Breve Recordación

HÉRIB CAMPOS CERVERA (x)

 

 

Hérib Campos Cervera nació el 30 de marzo de 1905 en Asunción. Una infancia lejos de sus padres, y una adolescencia y juventud poco afortunadas dejaron huellas indelebles en su vida, lo cual se refleja posteriormente en su poesía. En l931 el poeta sufre su primer exilio, iniciando asi una existencia signada por el destierro y la persecusión política debido a su irreductible posición de lucha contra los déspotas y opresores de su pueblo. El dolor de la patria ausente constituirá la tónica de su inspiración, que se sintetiza en "Un Puñado de Tierra", que al decir de Silvano Díaz Pérez expresa ese "sabor acre y amargo de vivir la Patria lejos de su sueño y su aroma".

 

Hérib Campos Cervera es una de las voces cardinales de la poesía paraguaya moderna. Fue al mismo tiempo un artista consciente de la forma y el poder de las palabras, y él mismo definió las dos vertientes en que ha encauzado su verso: la poesía "de la máscara" (intimista y personal) y la poesía de la "projimidad o de grito" (social o de servicio). La muerte lo sorprendió en su exilio en Buenos Aires, el 28 de agosto de 1953. Sus últimas palabras, dirigidas a su amigo y colega Humberto Pérez Cáceres, son un testimonio de amor profundo a su patria de compromiso con su pueblo:

"Nada podrá ser construído con sentido de perennidad si se olvidan las profundas raíces nacionales. El arte, la política, el quehacer cultural deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso tiene ese itinerario de lo nacional a lo universal, y no a la inversa. Que no haya belleza divorciada del pueblo. El pueblo, su servicio, su redención , su felicidad, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, Humberto, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos y obreros, nuestras mujeres. Es a ellos, a su elevación, que los artistas deben dedicar todos sus esfuerzos".

 

UN PUÑADO DE TIERRA

ESO QUISE DE TI

Y ESO TENGO DE TI

(Hérib Campos Cervera)

 

 

UN PUÑADO DE TIERRA

-I-

Un puñado de tierra
de tu profunda latitud:
de tu nivel de soledad perenne:
de tu frente de greda
cargada de sollozos germinales.

Un puñado de tierra,
con el cariño simple de tus sales
y su desamparada dulzura de raíces.

Un puñado de tierra que lleve entre sus labios
la sonrisa y la sangre de tus muertos.

Un puñado de tierra
para arrimar a su encendido número
todo frío que viene del tiempo de morir.

Y algún resto de sombra de tu lenta arboleda
para que me custodie los párpados de sueño.

Quise de Ti tu noche de azahares:
quise tu meridiano caliente y forestal:
quise los alimentos minerales que pueblan
los duros litorales de tu cuerpo enterrado,
y quise la madera de tu pecho.
Eso quise de Ti
(Patria de mi alegría y de mi duelo:)
eso quise de Ti.

-III-

Pero así, caminando, bajo nubes distintas:
sobre los fabricados perfiles de otros pueblos,
de golpe, te recobro.

Por entre soledades invencibles,
o por ciegos caminos de música y trigales,
descubro que te extiendes largamente a mi lado,
con tu martirizada corona y con tu limpio
recuerdo de guaranias y naranjos.

Estás en mi: caminas con mis pasos,
hablas por mi garganta: te yergues en mi cal
y mueres, cuando muero, cada noche.

Estás en mi con todas tus banderas:
con tus honestas manos labradoras
y tu pequeña luna irremediable.

Inevitablemente
-con la puntual constancia de las constelaciones-.
vienen a mi, presentes y telúricas:
tu caballera torrencial de lluvias:
tu nostalgia marítimas y tu inmensa
pesadumbre de llanuras sedientas.

Me habitas y te habito:
sumergido en tus llagas,
yo vigilo tu frente que muriendo, amanece.

Estoy en paz contigo:
ni los cuervos ni el odio
me pueden cercenar de tu cintura:
yo sé que estoy llevando tu Raíz y tu Suma
sobre la cordillera de mis hombros.

Un puñado de tierra:
Eso quise de Ti
Y eso tengo de Ti.

-II-

Ahora estoy de nuevo desnudo.
Desnudo y desolado
sobre un acantilado de recuerdos:
perdido entre recodos de tinieblas.
Desnudo y desolado:
lejos del firme símbolo de tu sangre.
Lejos.

No tengo ya el remoto jazmín de tus estrellas,
ni el asedio nocturno de tus selvas.
Nada: ni tus días de guitarra y cuchillos,
ni la desmemoriada claridad de tu cielo.

Solo como una piedra o como un grito
te nombro y, cuando busco
volver a la estatura de tu nombre,
sé que la Piedra es piedra y que el Agua del río
huye de tu abrumada cintura y que los pájaros
usan el alto amparo del árbol humillado
como un derrumbadero de su canto y sus alas.

 

HÉRIB CAMPOS CERVERA

 

(x) Del folleto que acompaña al CD "Un Puñado de Tierra y otros poemas" de Hérib Campos Cervera.Para más información, escriba a esta dirección: E-MAIL: herico@andinet.com

(xx) Para escuchar la interpretación de este poema, vuelva a la Página Principal, y haga click en Real Audio.