que los reparte; y una igualdad y libertad, rayana en la anarquía –jaiko jaikoseháicha-.
Se puede pensar incluso que todo el proceso colonial y los procesos del neocolonialismo se han empeñado en sustituir estos principios y valores por otros considerados más modernos, competitivos y estatistas. Sin embargo, el fracaso del Estado moderno trae de nuevo, como contrapartida, las fascinación por los principios de igualdad y libertad casi anárquica, de distribucción equitativa y solidaria de los recursos y de una vida religiosa que marca caminos de esperanza.
Una comunidad en crisis
La identidad positiva nos muestra que la sociedad paraguaya, por lo menos en su imaginario socioeconómico, es pensada por sus miembros como una comunidad.
La comunidad no es una mera estructura social, ni siquiera la estructura subyacente o “inconsciente”. La comunidad es un modo de ser que “a menudo aparece como un Estado edénico, paradisíaco, utópico y milenario, a cuya consecución se debería dirigir la acción religiosa o política, personal o colectiva. La sociedad se ve como una comunidad de compañeros libres e iguales, de personas”, dice Víctor W. Turner, en La selva de los símbolos (Madrid, Siglo XXI Edi., 1980).
La comunidad viene a ser la realización ideal de una cultura. Ese ideal los indígenas guaraníes –y los paraguayos así lo entienden- lo expresan con las palabras teko katu, que bien podríamos identificar con la ética, y que es la conformidad entre lo que se piensa y lo que debe hacerse para llegar a ser persona. La educación es la suma de procesos que llevan a esta idea y a este ideal.
II Congreso Paraguayo de Quo vadis, Paraguay. En homenaje al (+) Dr.Vicente Sarubbi, rector de la UCSA.
28 de noviembre de 2000.-
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 6-7 de enero de 2001 (Asunción, Paraguay).
Memoria viva
Ceferino Zarza, compañero:
Canción de amistad y olvido (x)
por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta y periodista)
En Encarnación, Maneco Galeano se encontró con un zapatero singular que cautivó su atención de un modo fulminante. Enfrascado en el diálogo con su nuevo amigo, olvidó ir al festival donde era el invitado ansiosamente aguardado. De ahí nació una composición que eterniza aquel momento.
El festival de música encarnaceno, en medio de los aplausos que premiaban a los artistas en el escenario, aguardaba aún la llegada de la estrella invitada de esa noche: Maneco Galeano. El que, en realidad, se llamaba Félix Roberto Galeano –oficialmente, aunque pocos le conocieron con esos nombres-, había sido invitado junto a su amigo Jorge Garbett, músico y compositor que había nacido allí en Encarnación el 7 de noviembre de 1954.
El tiempo transcurría y el esperado no llegaba. Los organizadores, al principio, miraron sus relojes con estudiado disimulo y después con inocultado nerviosismo. Maneco no llegaba. “¿Qué le habrá pasado por el camino?”, preguntaban algunos que consideraban que los retrasos podían estar vinculados a alguna tragedia rutera.
Maneco no estaba lejos del lugar, en realidad. Frente a él estaba Ceferino Zarza, zapatero y tío de Jorge Garbett, según cuenta su hermano José Antonio Galeano en el libro dedicado al autor de Soy de la Chacarita, Despertar, La chuchi y Pinasco. Caña de por medio, en Encarnación, los dos hombres conversaban como si ellos hubieran sido los únicos que vivían sobre la faz de la Tierra.
El periodista y compositor quedó atrapado en las redes de aquel hombre que irradiaba vitalidad en cada palabra, en cada gesto e incluso en cada silencio compartido.
Hablando de la vida y de la muerte, de lo existente y lo inexistente, de lo humano y lo divino, dejaron que las horas siguieran su curso sin que a ellos les importase en lo más mínimo que marcaran la distancia entre la tarde y la noche. Habían abolido el tiempo para entregarse al placer de compartir una bebida con alma de fuego y conversar indefinidamente.
Sólo contaba para los que en la primera mirada se habían sentido hermanos desde siempre aquello que se decían en lo que era ya una fiesta sin tregua de la amistad que nacía.
Aquel “zapatero remendón” –como dice José Antonio-, era “de raza popular, fornido, bonachón y paraguayo”. En estos vocablos se resume la figura del que cautivó de manera fulminante la atención de Maneco. Tan singular era –a estar siempre por las referencias del hermano del compositor que nació en Pinasco el 13 de mayo de 1945 y falleció en Asunción, a los 35 años, el 9 de diciembre de 1980-, ese artesano que pudiendo traer de la Argentina de contrabando una heladera había decidido pagar por cuotas el electrodomético que enfriaba su caña y el agua de su tereré.
Los del festival aguardaron en vano que su invitado especial llegara. Cuando el último aplauso clausuró el espectáculo incompleto nadie imaginaba que Maneco estaba enredado en amena charla con Chepé, que era el apodo de aquel zapatero del lugar que les había robado a su artista sin que ellos lo supieran.
Al retornar del sur, Maneco sintió la necesidad de volver eterno aquellos instantes pasados en compañia del zapatero. Escribió entonces Ceferino Zarza, compañero. Y Jorge Garbett le puso la música para que se completara el círculo originado en aquel encuentro inolvidable.
Ceferino Zarza, compañero El correcto bisturí del destino elaboró en el cuero la estatura; fornido el continente, seguro el contenido y la palabra justa del artesano puro. Esa es Chepé tu figura compañera hecha con más o menos sueños, pero leal, ardiente y combativa, gastada junto al río que nos une. |
Ceferino Zarza, compañero, pido disculpas por haber robado la melodía, el ritmo y la cadencia de tu insistente martillo de trabajo. Así, de frente, al frente está la caña, amable soldadora de amistades, hoy encontré la tuya y la reservo para dar alguna vez al sentimiento. De hombre a hombre y a través del teimpo, allí en Itapúa está tu ejemplo. Letra: Maneco Galeano Música: Jorge Garbett |
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 3-4 de marzo de 2001 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre Maneco Galeano, hacer click sobre lo subrayado.
FIGURAS de ayer y de hoy
José María Rivarola Matto
Hombre de ideas (x)
Por: César González Páez
José Rivarola Matto (1917-1998) es una de las figuras sobresalientes de nuestra literatura y se destacó también en la filosofía. En una anterior oportunidad hemos hablado de este escritor, pero como encontramos estas anécdotas escritas por Manuel Rivarola Mernes, podemos trazar unas facetas desconocidas del autor nacido en Asunción. Estudió en el Colegio San José. El relator señala que la casa de los Rivarola estaba situada sobre la calle Wilson (hoy Eligio Ayala) casi Antequera, frente a la plaza de la Iglesia de San Roque. Allí iba, cuando escapaba del cuartel, para pasar la noche cómodamente y, subrepticiamente, reincorporarse a la madrugada. Esta travesura le costó prematuramente ser enviado al Chaco, en plena guerra con Bolivia. Teniendo aún 16 años tuvo que partir para el frente como soldado raso. Recordemos que a esa edad Augusto Roa Bastos también participaría en la contienda.
El final de la guerra lo tomó –sigue narrando Rivarola Mernes- en las trincheras de Villa Montes. Sobrevivió tras superar un año desintería y paludismo. Se curó mascando la hoja de “coca”, yerba introducida por los prisioneros bolivianos. Pero su supervivencia no se debió –señala el articulista- tanto a su coraje, fortaleza o a la suerte, como en otros tantos casos, sino a sus dotes de escritor.
Cuenta Rivarola Mernes que la oficialidad joven de su unidad evitó exponer en demasía al muchacho que escribía por ellos apasionadas cartas de amor a su novias, llenas de añoranzas y promesas de pronto regreso.
Fue empleado bancario al culminar la guerra. Estudió Derecho y fue activista del movimiento franquista o febrerista. No ejerció la abogacía, sino se internó a caballo en las selvas del Alto Paraná hacia 1945. Fue exiliado a la Argentina durante la contienda civil de 1946/47. En Posadas adquirió un barco con el que llevaba encomiendas río arriba hasta los hoy desaparecidos Saltos del Guairá, y bajaba con jangadas hasta Rosario, Argentina. En Posadas, en 1950, escribe Follaje en los ojos, novela que trata sobre los confinados del Alto Paraná y que fue publicada en 1952 en Buenos Aires.
Volvió a Asunción en 1950, durante la dictadura, y fue apresado innumerables veces por exponer libremente sus ideas en cuanto periódico se animase a publicarlas.
Su inquietud literaria lo llevó a escribir obras teatrales como El sectario (1952), que trata de la aberración de la fe en el espíritu humano. Le siguen tres obras sucesivamente premiadas: El fin de Chipí González, La cabra y la flor y Encrucijada del Espíritu Santo. En la primera de ellas se plantea el problema de la libertad; en la segunda, el de la belleza y la justicia; y en la tercera, el drama de la utopía jesuítica. En su obra Su Señoría tiene miedo, siempre en la opinión de Rivarola Mernes, hace una fuerte crítica al Poder Judicial, y pudo representarse recién años después de caída la dictadura stronista.
En 1983 inicia la serie de ensayos con Reflexión sobre la violencia; en 1987, aparece Hipótesis física del tiempo; en 1990, Qué es la libertad; y en 1994, La no existencia física del tiempo. Mi pariente el cocotero fue publicado en 1974, por Ediciones Comuneros, y reeditado en agosto de 1998. Éste es el breve trazo biográfico que nos revela a un autor comprometido con sus ideas.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 5-6 de agosto de 2001 (Asunción, Paraguay).
Memoria viva
Nocturnal: Guarania
desde la noche de un exilio (x)
por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta y periodista)
Acorralado por el techaga´ú, el artista vuelca a sus sentimientos de paraguayo desterrado al otro lado del río de su patria.
En el Club Guaraní, de Asunción, al son de polcas, galopas y otros ritmos no nacionales, a la medianoche, el baile llegaba a su pico más elevado de entusiasmo. La orquesta típica moderna de Florentín Giménez era la que animaba ese fervor. Media hora después de ingresar de nuevo el día, sin embargo, abruptamente, paran los instrumentos. Tras el silencio, las preguntas tuvieron respuesta: llevaban preso al director del grupo orquestal.
Era el año 1955. Gobernaba Federico Chaves. El jefe de Policía era ya, entonces, Epifanio Méndez Fleitas, músico también. La intolerencia se había lavado la cara, con los colorados que se decían democráticos en el poder, pero seguían con los mismos afilados dientes de lobo para los que no pensaban como ellos. Todo lo que oliera a comunismo era para ellos cabeza de persecución.
Florentín Giménez era vicepresidente de la combativa Asociación de Músicos del Paraguay (AMP). Su representante pertenecía al Partido Comunista. Una noche allanaron su casa y, entre otras cosas, encontraron el formulario de contratos de la típica moderna. Con esa lógica tan extraña a la racionalidad, el siguiente operativo fue la detención –sin orden judicial alguna- del director de la orquesta.
Luego de tres semanas, quedó decretada la “suerte” del hombre que había nacido en Ybycuí en 1925. La dieron la libertad, pero le pusieron en una canoa, rumbo a Clorinda. El exilio era el camino más corto para alejar a los que eran considerados enemigos del régimen.
Florentín Giménez, acorralado por el techaga´ú, escribió allí Adiós golondrina –sólo música, sin letra- y Nocturnal. En esta última, con ritmo de guarania, el artista vuelca sus sentimientos de paraguayo desterrado al otro lado del río de su patria. Evoca a su esposa e hijos y cada nota va describiendo su ánimo golpeado por el deseo del regreso junto a los suyos.
Mientras tanto, en la orilla opuesta que él añora, sus amigos músicos no se cansan de pedir al Gobierno el fin de ese castigo tan duro. Los reclamos surten efecto positivo a los tres meses y Giménez huele de nuevo los aromas de sus azahares y de las diamelas de su tierra.
Conversando con el que es también su coautor en Así canta mi patria, Lionel Enrique Lara, le contó las penurias que pasó en esa ciudad argentina de frontera que se había convertido –sobre todo después de la guerra civil de 1947- en puerto indeseado pero acogedor de los paraguayos desterrados. Le habló del motivo de la composición musical que había dado en llamar Nocturnal. Este nombre, más que el hecho físico en que la luz se convierte en sombras durante varias horas, se refería a la noche de su espíritu.
Lara comprendió la idea del músico y, a partir de la circunstancia que le había relatado, escribió la letra de la composición. Se refirió a los fantasmas de la memoria del artista y aludió a la Luna, para que hiciera de mensajera e intermediaria con la dueña de su amor.
Nocturnal Qué larga que es esta noche, qué triste mi alma vaga en su soledad; reviven en mi memoria recuerdos que me atormentan y luego van. Las frases con que mi amada mis sueños, mis ilusiones supo acunar; el rancho, mi patiecito, las callejas de un hogar, la frasecita serena que alegre solía cantar. |
Quién sabe cuánto te llorará tal vez como yo sin poder hallar algún consuelo para el penar que me hace llorar. Oh Luna tibia llévate ya el hondo acento de mi sentir y cuando triste se sienta ya dale mi amor. Letra: Lionel Enrique Lara Musica: Florentín Giménez |
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 30-31 de octubre de 1999 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre Florentín Giménez, hacer click sobre lo subrayado.
Fragmentos (x)
Los jesuítas
en las tierras de los guaraníes…
El idioma guaraní
Fue una acertada medida de los jesuítas adaptarse al idioma del nativo. Han hecho los mayores esfuerzos en ese sentido. Hicieron publicaciones sobre el guaraní, aunque no las primeras. La primicia la lleva el Padre Bolaños, el célebre franciscano con su catecismo guaraní.
Todo paraguayo se emociona al leer los libros del Padre Antonio Ruiz de Montoya, erudito y amante del guaraní, como pocos. Sus publicaciones al respecto son:
Arte de la Lengua Guaraní (157)
Vocabulario de la Lengua Guaraní (158)
Catecismo de la Lengua Guaraní (159)
Tesoro de la Lengua
Guaraní (176)
El Padre Peramás (16) dice: ”En los treinta antiguos pueblos (en nuestro tiempo se fundaron dos más) existía una sola raza y un solo idioma”.
En total se imprimieron en Madrid 3.400 tomos de las obras de Montoya (61).
Echavarri (160), no muy inclinado hacia los jesuítas, escribe: “En efecto estos padres han tenido buen cuidado de impedir que la lengua española haga progresos en estos países, no obstante las órdenes reiteradas de la Corte de Madrid que son formales y precisas sobre la introducción de su uso”.
No creemos en absoluto que los jesuítas impidieron
la difusión del castellano. Se conoce la extraordinaria fuerza del guaraní
para sobrevivir a pesar de la ausencia de escuelas y libros. De cualquier
manera los paraguayos apreciamos el esfuerzo de los jesuítas, en estimar,
estudiar y propagar el guarani.
Enseñanza de la música
Fue muy prolija. Al comienzo los jesuítas, menos preparados para la música, enseñaban de oído. Pero luego, vinieron otros, verdaderos maestros, que impusieron el estudio de la teoría musical. Veamos lo que nos cuentan los cronistas:
El Padre Pfotenhauer, al describir las tareas diarias de un sacerdote, dice (24): “Después voy a los musicantes, oigo sus canciones, primero los sopranos (discantistas), de los cuales tengo 8, los contraltos, de los cuales 6, tenores un sinnúmero y bajos seis. Luego soplan los cuatro trompeteros, ocho chirimías, cuatro cornetistas. Luego instruyo a los arpistas de los cuales son seis. Organistas, cuatro, Tiorbistas, uno”.
El Padre Sepp (43): “…antes de la llegada, ellos (los antiguos misioneros) no sabían nada de partitura de órgano, del bajo sostenido, del bajo cantado. Nada de compás, de mensura y de estatuario, nada de nuestras diferentes clases de tiples, nada de las fracciones menores de las notas; nada de música de dos, tres, cuatro voces” (Carlos Leonhart)
Y el Padre Charlevoix (65): ”Ellos han aprendido a cantar sobre las notas (Sur les notes) los aires más dificiles”.
Realmente,
como dice el Padre Sepp, fue “una instrucción a fondo”.
Características de la música en las Misiones
Seguiremos citando a los autores.
Peramás (16): “La música de los guaraníes, puede decirse, que en el templo era devota y solemne, distando mucho de profanarlos con cadencias o melodías teatrales. Y en el campo y en los hogares era honesta y digna, sin admitir nada que pudiese corromper las costumbres…Los guaraníes cantaban diariamente durante la misa, acompañados del órgano y los demás instrumentos. Por la tarde después del rosario, se entonaba un breve motete en honor al Santísimo Sacramento y de María, la Madre de Dios, al cual respondía todo el pueblo”.
Del Padre Diego Boroa (23) del “Collegio de la Assumpción”:
”…los indios de la rec.on de S. Ign.o con excelente música…”.
El Padre Pfotenhauer (24): “Cantan en guaraní el benedicte y el laudate; entran primero los niños al templo del Señor y toman asiento en perfecto orden, acomodándose a ambos lados los varones…Las representaciones musicales contribuyen a estas fiestas matutinas”. En otra parte dice que ”se ejecutaron arias, motetes, óperas…”. Muy entusiasmados se muestra de un gran conjunto que oyó entre los indios chiquitos (no en las Misiones cerca del Paraná): “Esta orquesta monstruo, reunida del viejo y nuevo mundo (pues habían instrumentos indígenas también) estaban ensayadas en la mejor forma y los incontables tonos encajaban mutuamente tan bien, como posible.Tan pronto en un grandioso desarrollo de sus armonías llegaba a un adagio que ablandaba los corazones, como nos conducía luego a la escena de la cueva de un lobo, durante la cual se ponían los pelos de punta a los oyentes. Que los jesuítas conservaron la música de los indígenas fue una medida muy sabia”…-
En 1707 escribió el Padre provincial Blas de Sylva (160) recomendando moderación en la música: “En ciertas problaciones, donde el ruido de la artillería, los tambores y las trompetas no cesan de dejarse oir durante las comidas, será suficiente durante el tiempo de las comidas que los músicos canten alguna arieta, acompañándose de sus instrumentos. Esta música a la cual se puede mezclar de tiempo en tiempo los óboes, formará un concierto variado que sera menos ruidoso y más recreativo”.
El Padre Charlevoix (65) describe la utilización de la música para traer amistad con los indígenas: “Este gusto natural (por la música) ha servido a poblar las primeras Reducciones…Los jesuítas navegando sobre los ríos, se apercibieron que cuando –para combatir el tedio- cantaban cánticos espirituales, tropas de indios acudían para escucharlos y parecían tener en ello un gusto singular. Ellos aprovechaban para explicarles lo que cantaban, y si como esta melodía hubiera cambiado sus corazones y los hubiera hecho susceptibles a los sentimientos que ellos querían inspirar, no tenían ninguna dificultad para persuadirlos a seguirles…Ellos realizan así en estos países salvajes, lo que la Fábula cuenta de Orfeo y Amfion”.
(x) Del libro: “Música y Músicos del Paraguay”, del Dr. Juan Max Boettner (3ra.reedición;1997), reeditado por la Revista FA-RE-MI, en 1995, luego de la primera edición del año 1956. Más información sobre el libro, haga click sobre lo subrayado.
Real Decreto de expulsión de
Habiéndome conformado con el parecer de los de mi consejo real en el extraordinario que se celebra con motivo de las ocurrencias pasadas, en consulta de veintinueve de enero próximo, y de lo que sobre ella me han expuesto personas del más elevado carácter, estimulado de gravísimas causas, relativas a la obligación en que me hallo, constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi corona. He venido
en mandar se extrañen de todos mis dominios de España e Indias, islas
Filipinas y demás adyacentes, a los religiosos de la Compañía, así
sacerdotes, como coadjutores o legos que hayan hecho la primera profesión, y
a los novicios que quisieren seguirles; y que se ocupen todas las
temporalidades de la Compañía en mis dominios, y para su ejecución uniforme
en todos ellos, os doy plena y privativa autoridad, y para que forméis las
instrucciones y órdenes necesarias, según lo tenéis entendido y estimareis
para el más efectivo, pronto y tranquilo cumplimiento. |
(x) Del diario ABC COLOR, 29 de julio de 2002 (Asunción, Paraguay).
FIGURAS de ayer y de hoy
Abel Carlevaro
El hombre de la guitarra (x)
Este segmento está destinado a recordar a personalidades del Paraguay y a hombres y mujeres sobresalientes que nos han visitado. Muchas veces nos preguntamos: ¿Estuvo alguna vez Pablo Neruda por Asunción? La respuesta es no; sin embargo, hemos publicado una especie de declaración del poeta sobre su deseo de visitar estas tierras. También hemos hablado de Jorge Luis Borges, quien sí estuvo en este país para formalizar su casamiento con María Kodama. En muchas de sus declaraciones demostró saber mucho de la cultura paraguaya, fruto de sus largas conversaciones en Estados Unidos con el professor paraguayo Max Insfrán.
Hoy hablaremos de un hombre que vino acompañado de su guitarra y de su talento. Fue maestro de la guitarrista Berta Rojas y gracias a ella podemos hilvanar estas palabras sobre la personalidad de Abel Carlevaro (1919-2001), de origen uruguayo, quien esta semana falleció en Berlín.
Para un guitarrista venir al Paraguay y hablar de Agustín Barrios es inevitable. Resumimos en estas dos frases lo que Carlevaro pensaba del gran Mangoré: ”Es sumamente importante, porque Barrios representa una etapa formidable de la guitarra Americana”; agregando: “Hay una simpatía muy especial por la obra de Barrios, por su romanticismo de carácter americanista, muy genuino, y por eso trae como consecuencia un cariño y una atracción por este músico. En todos lados es popular, mucho más que antes.”
Berta Rojas, recordando a su maestro, ha dicho que el autor de “Preludio Americano” visitó el Paraguay en numerosas ocasiones, con su compañera de todos estos años, Vanni. “Recuerdo, sobre todo, su visita en ocasión del gran Festival Agustín Barrios del año 1994, en la que hizo gala de su buen humor y nos dejó innumerables anécdotas para el recuerdo. Como cuando en pareja con John Williams aprendió a bailar una polca paraguaya, o cuando en dúo con Juan Carlos, mi hermano, improvisaron una “salsa” a cuatro manos en el piano”, rememora la artista.
Don Abel, el hombre, tenía claras las diferencias entre una mujer y una guitarra:“Frente a una guitarra yo no siento la emoción que siento frente a una mujer. De todos modos, es tan cariñosa la guitarra como la mujer. Se habla de las caderas de la guitarra, que son cosas muy femeninas. Entiendo la comparación poética, pero la mujer y la guitarra son cosas muy diferentes”, solía decir. He aquí los trazos biográficos de un hombre. No he hablado de sus premios y de su larga trayectoria de los escenarios, para rescatar el lado sencillamente humano.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 21-22 de Julio de 2001 (Asunción, Paraguay).
Canto del hachero: Una melodía fugitiva (x)
por: Mario Rubén Alvarez
(Poeta y periodista)
Una canción forjada con los versos de Hérib Campo Cervera, la música de Agustín Barboza y un encuentro de ambos en los territorios de Morfeo.
Agustín Barboza y sus compañeros Ramón Mendoza, Leonardo Figueroa y Carlos Centurión, a fines de 1959, habían hecho una gira al Medio Oriente. De Chipre iban a retornar a Europa, pero pensaron que no podían perder la oportunidad de conocer la tierra que había parido a Sócrates, Platón y Aristóteles: Grecia.
Los cuatro músicos, una vez en Atenas, se maravillaron con la Acrópolis, el Partenón y el Pórtico de las Cariátides. Emocionados, sentían que una antigua historia –desde la expresiva mudez de las construcciones que derrotaron al tiempo- les contemplaba a orillas del mar Egeo.
En Ruego y Camino –página 316- Agustín Barboza relata que después del paseo volvieron al hotel. Enseguida, Morfeo –el dios del sueño- lo arrastró a su reino. Allí, en ese mundo de silencios poblados, se presentó ante él su amigo Hérib Campos Cervera (nacido el 30 de marzo de 1905 en Asunción y fallecido el 28 de agosto de 1953 en su exilio de Buenos Aires), preguntándole qué había pasado con Canto del hachero, que él había musicalizado años antes en Buenos Aires, para su obra de teatro –nunca estrenada- Juan Hachero.
Barboza no atinó a responder en el sueño. Se despertó turbado e inquieto. Ramón Mendoza, que no dormía aún, fue testigo de esta escena. Le contó lo que acababa de ver.
A la noche siguiente, el que había sido agrimensor, recorriendo los vastos territorios de la patria –incluyendo los de los quebrachales de la taninera Carlos Casado en el Alto Paraguay, donde se inspiró para escribir Canto del hachero-, volvió a la carga. Le preguntó por qué no cantaba esa composición, instándole a difundirla a los once vientos del orbe. Mendoza, otra vez, vio cómo su compañero se sentaba azorado al borde de su cama. Le contó de nuevo lo sucedido.
Lo que había ocurrido es que la partitura de esa obra había quedado en Buenos Aires y Agustín olvidó su segunda parte. Conservaba, sin embargo, la letra en un cuadernillo.
A Ramón le gusto la poesía. E instó a su compañero a que hiciera todo lo posible para recordar la melodía para que el cuarteto lo pudiera cantar. Pese al esfuerzo, la canción fugitiva no apareció en la memoria del campositor.
Por tercera vez retornó Hérib, con su mismo reclamo. Agustín se vio obligado a confesarle su olvido parcial, pidiéndole que le ayudara a recuperar lo perdido. El poeta prometió cooperar con él.
Al despertar, el confidente fue otra vez Ramón Mendoza. Éste tomó la guitarra y rescataron la primera parte, rápida, con ritmo de polca. La segunda, en tiempo de guarania, se fue plasmando en “una melodía mucho más vibrante, nítida y depurada”, según dice Barboza.
Para el mediodía, lo que parecía imposible estaba ya en el puerto de lo posible y logrado. A la tarde, la canción engrosaba ya el repertorio del conjunto. Cuando Carlos Centurión y Leonardo Figueroa preguntaron cómo habían alcanzado a rescatar la melodía entera, Ramón y Agustín contestaron que Campos Cervera la había dictado en sueños.
Esa noche, en Atenas, fue estrenada la canción. La “cerrada y prolongada ovación” que siguió a la música fue la evidencia rotunda de su aceptación. Tuvieron que repetirla tres veces más.
Desde entonces, Hérib ya no volvió a visitar a su amigo. Sólo le contemplaba desde alguna estrella que no estaba demorada en el firmamento.
Hermanos hacheros de los quebrachales
escuchen el canto que surge del fondo de mi corazón,
un canto que quiere llevarles el grito de mis sentimientos
junto a los acordes sencillos y dulces de antigua canción.
Yo soy el hachero que muere en la selva
entre los mil brazos de la soledad,
yo vivo siguiendo la huella callada
de los que cayeron y están enterrados.
La sangre morena de los quebrachales se va por el río
cantando su roja y ardiente palabra que llega hasta el mar
y mientras se siente como una tormenta que pide justicia,
invita a los hombres de selvas y llanos a unirse y luchar.
Hermanos hacheros de torsos desnudos
tomemos el hacha y en golpe final
cortemos las duras cadenas del oprobio
y alcemos los brazos al aire glorioso de la libertad.
Letra: Hérib Campos Cervera
Música: Agustín Barboza
(x) Del diaro ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 31-VII/-1-VIII de 1999 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre Hérib Campos Cervera, haga click sobre lo subryado.
FIGURAS de ayer y de hoy
Tristán Roca
El exiliado boliviano (x)
por: César González Páez
Hoy hablaremos de un caso atípico en Paraguay, ya que estamos acostumbrados a que los intelectuales de muy merecida fama tengan que irse del país por persecuciones políticas. Entonces, comprobar que un hombre poderoso como el Mariscal López haya aprobado el asilo de un hombre que huía de otro regimen dictatorial en Bolivia, es algo que genera curiosidad histórica.
Nos referimos concretamente a un hombre nacido en Santa Cruz de la Sierra. Se llamaba Tristán Roca (1826-1868) y fue poeta y ensayista, logrando ocupar un lugar en las letras nacionales. El Diccionario de Escritores Paraguayos, de Teresa Méndez-Faith, lo incluye, señalando que, aunque boliviano de nacimiento, su vida y su obra están profundamente asociadas con el Paraguay.
Apuntan que cuando llegó a este país, en setiembre de 1866, huyendo de los asedios del general Mariano Melgarejo, tirano de su pueblo, el Mariscal López –pese a hallarse la nación en Guerra- le concedió asilo, junto con otros compañeros suyos de lucha.
Su desempeño literario comenzó a evidenciarse en prosa y verso en El Semanario, y en 1867 pasó a residir en Areguá. Fue director y redactor de El Centinela y escribió poemas patrióticos, entre ellos: Canción de las areguanas (sic), Canto de las mujeres de la Capital y Areguá, Himno al Ser Supremo, Fragmento de una balada.
Se sintió atraído por el ensayo teatral con el trabajo titulado La conferencia de Don Pedro II. En 1867 publicó dos importantes ensayos: Literatura guaraní y Literatura nacional, verdaderos anticipos de su tiempo.
Teresa Méndez-Faith señala, asimismo, que murió de manera incomprensible en aquella jornada de horror que fue San Fernando, pero su nombre está asociado a la evolución del romanticismo paraguayo, del cual supo ser generoso partícipe. Sus connacionales de Santa Cruz de la Sierra le han rendido el debido homenaje, entre los que se destaca la biografía del historiador cruceño don Hermando Sanabria Fernández. Asimismo le está destinado uno de los capítulos de Areguá en las letras paraguayas, libro de la autoría del conocido crítico e investigador Raúl Amaral.
En Bolivia también se habla de nuestra figura de hoy, señalándose que los escritores de esa época dedicaban sus letras a las glorias de los caudillos victoriosos o a la triste condición del país. La poesía boliviana de la independencia está impregnada de las pasiones políticas.
Entre los poetas más destacados de este periodo incluyen a Tristán Roca, a pesar de su alejamiento forzoso.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 12-13 de mayo de 2001 (Asunción, Paraguay).
ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: En el libro “ Música y Músicos del Paraguay” del Dr. Juan Max Boettner (reeditado por nuestra Revista en 1997), en las págs. 109/110 trae a colación una de las poesías que se menciona en este comentario. Lo curioso es que no tiene autor; pero sí la fuente donde fue publicado. Además, la obra poética se llama solamente Canción. Veamos lo que escribe el Dr. Boettner:
El Cabichuí del 9 de enero de 1868, fechado en Paso Pucú trae
la siguiente poesía que aún espera de un buen músico que la ponga en pentagrama.
Es por otra parte, impresionante por destacar la situación extrema que obligó
a las mujeres a empuñar un fusil.
Canción Marchemos, marchemos Volando a la lid Y toda Areguana Empuñe un fusil. Dejemos las ruecas Que suena el clarín Y toda Areguana Empuñe un fusil. Broten lindas flores En nuestro Pensil Que toda Areguana Empuñe un fusil. Que ajite sus olas Ipacaray Que toda Areguana Empuñe un fusil. |
El campo se cubra De rosa y jazmín Que toda Areguana Empuñe un fusil. Tiemblen las legiones De cobardes mil Que toda Areguana Empuñe un fusil. Que vengan los negros De inmundo redil Que ya la Areguana Empuña un fusil. Y jurando todas “Vencer o morir” Diga la Areguana “Al hombro un fusil”. |
Rincón Poético
Te fuiste solitaria de este mundo
mezquinando el final de tu partida
callando la insolencia de ese día
que achicara tu cuerpo a su medida.
Te fuiste, silenciosa, murmurando
el vacío glacial de nuestras vidas
que en un gesto de amor comprometías
cuando, madre, cantabas tu arrorró.
Te fuiste. Sin embargo estás presente,
ya que aquí amenizas mis canciones
que a manera de tímidas oraciones
yo te rezo con cálida emoción.
(x) (De Poesias inocentes”)
Memoria viva
Rumores de Asunción:
Una hija de la nostalgia (x)
por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta y periodista)
En 1974, en París, Ramón Mendoza compone una obra en la que se reconstruye imaginariamente, en clave de añoranza, la ciudad que desde la distancia ama entrañablemente.
Aquel día en París –Francia-, la añoranza invadió el alma de ese artista que había abandonado su patria detrás de la música. Un vy´a´ÿ sin nombre acorralaba su espíritu de andariego impenitente. En el Port D´Yvry –donde tenía su departamento-, Ramón Mendoza recordó con nostalgia su tierra y, lentamente, empezó a componer una canción.
Asunción, en ese instante –era el año 1974- inundaba su pensamiento. Había nacido en Ñu Rugua (compañia de Ajos, que luego pasaría a llamarse Coronel Oviedo) el 15 de abril de 1918, pero la capital de su país era un poderoso imán que lo acompañaba por todo el mundo, en sus actuaciones.
Imaginando sus calles aromadas, sus pasajes secretos y recordando las horas en que sus pasos transitaban por sus rincones, Ramón Mendoza reconstruyó mentalmente Asunción. La reelaboró a imagen y semejanza de su memoria, mientras fluían de su vena creadora los versos y la música de lo que luego titularía Rumores de Asunción.
“Compuse la canción en ritmo de guarania, aunque muchos lo grabaron –erróneamente- como polca. Es el género que traducía la letra. Parecía que en la distancia se me presentaba Asunción, tome la guitarra y fui componiendo. Como la palma de mi mano conozco Asunción, de modo que en la memoria iba brotando de nuevo esa ciudad que yo amaba y extrañaba mucho.Chéngo ahayhueterei pe ñande Paragua´y (Yo amo entrañablemente nuestra Asunción)”, cuenta en su casa de Coronel Oviedo el músico y compositor.
“La nostalgia estuvo siempre conmigo en los lugares más alejados del planeta como Teherán, Ankara y otros lugares donde me tocó actuar como músico”, comenta después el hombre que se había iniciado en la música con el tío de Herminio Giménez, don Manuel Giménez.
Su destino estaba marcado por la ausencia. Su primer Puerto fue el Brasil. Formó parte del Conjunto de Julián Rejala y del Trío Reynal-Ayala-Mendoza. Finalmente él mismo dirigiría el Trío Parehára (mensajero).
Si bien vivió en varias partes del mundo, el lugar que mejor acogida le dio fue París. Allí, en distintos escenarios, ofreció recitales, grabó numerosos discos y actuó –como actor- en cortometrajes. Le llamaban el Charles Bronson sudamericano.
En 1975, el año siguiente de componer Rumores de Asunción,
tras 20 años de ausencia, retornó a la capital paraguaya. Dos años después.
En el ´77, volvería de nuevo. En aquel entonces Rigoberto Arévalo escuchó
la canción y la grabó con su Trío de siempre. ”A él se deben la difusión y el
éxito de esta obra en el Paraguay”, afirma el artista.
Rumores de Asunción Con perfume de naranjos y susurros de canción me llega el rumor lejano de mi querida Asunción. Ciudad virgen yo te llamo por tu nombre que es virtud; eres cual novia esperando a orillas de un río azul. |
Siempre noble y generosa romántica y señorial de jazmineros y rosas de un cuadro colonial; con tanta ausencia en mi vida hoy recuerdo más y más tu calle Palma florida, tus plazas, tu catedral. Bajo tu sol que es tropical y tu cielo de turquí siempre el amor es ideal como el alma guaraní; quiero volver a tu jardín agreste y primaveral, seré de nuevo feliz, mi Asunción del Paraguay. Letra y Música: Ramón Mendoza |