La mitología guaraní en la cotidianeidad paraguaya (x) Don León Cadogan, según sus propias anotaciones, se interesó en el
estudio del origen de algunos dichos de uso corriente allá en el Guairá, donde se radicó desde pequeño y tuvo la ocasión
de frecuentar la compañía de los aborígenes de la zona, que le abrieron las puertas
de su mundo cosmológico. Con buen bagaje de conocimientos de la cultura
“criolla”, el contacto con las creencias y mitos guaraníes, por medio de los
indígenas mbyá, le permitió adentrarse en el mundo
guaranítico, donde encontró la explicación de numerosas expresiones de la
cotidianeidad guaireña, entre ellas la de dichos y sentencias populares. Transcurre el
tiempo, llegan los hermanos al estado de hombre, cuando he aquí que se
presenta ante Pa'i Rete Kuaray una delegación de mujeres, quejándose de haber sido molestadas por un
atrevido, quien, bajo sus impulsos de sátiro, las persigue aprovechándose de
la oscuridad de la noche, siendo tal su osadía que llega a acostarse junto a
ellas sin su anuencia. EXTRANJERO, CAMPESINO Y CIENTIFICO
(x) Del diario ABC COLOR (Revista), 9 de marzo de 2003 (Asunción, Paraguay).
Fragmento Mbaraka ju (x) La maraca milagrosapor: León Cadogan Problema lingüístico que me ha tenido perplejo durante mucho tiempo es el enigma estimológico encerrado en la palabra Mbarakaju, nombre de nuestra sierra limítrofe. Traduciendo el vocablo de acuerdo a sus componentes en el lenguaje cotidiano, tendríamos mbaraka amarillo; lo cual nos hace pensar inmediatamente en un instrumento fabricado de oro, reminiscencia quizás de alguna irrupción al país del Inka. Dándole en cambio a la voz ju el significado que tiene en el vocabulario religioso, v.g., el de milagroso, indestructible, eterno, tendríamos mbaraka milagroso. Admitiendo la primera hipótesis, lógico sería suponer que, así como el instrumento de oro o dorado se ha eternizado en el nombre de nuestra sierra, así también se conservaría en los anales guaraníes el nombre del jefe de la expedición que arrebatara al Inka trofeo tan preciado. Si aceptamos en cambio la acepción de mbaraka milagroso, difícil sería admitir que, al conservar el recuerdo del instrumento musical, se hundiera en el olvido más absoluto el nombre del dirigente que lo manejara en las danzas rituales de la tribu. A pesar de mis esfuerzos, sin embargo, de pacientes búsquedas, de innumerables consultas con mis amigos los mburuvicha, el enigma permanecía indescifrable: todos los mbyá con quienes tratara sobre el tema estaban contestes en que mbaraka ju solo podría significar mbaraka milagroso o, como se expresan ellos: maraca imarãma va´e –mbaraka que no puede ser destruido o sufrir daño-. Pero nadie pudo aportar dato alguno referente al origen del misterioso instrumento; es decir, indicarme quién pudo haber sido el que, en alguna época remota, seguramente prehistórica, arrancando al milagroso mbaraka broncas notas que resonaran a través de selvas y valles, encabezara la danza ritual y los cánticos en homenaje de los dioses. A punto estaba por darme por vencido y relegar, descorazonado, el asunto al olvido por indescifrable, cuando quiso que la causalidad que, de manera totalmente imprevisible, diera con la solución del problema, y el éxito más rotundo coronara mis esfuerzos de novel etimólogo. Un día llegó a Villarrica una delegación de indios encabezada por el cacique Pablo Vera, de Potrero Blanco, con el objeto de pedirme obtuviera la libertad de un compatriota suyo de nombre Mario Higinio, recluido desde hacía tiempo en la Cárcel Regional. Conversando con él, Mario me informó que él no era Mbyá puro; que su padre, Mbyá, se había radicado entre los Avá Chiripá, casándose con una mujer de esta tribu de la que él, Mario, se consideraba miembro. Con indios de esta parcialidad nunca había yo tratado; solo sabía que eran una nación más guerrera que los Mbyá y que, según éstos, los cantos y danzas de los Chripá tenían por objeto obtener destreza en el manejo de las armas y en la lucha. Tras largos circunloquios y de haber puesto en práctica toda la diplomacia de que era capaz, abordé el tema de las tradiciones religiosas, obteniendo que Mario me hiciera el siguiente relato: Guyra Porã, advertido de que la tierra sería destruida, exhortaba continuamente a los de su tribu para que cumplieran estrictamente los preceptos morales, rezaran, entonaran los cantos sagrados y danzaran para que pudieran salvarse del cataclismo que se aproximaba. Diariamente resonaban los acordes del mbaraka de Guyra Porã entre los cerros a cuyos pies moraba, advirtiendo a los de su pueblo de la proximidad del día de prueba. Pocos eran los que prestaban oídos; él, sin embargo, a medida que iban llegando a su término los días del mundo, más celos ponía en sus danzas y oraciones, hasta que los acordes de su mbaraka más se asemejaban música divina que notas producidas por instrumento humano. Llegó el día aciago; las aguas cubrían ya la faz de la tierra, limpiándola de pecado; Guyra Porã, a medida que iba escalando el cerro que se erguía cerca de su vivienda, entonaba cánticos sagrados y ejecutaba la danza ritual al compás de su mbaraka y, obteniendo la gracia, aguyje, en la misma cumbre del cerro se incorporó a la hueste de los bienaventurados, y se convirtió en Guyraporã Ju; esto es Guyra Porã eterno, indestructible. Al ascender al Paraíso, Guyra Porã Ju dejó su mbaraka en la cumbre de la sierra, y siendo ésta la única parte del mundo no alcanzada por las aguas del Diluvio, el instrumento no fue destruido ni sufrió deterioro alguno. Y cuando iba repoblándose la tierra después del cataclismo, un mburuvicha de nuestra nación escuchó un día, hallándose de caza en la Cordillera, los acordes de un instrumento musical. Escaló la sierra y, al llegar a la cumbre, descubrió el mbaraka de Guyraporã Ju que, sin ser accionado por mano humana, emitía música divina. Al acercársele el mburuvicha, escucháronse palabras procedentes del cielo: era el mboréi: himno sagrado que Guyraporã Ju legaba a los de nuestra tribu por intermedio de nuestro jefe, juntamente con el milagroso mbaraka. Este mboraéi es hasta hoy el canto sagrado de nuestra raza; y en cuanto al mbaraka, es custodiado cuidadosamente por el jefe supremo de los Avá Chiripá, escuchándose en ocasiones muy especiales sus acordes, pero nunca es permtido sacarlo fuera de la vivienda del jefe quien lo tiene a su cargo. NOTAS: A Mario Higinio se le acusaba de homicidio; y el comisario que lo remitió a la Cárcel me informó –afortunadamente sin que este dato figurara en el proceso ni llegara a oídos del juez- que sabía que había consumido algún trozo de su víctima, seguramente en cumplimiento del antiguo rito de la antropofagia. El proceso, instruido en los Tribunales de Villarrica, hállase caratulado: Mario Higinio, de la parcialidad de indios Avá Chiripá –supuesto homicidio. Asumió la defensa, a pedido mío, el Dr. Evaristo Zacarías Arza, actual Presidente de la Cámara de Representantes. Fue también Mario que, en agradecimiento, me inició en las tradiciones “esotéricas” guaraníes. Según Samaniego (Revista de Turismo, n. 26, Asunción 1944; reproducido en Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo, vol. 3, n. 1-2, Asunción 1968, p. 411-12) el héroe de la leyenda del Diluvio de los Avá Guaraní de Yvy Pyte es Guyrapepoti; el de los Apapokuva, de acuerdo a Nimuendajú, es Guyrayvoty. (x) Del libro: Tradiciones Guaraníes en el Folklore Paraguayo, por León Cadogan, edición preparada por Bartomeu Melià, y editada por la Fundación “León Cadogan”, Asunción (Paraguay), 2003. Coeditor: Centro de Estudios Paraguayos “Antonio Guasch”. E-Mail: cepag@probesi.org. Distribuye: Distribuidora Montoya. Calle: Vicepresidente Sánchez, 612, c/Azara (Asunción, Paraguay). Telf/Fax: 00-505-21-224 162. E-Mail: dmontoya@telesurf.com.py ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre León Cadogan, haga click sobre lo subrayado. (x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), l2-l3 de Junio de l999 (Asunción, Paraguay). |