
CARTA A LOS
JEFES VIRTUALES
Por César González Páez
cesarpaez12@hotmail.com
Este mensaje imaginario de un
Jefe Indio a los internautas, podría ser la repuesta -tal vez- que darían
los pueblos indígenas a la llegada de la Era Global. Se inspira en una
noticia, aparecida, hace un tiempo, sobre la donación de una computadora
con acceso a Internet a una comunidad de la selva. Tal vez, lo que sigue,
les dirían los nativos a los dueños de la aldea virtual.
De la noche venimos, de la
oscuridad atemporal que no conoce principio, somos hijos del tiempo,
deberíamos saberlo, no somos dioses. Por no serlo debemos abrevar de los
conocimienos de nuestro pueblo, de la naturaleza que nos habla y nos
advierte.
Nacemos y morimos, no vinimos sino para honrar la vida y el destino, de
cada hombre o de cada mujer se justifica por el menor daño que le hizo a
sus semejantes y a la tierra. Esta es nuestra principal fuente de
sabiduría y ahora permítanme presentarme: soy un jefe indígena de una
tribu que no dice su nombre para tener el de todos, represento a los
sobrevivientes hoy dominados o dispersados.
Como Jefe de mi Tribu, decidí
hacer este discurso para ustedes, jefes de la nueva nación virtual. Me
dirijo a quienes me piden que encienda una fogata en internet y que por
allí envíe mis señales de humo. No admito un fuego cuya llama no crepite.
¿Cómo podríamos hacer que se
eleve al cielo?. ¿En dónde está la casa de la Sagrada Web, que parece
marcar una nueva era donde la inmediatez y el consumo es su fin?.
Somos los que habitaban los dos continentes americanos, los verdaderos
dueños de estas tierras. No teman, no les escribo para pedir rescate -eso
es costal de otra tristeza-, sino para contarles algunas verdades que
hacen falta en este salto al vacío que es la vida con internet.
Nosotros creemos que
nuestros muertos no desaparecen sino que continuan eternamente si los
reverenciamos. Ellos con sus actos nos recuerdan las leyes fundamentales.
De esas cosas hablamos cuando nos reunimos en el círculo bendecido por la
luz de la fogata. Lo que nos ha unido ha sido, precisamente, la tradición
de contarnos nuestras leyendas. Es allí cuando conversan los ausentes con
los presentes: el sonido del río, es el mismo que escuchó el padre de mi
padre y de allí es que los tenemos siempre presentes. Aunque ya no corra
el agua como entonces y los pensamientos se hayan dispersado como las
piedras pequeñas que nadie ambiciona, ellos siguen estando allí y nos
inspiran.
Nosotros sabemos que un cerro es sagrado porque allí descansan nuestros
amados antepasados. Duermen
sentados, en la posición del orgullo porque para nosotros ni la muerte
logró vencerlos. ¿Cómo
explicarles a ustedes que ellos están presentes en cada canto de las aves,
en la perennidad del bosque que jamás derribaremos?. Talar un árbol es
despreciar la tarea del tiempo.
La naturaleza es nuestro templo, ustedes Jefes Virtuales ¿Donde viven?
Muéstrenos los paisajes que los rodean y los pensamientos que los anima a
seguir viviendo. Me dicen que podrían estar en una ciudad hecha de
edificios donde no pueden salir porque el aire es prácticamente
irrespirable, calles sin plantas y extrañas efigies que arrojan tres luces
para que no se embistan unos a otros. ¿ Son soberanos de aire
acondicionado? ¿Es cierto que una pizarra electrónica les advierte si son
ricos o no?.
Ese mundo por ustedes inventado es esclavo de sí mismo, si uno de mi Tribu
carece de sustento, sé lo propocionamos sin ofenderlo para mantener su
entereza y orgullo de ser quien es. El sabrá qué hacer cuando la suerte se
revierta. ¿Saben? La forma de compartir es lograr que ninguno esté en
desigualdad, eso te da posibilidad de pasear por tu aldea y no tener
enemigos. Muchos ven el futuro de internet como un inmenso supermercado
que impondrá sus productos y que dictará nuestra manera de ser, a pesar de
la resistencia natural que produzca.
Nosotros respetamos lo sustentable, lo que nos da la tierra, un grano de
maíz es una gran inversion cuando crece y vuelve en repetidas semillas.
Nosotros las plantamos pero ustedes las tasan, son capaces de decirnos
cuánto cuesta el sudor de un hombre que labra la tierra, al cual no
tienen el gusto ni les interesa conocer. Son capaces, con la rapidez,
que da el poder de la web, de bajar o subir los precios a favor de los
intermediarios. Quién se tome un tiempo para ver cómo están las zonas
campesinas del planeta descubrirán que algo no funciona bien con la cadena
de producción, porque los que siembran y cosechan siguen tan pobres como
siempre. Ninguna economía puede prosperar donde ganan más los que están
sentados. La Aldea Global no sabe de igualdad, aunque está presente en su
discurso, ustedes quieren imponerla cómo hábito saludable de civilización
pero brilla por su ausencia. Cuando la humanidad pierde la ética y el
respeto por su entorno ambiental, deja de tener importancia toda
tecnología. Los avances deben estar unidos a la capacidad de interpretar
que el mundo no ha sido creado para ser desvastado por el consumo
irracional.
Hombres de Internet, que antaño se llamaron Adelantados o Colonos, no
eran otra cosa unos salvajes enfermos de ambición, lo supimos cuando
desvastaron los animales, como los búfalos en el norte y las comunidades
en el sur, sólo por codicia. Lo sabemos ahora también por la etiqueta que
le ponen a todos los productos que deben ser vendidos en el mercado.
Sabíamos que las cosas iban a cambiar, los animales dejaron de pastar en
nuestros campos que, fueron en un pasado lejano, fuente de agua y recurso
de hierbas. No queda nada de eso, pero tenemos internet que no duerme.
Mediante un hábil tecleo se abre el Nuevo Mundo del consumo, una palabra
que terminará obsesionando a muchos.
¿Tienen idea de qué estoy hablando? Déjenme contarles cómo pensamos
nosotros, los indígenas sobre los nuevos tiempos y cómo se nos hace
difícil creer en la Aldea Global, que nadie distingue a simple vista,
porque es la más clara advertencia de la deshumanización por la tecnología.
Las conversaciones en círculo se están apagando, las historias que se
contaban alrededor de las fogatas se están perdiendo, los viejos no hablan
y cuando lo hacen los jóvenes no escuchan.
Son costumbres diferentes, no sé si podré avenirme a las reglas de estos
nuevos tiempos, porque en las frías venas de internet las palabras
pierden su magnetismo. Nosotros medimos la calidad del que habla por la
entonacion que pone a sus promesas. Por internet perdemos ese contacto de
pulsar la intención de cualquiera que se acerque a nosotros como amigo o
un hostil. Para cuando nos demos cuenta el internauta -ayer colono- ya
estará dentro de nuestro caserío diciéndonos qué hacer, cómo y en el
momento que les convenga. El hombre sin rostro dictará su voluntad.
Cuando el Supremo Internet lo dictamine el dinero comenzará a correr por
sus largas arterias, sin que sepamos si nuestro saldo es justo. Mediremos
con varas de internet, sonreiremos con las historias que la gran autopísta
de la información nos dicte y nos pondremos la ropa que nos ordene la
caprichosa moda. Como un Dios, sin exigir, pero vigilando, hará que los
corderos no se extravíen del rebaño. Al que se vaya por su propio
albedrío no lo irán a buscar, el cordero volverá por su propia voluntad
porque más allá de una pantalla para él, no habrá entretenimiento, no
verá nada porque las historias que le contaban sus antepasados se le
diluyeron en la memoria. En ese momento se dirá de él que está bien
globalizado.
Mi discurso también es para ellos y para todo el que quiera escuchar cómo
pensaban mis hermanos de la selva, son frases de personas que tuvieron
actitudes nobles con la vida. Quisiera que las recordaran, de modo que
cuando se extravíen del Rebaño Virtual no se sentirán ni solos ni
abandonados.
Señores Jefes Virtuales, lo que más ambiciona el hombre es su libertad,
déjenlo ser libre y creativo. No lo desarraiguen de la tierra y de su
cultura, tiene derecho a ser diferente para negociar con quien quiera,
seguir a sus maestros o tomar el camino que le indiquen las tradiciones de
su pueblo. Un hombre es su pasado, una sentencia Mapuche dice "El que
controla el pasado controla el futuro, el que controla el futuro controla
el presente". Otros grupos como los Iroqueses sostienen que la cultura no
son "apenas reliquas del pasado", sino pautas del pensamiento y ciclos de
conducta que forman los cimientos de nuestra vida. Hablo con la voz de
dos grupos humanos que habitaron en ambos extremos de América. Todas las
etnias tienen su profunda concepción del mundo, de la muerte y de la vida.
Señores Jefes Virtuales, que antes usaban yelmos y cascos, sepan que habrá
resistencia, los cambios como siempre no son bienvenidos si vienen con la
imposición a cuestas. No quiero que la gran caravana de la web sea para
lanzar mensajes huecos para que se disperse mi idioma y mis costumbres.
No queremos ser piezas de
ajedréz que alguien mueve desde lejos.
Somos diferentes y todo merece un
puntual tratamiento. Un indio Sioux dijo una vez estas palabras "Desde mi
niñez vengo observando las hojas, los árboles y las hierbas y nunca
encontré dos iguales". Desde su sencillez de hombre que atisba el universo
se dio cuenta de las grandes y diminutas diferencias que hacen que cada
ser sea único. No dejen que el ser humano pierda su capacidad de leer los
mensajes que nos dicta la creación. Sin ir más lejos, hace poco una
inundación arrasó con las precarias chozas de un asentamiento humilde. Fue
en la zona de los guaraníes, etnia que fue muy poderosa cuando el hombre
del yelmo no había llegado. Esos indigenas no pudieron leer las
advertencias del agua que anuncia la creciente. Nosotros sabemos que
cuando llueve mucho es vital observar el comportamiento del río. Cuando el
agua comienza perder su transparencia, cuando comienza a ennegrecer y
traer hojas que no son familiares en el lugar, es allí cuando se deben
retirar hombres y animales de la orilla del río. Ellos lo habían olvidado,
nosotros podríamos habérselo recordado y en casos como éstos podría
haber sido una bendición estar "conectados", unidos por esa red que no
duerme, pero ese dios está atontado por la mediocridad.
Aunque nos presentan a la Aldea Global como la panacea de la libertad de
expresión, los soportes de esa tecnología están digitalizados por unos
pocos poderosos. Una vez que se haya entablado contacto con un hermano de
tu misma condición ¿qué se hará si no puedes comprar el "equipo" para
hablar o no te lo dejan usar los funcionarios públicos cuando tienes
derecho a usarlo gratis? Las conexiones están en manos de los dueños del
enchufe, están reservadas para el criterio de quienes veran si les
conviene, o no, lo que nosotros hablamos.
Señores globalizadores, hay claros ejemplos que en la Sagrada Web hay
balanzas que pesan mal. Sin ir más lejos la lengua española, una de las
más habladas del mundo, tuvo que litigar para que en los ordenadores se
incluyera la letra "Ñ" que es el sonido de miles de palabras, muchas de
ellas de cuna indígena. El soberbio idioma inglés no la usa.
¿Qué haremos si no podemos escribir palabras cercanas a nuestras lemgua
como "ñandú" o pronunciar el simple vocablo "niño"? De haberse salido con
la suya: ¿Cómo podemos estar seguros que la Aldea Global respetará
nuestras diferencias?. Las grandes cadenas de música sólo emiten las
canciones que convienen al mercado y casi siempre son artistas de lengua y
actidud ajena a nuestra sensibilidad. Los escuchamos, pero ellos ¿cuándo
nos van a escuchar a nosotros?.
Señores Jefes Virtuales, quiero terminar mi discurso sobre por qué me
resisto a seguir sus pautas de consumo. No quiero vivir en un corral
electrónico donde ustedes pueden detectar con suma facilidad qué hago y
dónde me encuentro.
¿Saben una cosa?
Les espero allá afuera si quieren
conversar conmigo, al aire libre donde el viento todavía es respirable y
el sonido del arroyo se parece a la canción de mis antepasados. Los espero
con la placentera convicción que no seré un "ciudadano de internet",
hablaremos, yo les contaré cómo imaginamos un mundo mejor y ustedes me
hablarán de sus sueños. Nos veremos a los ojos cuando hablemos y tal vez
no sea tarde para ser humanos.
Nota: Aunque el presente ensayo es un juego de ficción, se incluyen
textos verídicos que hablan sobre cómo han reaccionado las comunidades
indígenas ante la llegada de la supuesta civilización consumista que ha
puesto su mundo en dificultades.
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