BERTA ROJAS, GUITARRISTA CLÁSICA (X)
Definida por el Washington Post como
"guitarrista extraordinaria" y por Gramophone
como una figura de "primera clase", Berta Rojas
es artista exclusiva del prestigioso sello norteamericano
Dorian Recordings, dedicado a la música clásica. Berta
comenzó su carrera internacional con un debut en el
Purcel Room del South Bank Centre de Londres, Inglaterra,
y desde entonces ha ofrecido recitales en Salzburgo,
Viena, Colonia, Bonn, Roma, Budapest, Washington, Buenos
Aires, Sao Paulo, Santiago de Chile, Montevideo y
Asunción, en su país de origen, Paraguay. En 1966 fue elegida como Kennedy Center Fellow of the Americas por el John F. Kennedy for the Perfoming Arts, en Washington D.C. en reconocimiento a su excelencia artística. Este premio así como la beca otorgada por la Organización de Estados Americanos en 1997, le permitieron desarrollar estudios de post-grado en el Peaboby Institute bajo la guía del prestigioso maestro Manuel Barrueco. Berta Rojas posee un Master Degree con honores otorgado por el Peaboby Institute, John Hopkings University en USA, y una Licenciatura en Guitarra otorgado por la Escuela Universitaria de Música, Uruguay. Los maestros que ha tenido una influencia decisiva en su formación como guitarrista han sido Abel Carlevaro, Eduardo Fernández, Mario Paysee en Uruguay; Felipe Sosa, Violeta de Mestral en Paraguay; Manuel Barrueco y Ray Chester en USA. El libro The Classical Guitar, Its Evolution, Players and Personalities since 1800, escrito por Maurice Summerfield (Ashley Mark Publishing Company, London: 1996) incluye su nombre en la sección dedicada a las "promesas de la guitarra clásica: aquellos llamados a recibir un extenso reconocimiento y fama en un futuro cercano.". Berta ha sido Directora Artística del Concurso y Festival Internacional de Guitarra Agustín Barrios, organizado por el Centro Paraguayo Japonés. El Festival tuvo lugar en Asunción, la capital de Paraguay, para honrar al guitarrista paraguayo Agustín Barrios en el 50. aniversario de su muerte. El Festival reunió a figuras tales como John Williams, Hopkinson Smith, Abel Carlevaro, Graciela Pomponio, Enrique Pinto, Richard Stover. Rojas ha sido solista de la Orquesta Sinfónica de Montevideo, Ensemble Asunceno de Cuerdas,Philomusica de Asunción, y Arcos. (x) Del folleto que acompaña el CD. |
Más información sobre Berta Rojas:
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CUERDA PARA RATO (x)
por: Berta Rojas, desde Nueva York
Los instrumentos de guitarristas tan distintos como don Sila Godoy, don Efrén Echeverría, Rolando Chaparro, o de nuestros aficionados, tienen algo en común: todos utilizan cuerdas de nylon..
Pero estas cuerdas, tan normales hoy, no se conocían tiempo atrás. Por ejemplo, Agustín Barrios y todos sus contemporáneos, en una costumbre invariable desde los tiempos de los lauditas, encordaban sus instrumentos con cuerdas de tripa, de oveja preferentemente. Esto suponía enormes problemas, sobre todo en términos de afinación. Estas cuerdas de tripa eran incapaces de mantener la tensión, desafinándose constantemente. Tenían poco volumen además, limitando su capacidad de proyección a la hora de encarar grandes auditorios. Para completar los problemas de estas precarias cuerdas, su corto tiempo de duración hacía que fuera sumamente costoso mantener un instrumento permamentemente encordado. Esto llevó a Agustín Barrios, que andaba siempre dando vueltas por el mundo, a utilizar las tres primeras cuerdas de metal. Con ello solucionaba algunos problemas, como volumen y duración. Esto último era esencial para quien no disponía de una saludable economía. Sin embargo, estas cuerdas de metal generaban otros problemas. El encordado de tripa tenía un hermoso y cálido sonido que las de metal no podían conseguir. Para solucionar este nuevo inconveniente, Barrios, utilizaba unas pequeñas piezas de goma que, ingeniosamente colocadas en las cuerdas, ayudaban a dar calidez a su sonido, atenuando el efecto latoso de esta metálica invención. Pese a sus esfuerzos, estas cuerdas de metal tampoco resultaban una solución definitiva.
Las cuerdas que conocemos y utilizamos hoy se desarrollaron como respuesta a todas las debilidades que tenían estas cuerdas de tripa y por otra razón fundamental: en tiempos de la II Guerra Mundial, la tripa se utilizaba para suturas, por lo cual era prácticamente imposible conseguir este preciado material para fines menos vitales, como encordar guitarras. Esto llevó a Andrés Segovia a sugerir a Albert Augustine, constructor de instrumentos de cuerdas en USA, que fabricara cuerdas utilizando como materia prima el tradicional hilo de pescar proveído por la famosa familia Du Pont. Albert tomó el desafío, y pronto se encontraron él y su esposa Rose fabricando cuerdas en New York y generando un negocio que produciría cuatro millones de dólares de ganancias al año. Así, en 1947, cambió la historia de las cuerdas de guitarra: nacieron las legendarias cuerdas Augustine, y los guitarristas podemos afinar, tener cierto volumen y confiar en que nuestro encordado resistirá todo un concierto.
En el año 67, a la muerte de Albert, el negocio de las cuerdas Augustine quedó en manos de Rose, quien siguió trabajando no sólo con las cuerdas, sino también expandiendo el mundo de la guitarra al máximo. Su lema era crear mayor interés en la guitarra como modo de generar más compradores de cuerdas. Sencillo, genial y vital para el progreso de este instrumento.
Fiel a su idea, Rose creo Guitar Review, el magazine más respetado sobre guitarra clásica en los Estados Unidos. Esto fue sólo el comienzo. El nombre de la Fundación Augustine empezó a sonar como sponsor de festivales de guitarra, encomendando la composición de obras para este instrumento a los compositores más trascendentes del momento, encargando arreglos, trasnscripciones, y otorgando becas para jóvenes estudiantes. Rose Augustine se convirtió en una verdadera mecenas de la guitarra. En la actualidad, Rose Augustine presenta la Regal Series, en el Manhattan School of Music, que este año incluyó nombre como David Russel y David Starobin en conciertos y master classes. También presenta la serie De Bach al Bossa Nova, que dirige Sharon Isbin en la sala Y, en New York. Como asidua lectora de Guitar Review, el nombre de Rose Augustine generó en mí una imagen de respeto y de admiración, porque amo este instrumento; luego valoro sobremanera todo lo que contribuya a promoverlo. La semana pasada, Jorge y yo fuimos a New York a pasar el fin de semana, y el lunes, antes de regresar, pleneamos renovar mi suscripción a la revista. Fiel a mi estilo paraguayo, fui en persona a las oficinas de la revista en la 25.th Street, en vez de utilizar el correo, el e-mail, o hacer una llamada teléfonica, que son aquí los métodos acostumbrados y, a estas alturas, tradicionales. Nadie parece tener tiempo para desafiar el tráfico, conseguir el parking, superar los multiples problemas de estar en persona.
Cuando llegué a la Guitar Review, me abrió la puerta una señora con bastón, el pelo completamente blanco, y que con una sonrisa me preguntó: Cómo puedo ayudarle ? Le contesté que venía a renovar mi suscripción a la revista. Entonces se dirigió a Carmen, la secretaria portorriqueña, y le pidió que me atendiera, mientras ella regresaba lentamente a su oficina.
Parte de mí suponía que esa señora era la
mismísima Rose Augustine, la leyenda que de pronto se hacía
carne y hueso. Carmen me confirmó que así era. Como quien se
siente frente a una oportunidad única, le pedí a Carmen que me
permitiera saludar a Rose, y expresarle mi admiración por todo
lo que hizo y hace por la guitarra clásica. Seguramente
Rose escuchó mi conversación con Carmen, por la cual dejó su
oficina y salió con toda naturalidad a charlar conmigo. Cumplí
mi deseo, le expresé mi admiración y le di las gracias. Rose,
seguramente poco acostumbrada a recibir a suscriptores en
persona, me preguntó con interés sobre mí. Le conté de mis
pequeños logros y prometí enviarle mis discos. Me hizo un tour
por la fábrica de cuerdas que está allí mismo. Me llevó luego
a las oficinas de la Revista, conocí a Salvatore
Cosentino, el editor, y de pronto sentí que estaba en
el medio de la historia de la guitarra clásica, llevada de la
mano de Rose Augustine. En este mundo impersonalizado de
computadoras, de teléfonos atendidos por máquinas que resuelven
los problemas y donde rara vez se consigue hablar con un ser
humano, a nadie se le ocurriría ir en persona a renovar
una suscripción. Como premio a mi obstinada fidelidad a
los viejos principios, y con la generosidad que le
caracteriza, Rose me regaló la suscripción por un año,
además de unos números que me había perdido, y !24
juegos de cuerdas! El que conoce sus costos, sabrá que es toda
una fortuna. Así es Rose Augustine, así es el mundo de la
guitarra clásica. Por cierto, fue bueno comprobar que el efecto
de una piel que roza otra, nunca podrá ser reemplazada por unas
eficientes máquinas sin corazón. Después de mi visita a
la Guitar Review, y como Rose Augustine, ahora
tengo cuerda para rato.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA
(El Correo Semanal), 2-3 de Octubre de 1999 (Asunción,
Paraguay).