Las
voces de la memoria: Una crónica detrás de cada canción (x)
Mario Rubén Álvarez, alcanzó esta semana el record
de unir en diez volúmenes la colección Las voces de la memoria. Historias de canciones populares.

Portada de los tomos “Las voces de la memoria, historias de canciones
populares”, de Mario Rubén Álvarez.
Por: César González Páez
Periodista |
cesarpaez@uhora.com.py
Con una paciente labor de investigación de las raíces
folclóricas paraguayas, Mario Rubén Álvarez, alcanzó reunir numerosas
cacnciones y contar su origen en la colección Las voces de la memoria.
Historias de canciones populares paraguayas. Allí se pueden leer anécdotas
muy atractivas sobre cuáles fueron las circunstancias o personajes que
inspiraron a los autores componerlas. Con este logro, de arribar al décimo
tomo, el recopilador pudo "derrotar el olvido" con el rescate de
estos testimonio que muchas vexces sólo quedaban en la oralidad. Cada semana en
nuestro Correo Semanal fue desgranando estas coloridas noticias sobre cuándo,
dónde y por qué nacieron las canciones que hoy forman parte de nuestro
patrimonio cultural.
-¿Cómo surgió la idea de recopilar canciones y contar la
historia de cada una?
- A fines de julio de 1998 el entonces director de Última
Hora, Demetrio Rojas, pidió alguien que escribiera acerca de la música
paraguaya en el Correo Semanal. Fue allí donde aparecí en escena, proponiendo
relatar la forma en qué nacieron algunas de las composiciones más celebradas y
conocidas. La idea fue aceptada y desde el último sábado de aquel mes y año
,publico cada sábado las historias de las canciones populares.
Pronto el espacio adquirió aceptación y la gente en la calle
me preguntaba cuándo iba a salir en forma de libro porque sus hojas del diario
se les había perdido. Fue así como desde mediados del 2003 los relatos pasaron
a formar parte de los diversos tomos de "Las voces de la memoria". La
primera publicación fue posible gracias a la invalorable ayuda de un amigo que
se convirtió en mi coeditor, Julián Navarro.
Testimonios de autores
-¿En estos dos últimos tomos que acabas de lanzar hay una
temática o un autor en especial cómo hiciste con Emiliano R. Fernández?
-No; es de temática general. Los temáticos fueron dos: el del
mencionado Emiliano, el tomo 8 y el de las canciones dedicadas a los pueblos,
el tomo 5.
- ¿En muchos casos tuviste la suerte de conocer y entrevistar
a los autores de los temas?
- Esa es quizás la riqueza más relevante de las publicaciones.
Muchas de las historias están contadas desde el testimonio de sus propios
autores. De esa manera no solo me contaron cómo compusieron determinadas obras
sino que me relataron diversos aspectos de su vida y su carrera artística.
-¿Cuál es la canción que más te gusta de la colección de diez
tomos?
- Me resulta difícil elegir. A vuelo de pájaro, cito algunas:
Ñemitÿ, Che jazmín, Jasy morotî, Rosa blanca, Villarrica che ciudad y Mi patria
soñada.
-¿Cuál es la historia, a tu parecer más interesante de las
canciones?
- Es "Quyquyhó", de Antonio Ortiz Mayans y Francisco
Alvarenga, con la autoría moral de Sixto Cano. Éste era un chofer de ómnibus en
Buenos Aires que le pidió a Ortiz Mayans una poesía para su valle. El poeta,
con la descripción que le dio su interlocutor, le escribió los versos. Ya fuera
de la casa, en la calle, Cano se percata de que él no figura por ningún lado en
la obra. Vuelve a la casa del maestro y le presenta su inquietud. Fue entonces
cuando Ortiz Mayans redactó la última estrofa que dice: "Este homenaje que
Sixto Cano/ dedica al pueblo de Quyquyhó/ es el saludo del hijo ausente/ que en
su nostalgia ojahe'o".
Parte de la identidad
-¿Por qué piensas que a la gente le gusta revisar esas o conocer
la historia de esas canciones?
- Supongo que por lo mismo que a mí me gusta rastrear el origen
de las canciones: responde a mis preguntas. Quien siempre escucha música
paraguaya, por lo general, no sabe el motivo de la inspiración del poeta.
Encuentra incluso cosas que no se explica. Lo que las publicaciones hacen es
poner al alcance de la vista lo que la gente siempre quiso saber.
Puede ser también porque en las canciones se encuentran consigo
mismo, con sus sentimientos, con sus recuerdos, con sus amores frustrados o
felices, con su patria, con su tierra, con las epopeyas de su pueblo. La siente
como parte de su identidad.
-¿Es un pueblo con alto contenido y alta valoración musical,
expresamente la popular?
-La gente mayor valora su música. A los jóvenes, en cambio, no
les dice nada. Es algo que hay que tener en cuenta para buscar un modo de hacer
que ellos también se sientan atraidos por esa expresión nuestra.
-¿Hay alguna canción, digamos difícil, cuya historia no pudiste
investigar por falta de datos y quizas los lectores puedan acercar datos?
- Una es "Añaga poty". En estos días, sin embargo, me
acercaron pistas valiosas sobre este tema. Aún no las seguí. No obstante si
alguien sabe la historia, me gustaría tomar contacto en esa persona.
-¿Luego de llegar pacientemente a los diez tomos, piensas seguir
ese derrotero bohemio al rescate del folclore paraguayo?
- Voy a seguir investigando y publicando en el Correo Semanal.
En cuanto a los libros, anuncié una pausa para evaluar el trabajo realizado y
ver qué rumbo seguir.
-¿Qué piensas del proyecto que las emisoras de radio tengan un
cupo obligatorio de difundir la música paraguaya?
- Que se aprobara el proyecto sería otro crimen. El dictador
Stroessner ya intentó imponerla en un 50 por ciento. Parece que fue su único
fracaso rotundo.
Lo obligatorio, en este caso, es la forma más segura de que no
se cumpla lo que pretende. Creo, sin embargo, que a partir de esa idea
descabellada hay que abrir un debate sobre el tema y buscar la manera en el
Estado y la sociedad civil sumen sus esfuerzos para trabajar en el mismo
sentido pero de un modo equivocado pretende el proyecto que está en el
Congreso.
(x) Gentileza del diario ÚLTIMA
HORA (El Correo Semanal), martes 20 de octubre de 2009

AURORA LUMINOSA DE LOS
VERSOS
Las
voces de la memoria (x)
La voces de la memoria (tomos IX y X)
nos traen, como los anteriores volúmenes, los orígenes de algunas de las más
sobresalientes páginas de nuestras canciones. Sin la paciente y talentosa tarea
de investigación de Mario Rubén Álvarez –periodista y poeta, o poeta y
periodista–, tal vez se hubieran perdido para siempre los orígenes, el soplo
inicial, la aurora luminosa de los versos que pueblan estas voces y alumbran
nuestra memoria.
por: Alcibiades González Delvalle
Es enteramente plausible la iniciativa,
primeramente periodística (se venían publicando en El Correo Semanal de Última
Hora) y hoy conformada en 10 tomos con unas 50 entrevistas en cada uno de
ellos. Es una cantidad respetable que, sin abarcar, ni mucho menos, la totalidad
de la producción de poetas y compositores, nos dice del trabajo y del interés
del recopilador en un tema pocas veces estudiado, o ninguna.
En el prólogo del tomo X, Mario Rubén Álvarez expresa: “Después de seis años
de haber emprendido la aventura, la conclusión más elemental es que la música
paraguaya —contra los que algunos pudieran pensar en tiempos de globalización
y, sobre todo, desidentificación como estrategia para romper las resistencias
locales a la invitación al consumismo— sigue atrayendo a una considerable
cantidad de personas en nuestro país (y en el extranjero, agregamos). La
adhesión y el apoyo al trabajo de poner en palabras las historias de algunas de
nuestras canciones populares han sido y son muy altos”.
Estas afirmaciones de quien sabe lo que dice niegan rotundamente que nuestra
música necesite de leyes o decretos para seguir viviendo en “el alma de la
raza”. ¿De dónde sale el
despropósito —ahora sostenido por el diputado oviedista López Chávez— de que se
debe obligar a la población para escuchar las polcas y las guaranias? ¿Desde
cuándo el gusto se impone a la fuerza, en el supuesto de que se ha perdido el
gozo por nuestra música folclórica? El proyecto del diputado oviedista huele a
azufre; tiene mucha carga autoritaria cuya peligrosidad —aparte del proyecto en
sí mismo— reside en que si ahora le sale bien la difusión de nuestra música, a
la fuerza, mañana se irá por más. No
olvidemos que a los autoritarios les encanta uniformar a la ciudadanía. No se
limitará a la música. Podría extenderse después a otras manifestaciones
culturales. Se recordará que Stroessner, entre otros caprichos, ordenaba a la
Policía cazar jóvenes en la vía pública para imponerles el “recorte cadete”, en
la creencia dictatorial de que tal era el modelo varonil a seguir para
vigorizar nuestra nacionalidad.
La música paraguay sigue viva
La cifra de 500 entrevistas a los autores; la masiva concurrencia a los
festivales folclóricos; la edición constante de discos, etc., son un testimonio
de que la música paraguaya no necesita que se la imponga mediante leyes. Es
más, podría ser que el resultado final sea lo contrario a lo
deseado.
Lo expuesto no quiere decir que la música paraguaya no vaya a necesitar de
una mayor promoción, pero ella tiene que venir de la presencia efectiva del
Estado con aportes a los conservatorios, con un algún incentivo a las
radioemisoras, con concursos que estimulen la creación poética y musical, en
fin, hay varias otras maneras que la simple, fácil y cómoda sanción de una
ley.
Los 10 tomos de Las voces de la memoria son un acabado testimonio del vigor
de la música paraguaya. Además, nos acercan no sólo al nacimiento de algunas de
sus mejores expresiones, sino incluso a los casos fortuitos que cambiaron el
destino de una composición. Así tenemos, por caso, “Che renda alazán”, que si
no se interpretara por casualidad, en presencia de Marcos Brizuela y Juan
Cancio Barreto en una fiesta de cumpleaños en el Chaco, tal vez nunca tendría
la popularidad que ostenta hoy la gustada polca. Brizuela cuenta que después de
escuchar la música, “con Juan Cancio fuimos a la casa del arpista y compositor
Nicolasito Caballero, quien le puso la introducción en arpa. Juan Cancio le
creó la segunda parte y arregló algunas partes donde se parecía mucho a otras
melodías. Yo me atribuyo el nombre de “Che rendá alazán” (Llevaba por título
“El jinete campesino”). También se ignoraba el nombre del autor hasta que otra
casualidad dio con él. Es así que hoy lo sabemos: Silvestre Silva. Nació en San Miguel, Misiones, en diciembre de
1899 y murió en Caapucú en 1989. (Tomo
IX, pág. 35).
En el citado prólogo, el autor agrega: “Es inevitable preguntarse qué hallan
los lectores en los relatos que llevan consigo la transcripción de las letras.
Parece obvio que se encuentran a sí mismos con sus amores —logrados o
malogrados—, su nostalgia, su patria, su tierra, su madre, sus sueños y tal vez
algún atisbo de esperanza que nazca del rescate de la memoria vivencial que hay
en las canciones. Quizá se perciba que en los paraísos perdidos de la infancia,
secretamente, está agazapado el tiempo de la dicha que se persigue y se ha de
volver a alcanzar algún día, a pesar de todos los pesares”.
En efecto, los versos incluidos en esta especie de enciclopedia tienen los
efectos expresados por el compilador. Pero al mismo tiempo, nos enlazan con la
vivencia de sus autores convertida en divertidos o dolientes relatos. Ambos
casos suelen darse en un mismo poeta, compositor o intérprete. Pensamos, por ejemplo,
en Carlos Miguel Jiménez, Emilio Bobadilla Cáceres, Agustín (Rubito)
Larramendia, Cristóbal Cáceres, en fin, tantos otros gloriosos nombres que
desfilan por estas “Voces…”.
“Los mundos que están inmersos —sigue diciéndonos Mario Rubén Álvarez—
en “Che jazmín”, “Jasy Morotî”, “Che pykasumi”, “La última letra”, “Panambi
hovy”, “Rosa blanca”, “Che la reina” —cito sólo algunas obras que tengo a flor
de memoria— forman igualmente parte de lo que no ha pasado desapercibido a mi
sensibilidad. Escuchar y escuchar otra vez esas canciones y saber algo de sus
orígenes fueron experiencias que el ensamblaje de los vocablos —por hábil que
fuere— no podrá explicar jamás en plenitud”.
“Saber algo de sus orígenes” influye para gustar más aún de los versos
o de la música –o de ambos a la vez— que ya están en nuestros afectos. Acceder
al origen de una poesía, de una melodía, no está al alcance del oyente que
seguramente quiere conocer cómo ha nacido la canción que vive en su memoria, en
su sensibilidad. Mario Rubén Álvarez tuvo el acierto de poner en nuestras manos
no sólo los datos que responden a nuestra curiosidad, sino que, además, con un
lenguaje poético, sobrio, sensible, como la mayoría de los versos que ha
escogido para enriquecer los 10 volúmenes que hasta hoy nos ha
entregado.
Más adelante, Mario sigue diciéndonos en su prólogo: “Con Julián (Navarro
Vera, editor) creemos que este (el volumen X) es el final de un trayecto. Les
agradecemos infinitamente a quienes nos han dado la mano y el corazón para
insuflarle vida a los lanzamientos de los diversos volúmenes. Nuestra gratitud
en particular a los músicos que desinteresadamente han colaborado para darle
brillo al nacimiento de cada volumen. No olvidamos a nuestros lectores. A
todos, muchas pero muchísimas gracias”.
Dicho así, pareciera que Mario Rubén Álvarez nunca más reincidiría en este
proyecto. Me permito descreer. Es posible que tuviera la intención de que
otros, como lo dice, tomen la posta de este trabajo de investigación y compilación.
Pero nunca será como estas “Voces…” que seguirán cantando en nuestra memoria y
en nuestra pasión.
(x) Gentileza del diario ABC COLOR (Suplemento Cultural), 30 de
Octubre de 2009 (Asunción, Paraguay)

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Grata satisfacción nos causa la obra de Mario Rubén Álvarez (poeta, periodista y escritor), que con mucho esfuerzo haya podido completar 10
tomos de estas Voces de la memoria, rescatando así del casi
seguro alfondra del olvido, los mil caminos que llevan a una creación a
materializarse en notas musicales que enriquecieron y siguen enriqueciendo, el
rico acervo de la expresión popular paraguaya.
Y es para nosotros satisfacción doble porque
en aquel no lejano junio de1998, hicimos el empujoncito final para que la obra
diera comienzo. Con la sencillez y altura de siempre, el escritor nos recuerda
en el Tomo I de su libro (ver el prólogo en esta misma Página Digital, No.54)
nuestro aporte que, aunque más no sea solamente una voz aliento, grafica su
elevado aptitud de desprendimiento (bgs). |
